2001: Recesión y Guerra
07/12/2001
- Opinión
Lo que hace del año 2001 un año de viraje no es sólo el clima de
guerra que se instauró, sino su combinación con la recesión
económica internacional. Para tener una idea de cómo el
escenario internacional cambió, baste recordar que el telón de
fondo de prácticamente toda la década del noventa fue la
expansión económica de Estados Unidos -pregonada como
inagotable- y la ideología de la globalización económica, que
sería portadora de todos los beneficios materiales de los países
más desarrollados, vía libre comercio, flexibilización laboral,
libre circulación del capital financiero y mercantilización
generalizada.
A pesar de las crisis en el sudeste asiático, en Rusia y en
Brasil, la euforia financiera y librecambista proseguía, con
Estados Unidos como garantía de suceso, por los éxitos
innegables que la economía de ese país presentaba. Se
consolidaba el papel de la economía estadounidense como la
locomotora de la economía internacional. Además de la
importancia cada vez mayor que ganaba su mercado interno -tanto
de consumo, como de atracción de inversiones financieras-, el
liderazgo en sectores atractivos, como la informática, la
industria de la diversión, las telecomunicaciones, parecía
proyectar a Estados Unidos como modelo de desarrollo económico a
seguir. A la par de Inglaterra, Alemania amenazaba seguir ese
camino, al igual que España e Italia, solamente en Europa. A
parte de la incorporación de las economías mexicana y canadiense
como áreas privilegiadas para la economía de Estados Unidos y la
proyección de un papel similar para el resto del continente, a
través del ALCA.
Aunque apelase a la fuerza para consolidar su papel dominante -y
los casos de Irak y de Yugoslavia son dos de esos casos-,
Estados Unidos desarrolló una capacidad hegemónica, por el poder
de persuasión, multiplicado por el monopolio que goza en los
grandes medios de comunicación, particularmente los audio-
visuales, como nunca se había presenciado en la historia de la
humanidad. Teorías como la del "fin de la historia" y del
"choque de civilizaciones" buscaron justamente dar cuenta de esa
"superioridad" de la forma de vida norteamericana como un
proyecto de civilización.
Ese impulso se agotaba mucho antes del 11 de septiembre. Las
estadísticas revelan que ya por el mes de marzo de 2001 la
economía de Estados Unidos, por una combinación de índices,
presentaba evidentes señales de haber entrado en recesión. Se
desmentía así la decantada tesis de que la "nueva economía" ya
no estaría sometida a los ciclos clásicos de la economía
capitalista y el propio sector de la informática -a la que se
atribuía una capacidad de arrastre sobre el conjunto de la
economía prácticamente de carácter infinito- era el que
evidenciaba de forma más aguda la caída brusca de la demanda y,
con ella, basado en un grado de endeudamiento insustentable, el
conjunto de la economía.
Por el papel central que había recuperado en la economía
internacional como un todo, sus reflejos se hicieron sentir
inmediatamente en otros países, llevando a economías como la
japonesa -ya en recesión- hacia abajo y revirtiendo la dinámica
de otras, como la de los países europeos. Economías que se
habían apuntalado directamente en base al ciclo expansivo de la
economía de los Estados Unidos, tuvieron un drástico giro de
crecimiento, como la mexicana que de un 7% pasó a índices
próximos a cero, con la desarticulación de gran cantidad de
empresas de maquila instaladas en su frontera norte. Otras,
como la argentina, que ya se encontraban en una situación de
impasse, vieron su situación agudizarse hasta límites extremos.
El nuevo discurso
Desde el ingreso de la economía internacional en el ciclo
prolongado recesivo iniciado a mediados de los años 70, es la
primera vez que todas las grandes potencias económicas entraron
simultáneamente en recesión, especialmente su trípode dominante
-Estados Unidos, Japón y Europa Occidental. El ciclo virtuoso
que la prolongada expansión norteamericana imponía -
insuficiente, de cualquier manera, para conseguir que el
conjunto de la economía supere aquel ciclo largo recesivo- se
revierte hacia un ciclo vicioso, abriendo un período recesivo
que, acentuado por los efectos del clima de guerra instaurado
por la reacción norteamericana a los atentados del 11 de
septiembre, promete extenderse todo el año 2001 por lo menos,
dado el grado del extenso y profundo endeudamiento de la
economía estadounidense, cuya expansión se había apoyado en ese
endeudamiento.
