Un tratado cargado de cadenas
09/12/2002
- Opinión
En enero pasado el presidente Bush anunció que un Tratado de Libre
Comercio de los Estados Unidos con Centroamérica constituía una prioridad de
primera línea para su administración. Al principio causó cierto asombro esta
declaración de un presidente ocupado exclusivamente en la guerra total contra
el terrorismo. Ya por entonces, los halcones de la Casa Blanca comenzaron a
dibujar las líneas maestras de lo que posteriormente sería la nueva doctrina
de seguridad de los Estados Unidos, basada en la supremacía militar y la
expansión global del libre comercio. Convertida el pasado mes de septiembre en
doctrina oficial, esa estrategia de seguridad nacional estadounidense reafirmó
que, en un comienzo, el acuerdo de libre comercio con Centroamérica era el
punto focal principal de cara al objetivo de crear en el 2005 el Area de Libre
Comercio de las Américas(ALCA).
¿Por qué Centroamérica? El ALCA se estaba complicando y ya estaba en
marcha el Plan Puebla-Panamá con la perspectiva de inversiones
multimillonarias para crear el corredor mesoamericano que facilite a las
transnacionales una nueva guerra de conquista por los recursos de la región.
Centroamérica se convierte así en territorio de expansión natural del Tratado
de Libre Comercio que ya vincula a Canadá, Estados Unidos y México, amarrada
ahora por el Plan Puebla-Panamá, cuyas inversiones cobran sentido en el marco
jurídico de un TLC que subordine las legislaciones nacionales de cada uno de
los países centroamericanos al acuerdo supranacional con los Estados Unidos,
que estimule y garantice los intereses de las empresas transnacionales que
operan y operarían en la región, la inmensa mayoría estadounidenses. La
vulnerabilidad de los países centroamericanos y la propensión al vasallaje de
sus actuales gobiernos, son reconocidos por funcionarios de la administración
Bush como elementos que favorecen esa estrategia expansionista del "paso a
paso", para debilitar la oposición al ALCA en el bloque regional del Sur que
encabeza Brasil, y al mismo tiempo favorecer la posición estadounidense en las
negociaciones multilaterales de la ronda de Doha, que se llevan a cabo en el
seno de la Organización Mundial del Comercio.
El jefe de negociadores de los Estados Unidos, Robert Zoellick, ha dicho
que nada quedará excluido en las negociaciones del TLC con Centroamérica. El
esquema de negociación es prácticamente idéntico al del ALCA. En síntesis se
trata de nueve grupos de negociación:
1. Servicios. Todos los servicios públicos deben estar abiertos a la
inversión privada.
2. Inversiones. Los gobiernos se comprometen a otorgar garantías
absolutas para la inversión extranjera.
3. Compras del sector público. Todas las compras del Estado deben estar
abiertas a las transnacionales.
4. Acceso a mercados. Los gobiernos se comprometen a reducir, y llegar a
eliminar, los aranceles y otras medidas de protección a la producción
nacional.
5.Agricultura. Libre importación y eliminación de subsidios a la
producción agrícola.
6. Derechos de propiedad intelectual. Privatización y monopolio del
conocimiento y de las tecnologías.
7. Subsidios, antidumping y derechos compensatorios. Compromiso de los
gobiernos a la eliminación progresiva de barreras proteccionistas en todos los
ámbitos.
8. Política de competencia. Desmantelamiento de los monopolios
nacionales.
9. Solución de controversias. Derecho de las transnacionales de enjuiciar
a los países en tribunales internacionales privados.
La representación estadounidense ya ha hecho saber a la parte
costarricense que el TLC es incompatible con nuestra posición en materia de
telecomunicaciones, energía, combustibles, seguros y banca. Asimismo ha
advertido que si nuestros agricultores pretenden excluir una serie de
productos o mantener ciertas medidas de protección y salvaguarda, no habrá
TLC. No han escapado a la amenaza los servicios de educación y de salud, y se
ha expresado irritación con la pretensión nacional de incluir un capítulo de
garantías ambientales en la Constitución que frene el expolio de nuestros
recursos naturales y de nuestra biodiversidad.
Mientras tanto, los Estados Unidos no renuncian a la política de
subsidios para la agricultura: 180 mil millones de dólares para los próximos
10 años, ni a otras medidas proteccionistas que consideren necesarias. Sin
necesidad de TLC, nuestro país ya está informado de lo que los Estados Unidos
puede hacer si considera que sus intereses están en peligro, como hemos visto
en el caso de la cogeneración eléctrica y de las humillantes amenazas de la
Corporación Privada de Inversiones de Ultramar(OPIC), agencia del Departamento
de Estado, que asegura las inversiones de las empresas norteamericanas contra
el riesgo político en otras naciones.
El TLC busca intensificar los tres componentes fundamentales que
orientaron las políticas de ajuste estructural de la globalización neoliberal
en las dos últimas décadas:
Liberalización: se trata de radicalizar la liberalización de los mercados
de bienes, servicios, inversiones, derechos de propiedad intelectual y de
eliminar los aranceles a la importación y los subsidios a la producción
interna.
Desregulación: se busca reducir al mínimo las funciones del Estado de
regular y conducir una estrategia de desarrollo nacional, eliminando todas
las restricciones a los operadores del mercado, fudamentalmente
transnacionales.
Privatización: se impulsa un proceso radical de eliminación de la
propiedad pública.
No es difícil adivinar que ese triple proceso, que ya ha causado grandes
estragos políticos, económicos, sociales y ambientales en el país, empuja a la
desintegración de la economía nacional y del resto de las economías
centroamericanas, frente al poder de los Estados Unidos y de sus
transnacionales. Coloca a nuestros estados nacionales al servicio de esos
intereses imperialistas supranacionales. Alimenta a la fiera de la competencia
para atraer inversiones a nuestros países sobre la base de mano de obra
abundante y barata y de la desregulación salvaje del mercado laboral y del
ambiente.
