Cancún: Las negociaciones sobre el comercio agrícola
18/09/2003
- Opinión
El fracaso de las negociaciones de setiembre 2003 en
Cancún sobre el comercio agrícola ha puesto de relieve la
profunda contradicción existente, también en ese plano,
entre la Unión Europea y Estados Unidos por un lado y los
países pobres o semidesarrollados, por el otro.
La raíz del conflicto consiste en que la sobreproducción
agrícola de la Unión Europea y de Estados Unidos está
ampliamente subvencionada, especialmente los cereales,
el azúcar, los productos lecheros, el algodón, etc. que
compiten en el mercado internacional con los mismos
productos del Tercer Mundo. Se estima que en 2003 el
monto total de las subvenciones asciende a más de 300 mil
millones de dólares anuales, es decir unas seis veces la
"ayuda" al desarrollo. Este "dumping" de los países ricos
tiene por consecuencia la limitación del acceso al
mercado internacional de los países exportadores del
Tercer Mundo y la ruina en estos últimos países de los
pequeños campesinos que producen cultivos de subsistencia
y para el mercado interno y también en algunos sectores
para la exportación, pues no pueden competir con la
producción subvencionada. Por ejemplo en el caso del
algodón, unos 12000 productores estadounidenses
recibieron en 2002 más de 3 mil millones de dólares de
subvenciones, lo que les permite vender por debajo del
costo de producción. Por el otro lado, el beneficio de
los cultivadores de algodón en África, que tendría que
dar para vivir a unas 10 millones de personas, se redujo
prácticamente a cero. Y los principales países de África
exportadores de algodón (Benin, 75% de las exportaciones,
Mali, 50 % de sus recursos en divisas y Tchad, primer
producto de exportación) perdieron 250 millones de
dólares. Además, sobre todo las transnacionales
agroalimentarias estadounidenses están cambiando desde
hace años los hábitos alimentarios en distintas regiones
del mundo, por ejemplo han logrado suplantar en algunos
países africanos la mandioca, producida localmente, por
el trigo que dichos países deben importar, en Japón el
arroz y el pescado ha sido en buena parte suplantado por
el trigo y la carne, también importafdos, etc. O han
logrado introducir su propia producción compitiendo con
el mismo producto local, como ocurre con el maíz en
México, que se autoabastecía desde hace miles de años y
ahora importa de los Estados Unidos el 30 por ciento del
maíz que se consume en el país. La agricultura local, con
sus sistemas tradicionales adaptados al clima y a la
tierra, tienden a desaparecer y al mismo tiempo
desaparecen el autoabastecimiento y la seguridad
alimentaria. La Unión Europea y Estados Unidos realizan
esa política no sólo por razones económicas, sino también
políticas: sus agricultores no son muy numerosos pero
constituyen una reserva electoral mayoritariamente
conservadora que puede resultar decisiva en una elección.
Lo mismo ocurre en Japón con los productores de arroz,
que están subvencionados a nivel del 700 por ciento del
costo de producción.
Dice Messerlin (op.cit. pág. 63) que las subvenciones a
las agricultura costaron 86 mil millones de dólares a los
contribuyentes y a los consumidores de la Unión Europea
en 1990. Pero en muchos casos, sigue diciendo Messerlin,
los agricultores están lejos de ser los principales
beneficiarios de esta política: el 80% de las
subvenciones a la exportación para los cereales franceses
son percibidas por siete sociedades transnacionales: tres
europeas (Richco, Soufflet y Toepfer) y cuatro
estadounidenses (Cargill, Continental, Dreyfus y
Tradigrain). Haciendo una extrapolación de esta
estimación de Messerlin para 1990 y sobre la base de que
alrededor del 80 por ciento del comercio agrícola
internacional está en manos de sociedades
transnacionales, se puede suponer que en 2003 las
sociedades transnacionales del sector se quedan con unos
200 mil millones de los más de 300 mil millones de
dólares de las subvenciones a la agricultura. Cabe
concluir que los países ricos "exportan" su problema
agrícola de sobreproducción con las consecuencias que se
acaban de ver (elevado costo -unos mil dólares anuales
por familia- para los contribuyentes europeos,
estadounidenses y japoneses por un lado y hambrunas,
cambio de los hábitos alimentarios y ruina de la
agricultura local en los países pobres, por el otro) y
que los principales beneficiarios de esta política son
las sociedades transnacionales agroalimentarias.
