Nuevos paradigmas del modelo
Uruguay: La "carta de ilusión" firmada con el FMI
08/04/2002
- Opinión
La República(1) denominaba en una nota editorial, a la reciente
"Carta de Intención" firmada por el gobierno uruguayo con el Fondo
Monetario Internacional, como una "carta de ilusión" Y lo hacía bien.
Una lectura algo superficial del mamotreto con que cada año el equipo
económico demuestra su sumisión ideológica y práctica a ese organismo
"internacional", lo demuestra. En realidad allí se expresan los
elementos de la política económica que quiere EE.UU. apliquen los
países que están en su área de influencia que son aceptados, sin
críticas. Pero son tantas las "picardías" con qué el equipo
económico quiere convencer a los auditores llegados del norte, que si
no fuera ello una tragedia para el país, deberíamos tomarlo con una
exultante actitud para comentar en los cafés.
El equipo económico, como la excusa es de buen recibo por parte de
los técnicos del FMI, sigue sosteniendo que los "impactos externos"
son los que han perjudicado a Uruguay y que, en razón de ellos -
producidos en una seguidilla implacable- el país no ha podido
ingresar en la senda de la recuperación económica y el desarrollo.
Allí mencionan por lo menos tres "impactos": la epidemia de aftosa,
la crisis en Argentina y, la última novedad, los problemas
energéticos de Brasil que ahora integran también el grupo de las
"siete plagas de Egipto" que han malogrado la "eficiente" labor de
nuestro equipo económico.
Ni siquiera vale la pena analizar tanta superficial palabrería,
expresada en un estilo engorroso e imbuido de un intento de asimilar
el escrito al que los tecnócratas, de otros países, entregan a los
funcionarios del organismo "internacional".
Loa funcionarios del FMI llegan para entregar sus recetas de cuatro
puntos y "ayudar" a redactar las sacrosantas "cartas de ilusión".
Por
supuesto, como solo toman contacto con los miembros del equipo
económico y los mozos de los hoteles de cinco estrellas donde se
alojan, no logran entender nada de la realidad cotidiana.
No comprenden, porque si lo hicieran mirarían desde su soberbia, con
otros ojos, quizás más críticos o más risueños, a su contraparte
uruguaya, que ha logrado el triste récord de que ninguno de los
anuncios realizados se haya cumplido. Ni los vinculados a la
reactivación económica, ni al abatimiento del déficit, ni al
mejoramiento del empleo, ni a la reorganización del Estado, ni a la
reducción del gasto estatal, ni nada de nada.
Si esos funcionarios del FMI en lugar de sentarse en el lobby del
hotel esperando al auto oficial que los llevara al Ministerio de
Economía para participar en otras tediosas jornadas de análisis, en
donde pasan frente a sus ojos cifras sin mayor contexto, afirmaciones
sin sustento y falacias, (para no utilizar otra palabra), caminaran
una pocas cuadras por Montevideo, hablaran con la gente,
comprenderían como se les venden "ilusiones" y que las perspectivas
que se manejan no son más que expresiones de deseo que, además, no
están basadas en ningún elemento tangible que permita probar su
viabilidad.
La falta de seriedad de este gobierno y de la coalición que lo
sustenta, es trágica en todo sentido. Además todo está impregnado en
una evidente carencia de idoneidad técnica que es tan grave como la
"politiquería barata" que aparece en cada oportunidad, dos de los
elementos que son la base de la mayoría de las decisiones que siguen
aplicando.
La muestra más acabada de ello, es el último ajuste recesivo, con qué
el gobierno pretende superar la actual crisis, que ya lleva casi
cuatro años de vigencia, que se instaló luego que el por entonces
presidente Julio María Sanguinetti, su ministro de Economía Luis
Mosca y el director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto,
Ariel Davrieux, mirando con displicencia la modificación cambiaria
aplicada en Brasil, sostuvieran que no había que hacer nada porque
allí se produciría un rebrote hiperinflacionario que determinaría un
regreso al punto inicial..
El resultado de esa soberbia fue perder al principal mercado externo
que tenía la producción uruguaya, quedando nuestros productores, de
todas las ramas de exportación, con precios fuera de competencia.
Decimos "mercado externo", porque el principal mercado que tiene la
producción uruguaya, es el interno.
La debacle provocada por tanta "chachara" e incomprensión de los
fenómenos económicos, desató primero una rápida recesión y luego el
ingreso del país en una crisis, con grave destrucción de sectores
productivos enteros que hoy sigue en pleno auge, sin que haya una
sola medida a favor de una reactivación económica.
