Recobrando la credibilidad
06/07/2003
- Opinión
Los primeros 40 días del gobierno del presidente Néstor
Kirchner parecen estar transcurriendo en un clima de
creciente aceptación de su liderazgo y líneas de gobierno.
El candidato que apenas cosechó el 22% de los votos en la
primera vuelta de la elección presidencial en abril último,
ahora cuenta con casi un 80% de apoyo de la población. Este
apoyo se debe a su estilo sencillo, pero decidido, y a una
serie de medidas políticas de peso que le han ayudado a
consolidar su poder, mejorar su imagen e imponer la idea de
que habrá cuestiones que cambiarán sustancialmente durante
su gestión.
Si algo caracteriza a los funcionarios del nuevo gobierno es
que dan la impresión de haberse hecho eco de las protestas
populares contra la clase política, sus negociados y las
denuncias de corrupción, tanto en el ámbito legislativo como
ejecutivo y judicial, que dieron sustento a las jornadas de
diciembre de 2001, cuando la población se volcó a las calles
pidiendo cambios sustanciales en la vida política, económica
y social del país. El gabinete de Kirchner pareciera estar
queriendo transparentar al máximo sus acciones con medidas
que apuntan a destruir los focos de corrupción largamente
denunciados, creando nuevos vínculos de confianza con la
población. También al tomar una cierta autonomía y perfil
propio en la negociación con los organismos monetarios
internacionales por el tema de la deuda externa, ha logrado
concitar el apoyo de la gente, harta ya de las "relaciones
carnales" con los Estados Unidos, inauguradas por el
gobierno de Menem a comienzos de la década del 90 y que
llevaron a una pérdida de autonomía y credibilidad de la
política exterior del país. Algunos observadores de la
derecha política no dejan de señalar con cierta preocupación
una suerte de "izquierdización" de la sociedad argentina y
un crecimiento del sentido nacional.
La aceptación al presidente está acompañada por buenos
signos de crecimiento de la economía, lo que da sustento a
un cierto aire de esperanza en una mejora en el nivel de
vida de la población. Las señales son todavía mínimas y
tanto economistas como funcionarios son cautelosos al
respecto. Pero se espera un crecimiento del 5% del PBI para
el año en curso y ya han crecido los pedidos de empleo en la
economía formal en un 121,71% respecto a junio de 2002,
buena parte en el área técnica y de sistemas. También los
economistas señalan que ha habido un aumento importante del
empleo en las actividades de la construcción y agrícola y en
la economía informal, aunque se trata de un índice difícil
de medir. Todavía falta la recuperación del crédito, aunque
los bancos oficiales ya han comenzado a lanzar líneas de
créditos personales y para la producción. La falta de
crédito que pueda incentivar un repunte del mercado interno
es preocupante y las nuevas autoridades saben que se trata
de un tema clave si se quiere realmente revertir la actual
situación de decaimiento.
El clima de mayor confianza se nota en un pequeño aumento de
los consumos de la clase media en rubros que habían caído
notoriamente durante la crisis, como libros, CDs,
indumentaria, artículos para el hogar, vacaciones y
esparcimiento. Pero lamentablemente este leve repunte no
llega a notarse en los grupos más desprotegidos, donde el
desempleo continúa siendo alto y no ha comenzado a
recuperarse ni siquiera el consumo de alimentos. Si no
fuera por los planes jefes y jefas de hogar que entregan
subsidios a las cabezas de familia que no tienen ocupación,
la crisis social podría estar alcanzado límites
insostenibles. Un 40% de las personas desocupadas tienen
una familia con hijos a cargo. Se trata de alrededor de 2
millones de hombres y mujeres que reciben un equivalente a
60 dólares por mes para hacer frente a sus necesidades más
elementales. Si bien estos planes han sido criticados por
incentivar el clientelismo político y no ser del todo
transparentes, el gobierno piensa seguir adelante con los
mismos aunque espera avanzar trabajando por una mayor
transparencia en el otorgamiento de estos beneficios . Por
el momento ha creado un registro único de beneficiarios para
limpiar listados y evitar el fraude y la manipulación.