Una posición digna y patriótica debe exigir el respeto de algunos
principios rectores para evaluar un acuerdo comercial:
I. DEMOCRACIA. Significa información, debate, participación ciudadana,
transparencia, consulta popular a través de un referéndum. Procesos que no se
están dando en las negociaciones en curso en torno a este tratado. Al
contrario, lo que impera es el secreto, las negociaciones de noche y sin
taquígrafos, vergüenza que se trata de esconder detrás del biombo de
"consultas cosméticas" y de "buzones de sugerencias".
II. EQUIDAD. No existe ningún reconocimiento real de las asimetrías entre
naciones con disparidades abismales de recursos, lo que introducirá y
profundizará nuevas y odiosas desigualdades, discriminaciones e injusticas
contra nuestros países y pueblos. No hay trato diferenciado entre naciones tan
desiguales en desarrollo, ni medidas compensatorias, ni trato preferencial.
Tampoco se aborda el problema de la equidad en cada nación. Los programas
sociales están totalmente ausentes.
III. SOBERANIA. La facultad de los gobiernos nacionales para llevar a
cabo las políticas decididas democráticamente por los pueblos, se reduce
drásticamente. El TLC opera como una camisa de fuerza que impide a los
gobiernos actuar o rectificar, que somete la legislación nacional a comisiones
supranacionales controladas y monitoreadas por las empresas transnacionales,
en condiciones de penalizar a cualquier estado que no se someta a sus
políticas.
IV. SUSTENTABILIDAD. Se impone una tendencia a la explotación y
exportación de los recursos naturales y a la desregulación ambiental en
materia de inversiones. Se pretende garantizar el acceso a recursos
estratégicos como agua, bosques, petróleo, minerales, biodiversidad, lo que
asestaría un golpe mortal a una política basada, más allá de la retórica, en
un desarrollo humano sustentable.
Frente a estos desafíos de envergadura histórica para Costa Rica y las
naciones centroamericanas, el gobierno de Abel Pacheco ha puesto la
"negociación" en manos de un equipo de integristas neoliberales, reclutado
en los templos de CINDE y del INCAE, que elogia sin mesura los beneficios que
obtendría Costa Rica con la firma de un Tratado de Libre Comercio entre
Centroamérica y los Estados Unidos. De nada sirve la experiencia de veinte
años de recetas de ajuste neoliberal en nuestro país y América Latina y sus
resultados: más hambre, más desigualdad, más exclusión, más desempleo, más
corrupción. El equipo "negociador" designado por el presidente Pacheco
sostiene que el problema es que la dosis recetada es insuficiente: el TLC con
Estados Unidos obligará, por fin, a Costa Rica a dejar el "nadadito de perro"
y avanzar sin complejos por la senda gloriosa de la privatización, la
desregulación y la liberalización: la santísima trinidad de ese
fundamentalismo de mercado que ha convertido el eslogan del "libre comercio"
en acto de fe y arma de conquista al servicio de las transnacionales y de los
círculos de negocios.
Como en toda guerra de conquista de habla de ganadores y de perdedores en
Costa Rica. Se dice que quienes sepan usar lar armas de la competitividad y de
la eficiencia se salvarán del naufragio generalizado, el resto se ahogará o
sobrevevirá a duras penas. Pero el asunto no dependerá del ardor guerrero sino
de la estructura y relaciones de clase dentro de cada país y de las alianzas
de clase establecidas a nivel internacional.
Un destacado funcionario del Departamento del Tesoro de Estados Unidos le
dijo al economista Faux, también estadounidense: " lo que usted tiene que
entender es que nosotros negociamos con personas que pertenencen a las clases
altas de aquellos países que comparten con nosotros gran número de intereses
económicos y políticos".(Faux: Rethinking the Global Political Economy, EPI,
2002).
Eso es lo que debemos entender. El neoliberalismo de guerra, como lo
llama González Casanova, ha traído hambre y desigualdad a muchísmos
costarricenses y latinoamericanos, perto hay clases sociales en el Norte y en
el Sur, y en realidad el 20% de las personas más ricas del mundo son miembros
de las clases dominantes del Sur. Alguien negocia en Costa Rica, pero no en
nuestro nombre, sino defendiendo los intereses de los poderosos del Norte y de
los poderosos del Sur.Los "negociadores" costarricenses siempre han defendido
la privatización del ICE, del INS, de Recope, de los bancos públicos, de la
salud , de la educación, de los aeropuertos, muelles, ferrocarriles,
cárceles..., ¿ defenderán en una negociación con Estados Unidos lo que quiere
y defiende la mayoría de nuestro pueblo ?
El neoliberalismo enfrenta una crisis de credibilidad, de gobernabilidad
y de sobreproducción, que trata de manejar y de superar a través de nuevas
políticas de control y de apropiación de los recursos mundiales, y también del
mayor control de los gobiernos y estados nacionales. ALCA, Plan Puebla-Panamá,
TLC, Plan Colombia, guerra contra Irak... toda forma parte del mismo juego
macabro, que los pueblos deben enfrentar con alianzas nacionales, regionales e
internacionales que les permitan resistir y construir otra Costa Rica, otra
América Latina, otro mundo posibles.
* José Merino del Río, Coordinador del Foro de Acción Política "Otra
Costa Rica es posible, otro mundo es posible". Artículo publicado en la
edición del 6 de diciembre del semanario Universidad
https://www.alainet.org/pt/node/106685
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