Presidente Santos y Farc tensionarán la cuerda de la solución negociada, pero no la romperán
13/10/2013
- Opinión
Se vive un momento tenso en el proceso de diálogos y negociaciones entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las Farc, se debate sobre las posibilidades de éxito de este proceso y se hacen cábalas sobre su continuidad o ruptura en muchas ocasiones de manera frívola e irresponsable, es como si se hablara sobre un asunto de poca monta y no sobre el principal problema a resolver: el cierre del conflicto armado de más de medio siglo y en cuya resolución se pueden resolver otros temas de gran envergadura donde se juega la posibilidad de una Colombia en paz.
Luego de casi un año de instalada la mesa de diálogos y negociaciones –esto ocurrió el 18 de octubre de 2012 en Oslo- la pregunta sobre lo avanzado y las responsabilidades en la construcción del acuerdo de paz para cerrar el conflicto e iniciar la fase de implementación de los acuerdos; es tema de análisis por el mundo político e intelectual que concurrimos de manera plural a este momento de la vida del país. Algunas valoraciones consideran que es muy poco lo avanzado y que las perspectivas de esta mesa van hacia el fracaso, muy por el contrario, hay otras valoraciones –donde me incluyo-, que consideramos que no es poco el trayecto recorrido y que si bien se esperarían mayores avances en el conjunto de la agenda, hay que valorar como positivo el logro de lo obtenido hasta el día de hoy y hay que reafirmarse en que esta mesa debe continuar y lograr nuevos desarrollos programáticos en el conjunto de la agenda pactada.
Un conflicto de dos partes que han ejercido una violencia de manera sistemática para eliminarse, no se puede solucionar a las volandas, son muchos los factores que influyen en el ritmo de las negociaciones, más aún, cuando los dos tienen importantes reservas para mantenerse en la confrontación lo que los lleva a valorar sus posibilidades de permanencia en la confrontación como es el caso colombiano donde el Estado no pudo derrotar a las guerrillas y las guerrillas saben a ciencia cierta que no se podrán imponer al Estado, en medio de este realismo político, donde las guerrillas saben que la opción de la negociación es la más realista y la única que les queda antes de una derrota larga y dolorosa y un Estado que al no poder imponerse y someter a los rebeldes; ante una apremiante necesidad de dinamizar la economía que no es posible con un conflicto armado en un tercio del territorio ha optado por la salida negociada.
La variable tiempo es importante en este proceso, todo indica que las posibilidades de cerrar un acuerdo negociado entre Gobierno y Farc, de aquí a noviembre no tiene asidero en la realidad y en una mesa con el ELN, que aún no se abre, pone la posibilidad de concertar una pausa en la mesa funcionando y en la eventual como un horizonte de realidad que luego de las declaraciones del presidente Santos y la buena reacción de la delegación de las Farc como el escenario más probable, lo cual suscita preocupaciones y no pocas dudas en muchos sectores de opinión que temen que luego de la pausa el escenario sea finalización y no continuidad.
La solución negociada es un proceso político, es la política la que lo promueve o lo contiene y en la medida es que estamos cada vez más inmersos en el debate de las elecciones parlamentarias y presidenciales del 2014 y es poco conveniente que la mesa pueda realizar su trabajo sin verse afectada por la incertidumbre que genera no saber cómo va ser la composición del nuevo Congreso de la República, y quién asumirá la responsabilidad presidencial para el período 2014-2018, esta incertidumbre es la que hace necesaria la “pausa” en el funcionamiento de la mesa que transcurre en La Habana y que sin lugar a dudas debe continuar porque la posibilidad que Colombia logre una democracia de calidad y concerte un modelo de desarrollo con mayor legitimidad, pasan por el cierre del conflicto armado.
Las Farc, juegan a tensionar y a mantener exigencias altas; muchas de las cuales se pueden compartir con otras, pero tiene el propósito de ganar para sí y para sus ideas el mayor espacio posible, no sabemos sobre el desempeño del gobierno en la mesa de diálogos, pero muy seguramente estará tratando de lograr un acuerdo acotado y de mínimos por cálculo político que no sobredimensione a las Farc como actor de la política y por la responsabilidad que le compete como actor de mayor legitimidad ante una guerrilla con una opinión tan desfavorable, y una fragilidad de un proceso que no despierta mayores pasiones en el país, de manera desafortunada, entre los maximalismos de la guerrilla y el minimalismo del gobierno hay un amplio campo de actuación para construir un acuerdo que sea respaldado por la mayoría del país que queremos un cierre concertado del conflicto armado y las posibilidades de construir a Colombia con una democracia de calidad.
Las partes quieren el acuerdo: las Farc, saben que están en la senda de la derrota, su realismo político como buenos guerreros, la presión de sus bases sociales y políticas y una capacidad de dar saltos al vacío con la certeza que pueden permanecer en una Colombia que tiene mucho por transformar, los mantienen “atornillados” a la Mesa en tanto que el Gobierno con realismo y responsabilidad y motivado por interés económicos está jugado por la construcción de un acuerdo, estas son las buenas noticias de un proceso que una minoría quiere cerrar y que una mayoría del país con incertidumbre y sin pasión seguimos apoyando.
El debate presidencial que cada día cobra más ritmo, ya no va a girar sobre la paz negociada o la guerra, lo ideal es que su centro de actuación sea sobre el tipo de proyecto de paz que debemos y queremos promover. Si esto es así, habremos ganado mucho en un derrotero de acción política que pone el énfasis en los contenidos de una paz que cuestiona el precario orden democrático y las posibilidades de realización de una vida digna para la gran mayoría del país.
Las Farc, debe analizar con detalle la posibilidad de una tregua unilateral que ponga el debate en otro lugar y el gobierno del presidente Santos, debe dejar la esquizofrenia entre diálogos y negociaciones y la obsesión por seguir debilitando militarmente a las Farc. Si no salimos de este entrampamiento, lo que no significa no mantener una acción de Estado contra las Farc, será difícil sortear este complejo momento.
Como la vida social no se mueve sobre inercias, hay que mantener la iniciativa social, comunitaria y política, para persistir en que el camino de las soluciones negociadas y concertadas son las correctas.
Luis Eduardo Celis
Analista en temas de conflicto armado y construcción de paz
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 372
Semana del 11 al 17 de octubre de 2013
Corporación Viva la Ciudadanía
https://www.alainet.org/fr/node/80056?language=en
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