El caudal político de Kirchner
Una de las primeras pruebas de fuego que tuvo el presidente
Kirchner fue enfrentar el tema del juicio político a los
miembros de la Corte Suprema de Justicia, cuerpo colegiado
que funcionó con una denominada "mayoría automática" durante
la gestión de Carlos Menem y luego de la misma,
salvaguardando siempre los intereses del ex presidente y de
sus amigos y socios. En un pedido público a las cámaras
legislativas, Kirchner urgió a senadores y diputados a
encaminar el juicio político a los jueces cuestionados.
Luego de este discurso transmitido por cadena nacional que
dio mucho que hablar, Kirchner decidió renunciar al
privilegio que le otorga la Constitución Nacional de nombrar
a los jueces de la Corte Suprema y por decreto presidencial
decidió que si bien el nombre del candidato o candidata iba
a ser nominado por el Poder Ejecutivo, el mismo iba a ser
considerado por el Congreso Nacional y habría audiencias
públicas en las que participarían las asociaciones de
abogados, de magistrados, los cuerpos académicos, organismos
de derechos humanos y otras entidades afines al tema para
discutir la candidatura y hacer las recomendaciones u
objeciones del caso.
Con esta resolución, el presidente aventó cualquier sospecha
de que quisiera emular al menemismo y su manejo discrecional
de la justicia.
La Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados de
la Nación a los pocos días del discurso presidencial comenzó
la sustentación del juicio al presidente de la Corte
Suprema, Dr. Julio Nazareno, un abogado que fue socio de
Menem y de su hermano Eduardo Menem, hoy senador nacional,
en el estudio que compartían en La Rioja. Nazareno fue
comisario en la ciudad de La Rioja y durante la gobernación
de Carlos Menem integró el Tribunal Superior de la
provincia. Llegó a la Corte Suprema de la mano del ex
presidente y jamás se destacó por sus fallos ni por sus
condiciones de jurista. No obstante, fue notoria su
incondicional fidelidad a Menem y a sus intereses.
Acosado por los cargos y temeroso de perder la abultada
jubilación que le corresponde como ex integrante de la Corte
Suprema, Nazareno renunció antes de que comenzara el juicio
político. Para la vacante, Kirchner envió al Congreso el
nombre de un penalista de prestigio internacional, el Dr.
Eugenio Zaffaroni, quien fue juez durante 20 años,
legislador constituyente y presidió el Instituto Nacional
contra la Discriminación durante el gobierno de la Alianza.
Zaffaroni, quien se declara políticamente independiente;
recibió en pocas horas el apoyo de los organismos de
derechos humanos, organizaciones de abogados y cuerpos
académicos. Todavía hay casi un mes para discutir su
candidatura, pero los sondeos de opinión dan que un 57% de
la opinión pública lo aprueba, ante, nuevamente, los saltos
nerviosos de la derecha que no ven con buenos ojos que un
juez que se declara "defensor del Estado social de Derecho"
sea miembro de la Corte, temerosos una vez más de la
"izquierdización" de la Argentina.
Mientras tanto, Kirchner pretende continuar cosechando
adhesiones y afirmando su poder presidencial. Como señaló
el propio Zaffaroni al referirse al por qué de su nominación
en los reportajes que le hicieron diversos medios, "el mayor
rédito político que tiene (el presidente Kirchner) es la
transparencia". "Sería suicida hacer otra cosa", agregó
refiriéndose a la imposibilidad de volver a una Corte
Suprema adepta. Señales como esta son las que espera la
sociedad argentina, harta de los amiguismos, corruptelas y
mayorías automáticas que llevaron al país al descreimiento y
a la ruina de las instituciones democráticas.
https://www.alainet.org/pt/node/107823
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