Ese giro significativo en el escenario económico fue potenciado
por las transformaciones resultantes de los atentados del día 11
de septiembre y de las reacciones norteamericanas, con el
bombardeo a Afganistán y con la redefinición de las prioridades
de la política de Estados Unidos, en los planos interno y
externo. De la promesa de progreso y modernización presente en
la propuesta de incorporación a la globalización liberal -vía el
"libre comercio", la estabilidad monetaria, la flexibilización
laboral y el conjunto de políticas propuestas por el Fondo
Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización
Mundial del Comercio- se pasó a otra, dado que ésta era
cuestionada por la recesión que visiblemente se instauraba en la
economía norteamericana y, por extensión, en la mundial.
El nuevo discurso norteamericano pasó a centrarse en la idea de
"seguridad" -interna y externa- contra el terrorismo. Ese
viraje permitió al gobierno de Estados Unidos, valiéndose del
carácter brutal y espectacular de los atentados de que fueron
víctimas el día 11 de septiembre de 2001, retomar la iniciativa
política y militar, perdida por el cuestionamiento al orden
económico liberal desarrollado desde la irrupción del movimiento
de Seattle -el 30 de noviembre de 1999- y acentuada por la
política aislacionista del gobierno de Bush.
Valiéndose de su incuestionable superioridad militar y del hecho
de haberse convertido en la única potencia con intereses
políticos globales, Estados Unidos pasó a poner en práctica la
política sistemática que promueve el nuevo clima de guerra fría
en el plano internacional y de fuerte control represivo dentro
del país. Ganó capacidad de iniciativa, con beneplácito de las
otras grandes potencias y reaproximándose a la China y a Rusia,
en función de una coalición militar que -en el estilo de guerra
fría- se basa más en la cantidad de divisiones de cada fuerza y
en la oposición al enemigo definido como fundamental, antes que
en principios de un orden internacional mínimamente democrático,
institucionalizado y estable. Estas dos potencias regionales
ganaron posición de destaque en una política norteamericana que
reafirma su unilateralismo, estableciendo coaliciones para cada
circunstancia, actuando sin consulta o límite alguno, de
cualquier naturaleza, que no sean sus propios intereses y
objetivos.
Era de incertezas
De esta manera, la capacidad inmediata de acción de Estados
Unidos se ha fortalecido, posibilitando que militarice los
conflictos, colocándolos en un plano donde su superioridad es
más evidente, pero ha perdido en capacidad de persuasión, su
capacidad hegemónica se ha debilitado. Porque si la promesa de
acceso a los bienes más modernos contenida en el discurso
anterior era tentadora para segmentos significativos de la
población mundial -de la China a Europa Occidental, de la India
a América Latina, de África a Rusia- el discurso de seguridad es
de más corto plazo e interesa a sectores mucho más reducidos de
los 6 mil millones de personas en el mundo.
Así, al contrario de los triunfos en la guerra del Golfo y en
Yugoslavia, el conseguido en Afganistán -cualquiera sea la forma
que asuma- no promete estabilización en la región ni en el orden
político mundial. En lo inmediato, se agudizarán las
condiciones de inestabilidad en dos países importantes para
Estados Unidos, por diferentes razones -Paquistán y Arabia
Saudita-, por los vínculos de las élites de esos países y de
amplios sectores populares, en el primer caso, al
fundamentalismo islámico.
Además, la recesión hizo que el gobierno de los Estados Unidos,
para ponerse al frente de la reactivación económica y del
combate al terrorismo, desmienta varias tesis que él mismo había
afirmado. Por un lado, perdonó la deuda de Paquistán, para
conquistar a ese país para que sea parte de la coalición de
guerra, medida que antes consideraba imposible y un mal
precedente. Por otro lado, se vale de recursos estatales para
tratar de reactivar la economía violando los preceptos del
liberalismo económico asumido por su gobierno. En tercer lugar,
anunció una cacería de dineros sucios que financiarían el
terrorismo, señalando en dirección del control y extinción de
los paraísos fiscales, demanda pregonada por los críticos de la
globalización liberal. Por último, el gobierno de Estados
Unidos financia, para abaratarla, la producción de medicamentos
contra el ántrax, medida que consideraba imposible respecto a
los medicamentos para el combate al SIDA.
Así, el viraje de 2001 -que nos introdujo en tiempos en los que
viviremos en peligro- representó la quiebra de una década de
relativa estabilidad de dominación de la nueva hegemonía -la
norteamericana- y nos condujo a una era de incertezas y, según
la definición del propio nuevo discurso de Estados Unidos, a una
era de terrorismo global.
https://www.alainet.org/pt/node/105460
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