El Derecho al delirio
17/10/1999
- Opinión
Ya está naciendo el nuevo milenio. No da para tomarse el asunto demasiado
en serio: al fin y al cabo, el año 2001 de los cristianos es el año 1379 de
los musulmanes, el 5114 de los mayas y el 5762 de los judíos. El nuevo
milenio nace un primero de enero por obra y gracia de un capricho de los
senadores del imperio romano, que un buen día decidieron romper la tradición
que mandaba celebrar el año nuevo en el comienzo de la primavera. Y la
cuenta de los años de la era cristiana proviene de otro capricho: un buen
día, el Papa de Roma decidió poner fecha al nacimiento de Jesús, aunque
nadie sabe cuándo nació. El tiempo se burla de los límites que le
inventamos para creernos el cuento de que él nos obedece; pero el mundo
entero celebra y teme esta frontera.
Una invitación al nuevo Milenio va, milenio viene, la ocasión es propicia
para que los oradores de inflamada verba peroren sobre el destino de la
humanidad, y para que los voceros de la ira de Dios anuncien el fin del
mundo y la reventazón general, mientras el tiempo continúa, calladito la
boca, su caminata a lo largo de la eternidad y del misterio. La verdad sea
dicha, no hay quien resista: en una fecha así, por arbitraria que sea,
cualquiera siente la tentación de preguntarse cómo será el tiempo que será.
Y vaya uno a saber cómo será.
Tenemos una única certeza: en el siglo veintiuno, si todavía estamos aquí,
todos nosotros seremos gente del siglo pasado y, peor todavía, seremos gente
del pasado milenio. Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí que
tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que sea.
En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de
derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que
el derecho de ver, oír y callar. ?Qué tal si empezamos a ejercer el jamás
proclamado derecho de soñar? ?Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a
clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible: el
aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de
las humanas pasiones; en las calles, los automóviles serán aplastados por
los perros; la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada
por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por
el televisor; el televisor dejará de ser el miembro más importante de la
familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas; la gente trabajará
para vivir, en lugar de vivir para trabajar; se incorporará a los códigos
penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por
ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que
canta y como juega el niño sin saber que juega.
En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el
servicio militar, sino los que quieran cumplirlo; los economistas no
llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la
cantidad de cosas; los cocineros no creerán que a las langostas les encanta
que las hiervan vivas; los historiadores no creerán que a los países les
encanta ser invadidos; los políticos no creerán que a los pobres les encanta
comer promesas; la solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie
tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo; la muerte y el
dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se
convertirá el canalla en virtuoso caballero; nadie será considerado héroe ni
tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene;
el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y
la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra.
La comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la
comida y la comunicación son derechos humanos; nadie morirá de hambre,
porque nadie morirá de indigestión; los niños de la calle no serán tratados
como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle; los niños ricos no
serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos; la
educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla; la policía no
será la maldición de quienes no puedan comprarla; la justicia y la libertad,
hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien
pegaditas, espalda contra espalda.
Una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será
presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india gobernará
Guatemala y otra, Perú; en Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un
ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de
la amnesia obligatoria; la Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las
tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo; la
Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios:
"Amarás a la naturaleza, de la que formas parte".
Serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma; los
desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos
son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto
buscar; seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan
voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido
y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las
fronteras del mapa o del tiempo; la perfección seguirá siendo el aburrido
privilegio de los dioses; pero en este mundo chambón y jodido, cada noche
será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.
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