Ya bajo la presidencia de otro colorado, el doctor Jorge Batlle, que
designó al frente de la Economía a un representante de la banca
privada, el contador Alberto Bensión, la caída siguió en una
progresión rampante. Nadie pudo prever la epidemia de aftosa, se
dice. Quizás porque se siguieron, al respecto, las indicaciones de
los mismos organismos internacionales, que escribieron, con mala
letra, una receta absurda para Uruguay. Dejar de vacunar y liquidar
todas las fábricas y los stock de inoculantes, porque no era
concebible un país "libre de aftosa" con esas prevenciones. Mala
letra y peor diagnóstico. Uruguay es el país más pequeño del
continente, con fronteras abiertas y hasta un estudiante recién
ingresado a algunas de las Facultades que entienden en el tema, sabía
que el virus de esa enfermedad transita muchos kilómetros incluso por
el aire. Y ni hablar en las ruedas de los vehículos, en el calzado
de
las personas, en las corrientes de agua.
Como consecuencia de tanto sometimiento ideológico, se produjo el
primer gran papelón de nuestro presidente en Washington. Cuando
había anunciado en forma reiterada que le plantearía al presidente
Bush la apertura de "7 mil carnicerías" en los EE.UU. para vender
todas nuestras carnes, unos minutos antes del encuentro debió meter
el violín en bolsa. Desde Uruguay le avisaron que estaba ocurriendo
aquello que cualquier persona con sentido común podría haber
previsto: el comienzo de otra epidemia de aftosa que paralizó, de un
día para otro, las exportaciones de carne.
Luego vino la crisis de Argentina, el país paradigmático para el FMI,
que cumplió cada una de sus recetas, privatizando todas sus empresas
públicas y traspasando también al capital financiero internacional
las empresas privadas de importancia. El resultado de la receta fue
el mismo que determinó que en Africa cayera el 21 % de su PBI. Los
sostenedores del modelo, por supuesto, sostienen que el fracaso
argentino se sustenta en los altos índices de corrupción que allí
existen y que han hecho colapsar a la clase política del país vecino.
Olvidan de señalar, otro elemento que es esencial, que el modelo trae
consigo nuevos paradigmas: ya no importa la calidad de las personas,
su apego a la ley y a basamentos éticos permanentes. Ellas ahora se
miden por la riqueza que pueden ostentar, y como la ética ya no es de
recibo, diluyéndose en el marco de coimas, pagos por debajo de la
mesa, contrabando de armas o de whisky, lavado de dinero, etc., el
resultado de lo ocurrido está a la vista.
¿Qué tiene de distinto lo ocurrido en la Argentina, con algunas cosas
que siguen pasando en Uruguay? ¿Cómo se califica, por ejemplo, el
salvataje que el gobierno realizó en un banco luego del flagrante
delito de uno de sus dueños, mientras sostiene no tener recursos para
atender a los afectados por el brutal tornado? ¿Alguien podría
defender la pérdida, en tan solo dos meses, de más de mil millones de
dólares de reservas del Banco Central, para tapar agujeros
financieros y jugar a favor de una gigantesca campaña contra el peso
uruguayo, mientras se reducen los aportes a la Escuela Horizonte, o
se suspende la comida para los niños en las escuelas? ¿Se puede
concebir que siga ANCAP pagando por sus negocios mal concebidos, con
algunos "absurdos" como la compra de acciones a mayor precio que su
cotización en bolsa, que han determinando perdidas superan los 216
millones de dólares, mientras se retacean recursos para la
investigación científica achicando los aportes al PEDECIBA? ¿Es
admisible que se siga utilizando a mansalva el arbitrio del contrato
de obra para hacer ingresar a la administración pública a cientos y
cientos de amigos políticos, mientras no se crea un solo cargo de
maestro?
Este es el país en que vivimos y esas distorsiones, que serían
impensables en el pasado, no son otra cosa que otra consecuencia del
modelo que el gobierno sigue llevando adelante.
Un país de servicios, con un sistema financiero floreciente, ideado
para actuar como "caja negra" de los argentinos. Un país que tiene
asignado el triste papel de ser el mayor exportador de personas del
mundo.
Carlos Santiago es periodista
(1) Diario matutino uruguayo.
https://www.alainet.org/pt/node/105753?language=en
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