(Fuentes consultadas sobre la cuestión agrícola , entre
otras : Messerlin, La nouvelle Organisation mondiale du
commerce; Rainelli, Michel, l'Organisation mondiale du
commerce, Ed. La Découverte, Paris, año 2000; Wolfensohn,
James (Presidente del Banco Mundial) Un enjeu crucial
pour les pauvres, en Le Monde del 12/09/03, etc.). Para
completar la información sobre el comercio agrícola nos
parece muy útil transcribir un fragmento del artículo
"Para entender Seattle", de Joaquín García y Juan
Velázquez, publicado en el Nº 38 del invierno del 2000
en la revista electrónica española "Cultura para la
esperanza" (www.eurosur.org/acc/) de la Acción Cultural
Cristiana. El acuerdo sobre la Agricultura de la OMC El
acuerdo sobre la liberalización de la agricultura conduce
a la "competencia" entre los productos agrícolas
subvencionados del Norte y aquellos que no lo son en los
países del Sur. Se han instaurado dos tipos de reglas a
la hora de diseñar las políticas agrícolas de los
Estados: + De un lado, los grandes países exportadores,
principalmente los EE.UU. y la Unión Europea, que han
desequilibrado los mercados mundiales por sus
subvenciones a la exportación, sus ayudas internas a la
producción y las restricciones a las importaciones, son
autorizados a mantener sus subvenciones a unos niveles
que tienen que ser reducidos progresivamente. + De otro
lado, los países del Sur que no han desarrollado tales
políticas de sostenimiento o que han tenido que
desmantelarlas debido a las políticas de ajuste
estructural impuestas por el FMI, se ven legalmente
prohibidos a introducir tales medidas en el futuro. Aquí
empezamos ya a ver las primeras asimetrías. Mientras un
grupo de países siguen teniendo posibilidad de mantener,
durante un período de tiempo, las ayudas a su
agricultura, a otros se les prohibe cualquier posibilidad
de apoyar a sus producciones. Cualquier medida
liberalizadora, con estas condiciones de partida, lleva
necesariamente a una competencia desleal sobre los
mercados de los países del Sur. La UNCTAD, en su informe
sobre el Comercio y Desarrollo citado, calcula que "el
costo anual del sostenimiento aprobado a la agricultura
en los países industrializados en el curso del período
1996-1998 ha representado dos veces el nivel de las
exportaciones agrícolas de los países en desarrollo en el
mismo período". Esta competencia desleal es reforzada por
otra regla del Acuerdo de la OMC que obliga a cada país
miembro a importar un porcentaje mínimo de su consumo
agroalimentario doméstico. Cuando las importaciones de un
país representan menos del 5% del consumo interior para
los grandes grupos de productos (cereales, productos
lácteos, carnes), este país debe ofrecer posibilidades de
importación a derechos muy reducidos (para los países del
Sur se ha establecido un acceso mínimo del 4% del consumo
interior). Para países muy poblados como Indonesia o la
India, donde el mercado interior está muy protegido, esta
obligatoriedad puede tener graves consecuencias. Si las
reglas de acceso al mercado se aplican, Indonesia podría
importar 4 a 5 millones de t. de arroz, o sea cerca de un
tercio del mercado internacional actual, y la India, 6
millones de t. de trigo.
Los grandes ganadores de este acuerdo de liberalización
de la agricultura son las empresas agroalimentarias de
las grandes potencias agrícolas. El Acuerdo revela una
estrategia de los EE.UU. y de los Estados del Grupo de
Cairns (autodenominados exportadores eficientes) para
apoderarse de los mercados agrícolas emergentes del
Noreste de Asia, en particular Japón y Corea del Sur. Los
grandes exportadores y comerciantes del Sudeste asiático
por su lado buscan en la liberalización progresiva de los
mercados del Norte un mercado para productos como el
aceite de palma de Malasia, el aceite de coco de las
Filipinas o el arroz tailandés. Los grandes perdedores de
este Acuerdo son:
+ El pequeño campesinado de los países
agrícolas del Sur que se ve excluido de la actividad
agrícola y privado de sus medios de subsistencia, debido
a la competencia y al dumping sobre su mercado de
productos agrícolas todavía subvencionados de los países
desarrollados.
+ Los países del Sur que quieren
desarrollar políticas de sostenimiento agrícola para
contribuir tanto a la seguridad alimentaria, el empleo y
el desarrollo rural.
+ Los países más empobrecidos
importadores netos de productos alimenticios para los
cuales la OMC no ha tomado ninguna medida para ayudarles
a asegurar su seguridad alimentaria y compensar las alzas
de los precios en los mercados mundiales.
Este Acuerdo
aun no se ha cerrado definitivamente, estando prevista
una nueva negociación. Los países del Sur deberían
aprovechar la oportunidad para solicitar con una sola voz
la modificación fundamental de las reglas. La India ha
lanzado una propuesta que denomina "Mercado Plus" para
los países del Sur, donde un porcentaje significativo de
la población no sólo depende del sector agrícola para su
subsistencia sino que también se encuentra por debajo del
umbral de la pobreza. La iniciativa defiende que se tomen
en cuenta otras consideraciones que las meramente
comerciales a la hora de negociar un acuerdo agrícola.
Significa reconocer que la agricultura campesina asegura
los medios de subsistencia de una mayoría de la
población, protege la biodiversidad, garantiza la
seguridad alimentaria contra la volatilidad de los
precios en el comercio mundial y promueve el desarrollo
rural. Las nuevas reglas en la OMC deberían de reconocer
el derecho de cada país a definir su propia política
agrícola incluyendo las medidas de sostenimiento legítimo
para asegurar su soberanía alimentaria.
La UE ha defendido en Seattle el principio de
"multifuncionalidad" de la agricultura, pero encaminada a
no desmantelar su política agraria comunitaria que
alcanza subvenciones por valor de 9,5 billones de
pesetas. La situación es totalmente diferente respecto a
la de los países del Sur porque en la UE no se puede
hablar de defensa de la seguridad alimentaria, sino de
defensa de la capacidad exportadora para inundar los
mercados mundiales y hundir los precios. El agricultor
europeo tiene derecho a ser apoyado para sostener su
medio de vida pero no a costa de hundir a millones de
agricultores del Sur.
https://www.alainet.org/pt/node/108420
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