América Latina conoció, otrora, figuras que encarnaron la conjunción de intelectuales y hombres de acción. En la actualidad, la figura del intelectual parece haber desertado de la res publica, refugiándose más bien en el mundo de la academia. Por ello, llama la atención el Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, don Álvaro García Linera, quien acaba de recibir la distinción en Chile, como Doctor Honoris Causae de la Universidad de Arte y Ciencias Sociales (ARCIS). Conviene, pues, detenerse en algunas ideas expresadas por este intelectual latinoamericano que es, al mismo tiempo, un político, en el más alto sentido del término.
Al examinar el proceso constituyente en su país, García Linera advierta que un proceso histórico de este jaez no interpela a un gobierno sino a un estado y, en este sentido, representa una suerte de “armisticio” respecto a las fuerzas sociales hegemónicas. Un “armistitium” supone la suspensión de hostilidades y el preámbulo de un tratado de paz. Podríamos avanzar que se trata de un nuevo equilibrio de fuerzas e intereses en el seno de una sociedad que permite proyectar una idea de país distinta al orden precedente.
Es claro que las realidades históricas y antropológicas de Bolivia representan una singularidad que no se puede extrapolar, sin más, a otras naciones del continente. No obstante, hay cuestiones de orden general que, “mutatis mutandis”, bien pudieran ser elementos valiosos para la reflexión. Entre ellas, resulta interesante el énfasis del Vicepresidente en lo que podríamos llamar el ámbito simbólico, la cultura. La acción política, en su sentido último, no es sino la transformación de un “sentido común” Este aserto adquiere toda su profundidad en una era en que la hegemonía tecno industrial ha convertido lo simbólico en una “Hiper Industria Cultural” de alcance planetario.
Podríamos afirmar que el tardocapitalismo globalizado ha logrado instilar no solo los supuestos de un modelo económico neoliberal sino, en toda su radicalidad, un modelo antropológico encarnado en las llamadas “sociedades de consumidores”. En pocas palabras, lo político adquiere el rostro de una lucha por las conciencias humanas, colonizando el “imaginario histórico social” y con ello, prescribiendo un “modo de ser”. Esta “mutación antropológica” se expande en la justa medida que no encuentra resistencia, transformando con ello toda memoria, toda experiencia, la producción misma del imaginario, modos de vida y representaciones.
Pensar hoy el cambio social supone y exige la construcción de un nuevo imaginario que reconozca el sedimento histórico y social de nuestros pueblos en su variopinta diversidad. Pensar un proceso constituyente como “armisticio” nos instala en las antípodas de la “desmovilización” Se trata más bien de lo contrario, es hacer posible el advenimiento de “lo político” allí donde se ha pretendido abolir esta dimensión. Este advenir solo puede tomar la forma de un imaginario histórico y social inédito, capaz de instituir un nuevo universo de significaciones, un nuevo lenguaje.
Las reflexiones planteadas por el señor Vicepresidente de Bolivia encuentran su pertinencia en la sociedad chilena, donde lo político interpela, apenas, a un gobierno, sin instalar un horizonte de sentido histórico democrático de largo alcance. Pensar el porvenir de Chile para las décadas venideras nos exhorta a construir en común un país otro, un país democrático, inclusivo, justo y generoso, capaz de encontrarse en paz con sus hermanos latinoamericanos y consigo mismo.
Álvaro Cuadra
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS