Medios de comunicación y movimientos sociales
16/12/2003
- Opinión
Casi dos décadas de políticas neoliberales provocaron cambios dramáticos y de
largo aliento en los medios de comunicación. De forma simultánea a la
revolución que supuso la introducción de la informática en las
comunicaciones, se realizó la operación más ambiciosa de concentración de los
medios, a tal punto que los verdaderamente independientes y con amplia
circulación, son excepcionales.
Desde el punto de vista de la circulación de la información, las nuevas
tecnologías permitieron algo verdaderamente novedoso, que supone un cambio
cultural: la simultaneidad entre los hechos y su difusión a millones de
personas en todo el mundo. Esto provocó, como lo atestigua la guerra en
Irak, que podemos seguir los hechos mientras los hechos están sucediendo,
cosa que ni siquiera durante la primera guerra del Golfo fue tan evidente.
Hoy, un periodista mundo de un teléfono celular puede trasmitir desde
cualquier lugar del mundo, en cualquier momento, lo que está sucediendo ante
sus ojos. Su mirada será, de forma inmediata, la mirada con la que millones
de personas observan los hechos. Esto tiene enormes implicancias éticas en
las que vale la pena detenerse. La responsabilidad del periodista ha
devenido enorme. Y, por lo tanto, se requiere de él la capacidad de insertar
los hechos de los que es testigo en su contexto histórico, social, cultural y
político. De alguna manera, debemos exigirle al periodista de hoy no sólo su
capacidad de informar sino la de formar, por lo que la tarea periodística
está cada vez más cercana a la del intelectual o el docente. No sólo le
debemos exigir que informe con veracidad (que no con objetividad), sino que
sea capaz de entresacar del inabarcable volúmen de información que circula
aquellas porciones imprescindibles para comprender la realidad, toda vez que
el sistema pretende embotarnos con enormes cantidades de información sin
jerarquizar. Los periodistas de hoy no podemos olvidar, como señala Fritjof
Capra, que "la mente humana piensa con ideas, no con información" y que, por
el contrario, son las ideas las que crean información; las ideas derivan de
la experiencia (1).
En paralelo, la concentración de los medios en muy pocas manos -que es una
manifestación de la brutal concentración de poder y riqueza promovida por el
neoliberalismo- ha tenido un efecto de potenciar lo que Eduadro Galeano
menciona como "la dictadura de la imagen única". Esta descripción
correspondió con lo que fue la primera guerra del Golfo, hace ya diez años.
Aquellos momentos, en los que el capital financiero mundial festejaba el "fin
de la historia" y la puesta en escena del "nuevo orden mundial", parecían
mostrar el triunfo de los poderosos ante los pueblos del mundo desconcertados
y desorientados tras la caída del Muro de Berlín y del llamado socialismo
real.
Nuevo contexto
Afortunadamente, la década de los 90 nos deparó sorpresas agradables. En
América Latina la década se abrió con el primer alzamiento de los pueblos
indígenas en mucho tiempo, el levantamiento del Inti Raymi en Ecuador; le
siguió el movimiento zapatista, que desde 1994 es una luz de esperanza para
todos los oprimidos del mundo; la lucha de los campesinos sin tierra en
Brasil, marcó una inflexión que provocó el desgaste de las políticas
neoliberales y abrió las puertas para el triunfo electoral del PT. En
diciembre de 1999 sucedieron los hechos de Seattle, que pusieron al
movimiento contra la globalización en el centro de la escena política
internacional.
Lo que vino después, está aún fresco en la retina de todos los
latinoamericanos: el alzamiento indígena ecuatoriano que derribó al gobierno
de Jamil Mahuad en enero de 2000; los levantamientos populares en Cochabamba,
en abril y septiembre-octubre de ese mismo año que, a mi modo de ver, abren
en Bolivia un "ciclo de protestas" (2) que está llamado a tener hondas
repercusiones, siendo un primer paso la caída del gobierno de Gonzalo Sánchez
de Losada, el 17 de octubre de 2003; la movilización popular en Venezuela que
hizo fracasar un golpe de Estado inspirado desde Washington, y, finalmente,
la gran insurrección del pueblo argentino, el 19 y 20 de diciembre de 2001,
que derribó dos gobiernos y selló la suerte del neoliberalismo en la región.
En el escenario mundial, el movimiento contra la globalización no dejó de
crecer, realizó tres encuentros gigantescos en Porto Alegre y movilizó
millones de personas -a comienzos de este año- contra la agresión a Irak,
siendo quizá las movilizaciones simultáneas más numerosas en la historia de
la humanidad. Tan importante fue este movimiento que hasta el mismísimo The
New York Times señaló que en adelante habrá dos superpotencias: Estados
Unidos y la opinión pública internacional.
Disyuntiva y desafíos
Bien. Este es el contexto en el que trabajamos los periodistas e
intelectuales latinoamericanos: una creciente polarización que pone riqueza,
poder y potentes medios técnicos de un lado, y la enorme capacidad de
movilización de los pueblos. Estas capacidades de nuestros pueblos han
alcanzado tal grado de desarrollo, que ya no podemos seguir hablando -en
sentido estricto- de movimientos sociales, caracterizados por la alternancia
de períodos de movilización y de quietud, sino que estamos viendo el
nacimiento de "sociedades en movimiento" o sociedades movilizadas (3).
Tenemos el deber moral de elegir: de qué lado estamos, y luego, si como
espero elegimos estar del lado de la sociedad civil contra la sociedad del
poder (como la bautizó el subcomandante Marcos), podemos debatir cómo vamos a
estar, qué pasos vamos a dar.
Se trata de varios desafíos simultáneos:
1) En los medios en los que trabajamos (que si son medios dirigidos por el
capital o el Estado, raramente serán favorables a los movimientos sociales),
podemos elegir informar de la forma más veraz y comprometida, informar de
modo de poner en el centro a la gente, sus dolores y sus sufrimientos, sus
grandezas y sus valores; a contracorriente del medio en el que el propio
periodista se mueve. En este caso, es probable que no pueda decir todo lo
que sucede o todo lo que piensa, y que llegue incluso a ser despedido. La
amenaza del capital, el chantaje con la pérdida del puesto de trabajo, es
siempre la forma de domesticar a los periodistas. Cuando estos no han sido
ganados por la ideología patronal.
2) Los periodistas consecuentes pueden optar por crear sus propios medios de
comunicación, como forma de eludir la coerción de los propietarios de los
medios. En este caso, ya no habrá mayores impedimentos para que el
periodista diga lo que piensa, informe con veracidad, sea fiel a la realidad
de su pueblo. Está solo ante su conciencia. La dificultad deriva de otro
lado. En América Latina, son muy pocos los medios que han logrado subsistir
al margen del capital. En Europa y en otras regiones del Centro, existen
mayores posibilidades de contar con medios más o menos importantes que sean
realmente independientes. Tenemos el caso de Le Monde Diplomatique, que es
el más sobresaliente en la prensa. Pero son excepcionales. Y tampoco llegan
a amplios sectores.
En América Latina, quienes trabajamos en medios de masas comprometidos con
los movimientos sociales debemos pagar el precio de las dificultades
económicas: inestabilidad en los ingresos, salarios bajos, mucho menores que
en los grandes medios del poder, dificultad para contar con los medios
técnicos para poder informar en las mismas condiciones que los grandes, o sea
para poder competir, porque estos medios dependen o bien de la publicidad
estatal o bien de las ventas. En todo caso, el periodista que elige este
camino sabe que tendrá satisfacciones personales (y quienes trabajamos en un
medio como Brecha, no podemos sino agradecerle a la vida ese privilegio),
pero a cambio de una vida económica azarosa e insegura. Esta opción, con ser
muy valiosa, me parece insuficiente.
3) Debemos trabajar para que los movimientos sociales tengan sus propios
medios de comunicación. Y esto por una razón elemental: en ello se juega la
autonomía de un sujeto social. No depender de otros, requiere crear medios
propios, dirigidos por los propios integrantes del movimiento.
La historia del movimiento obrero, en todo el mundo, podría quizá escribirse
como la historia de la lucha por la autoeducación y por la autoinformación.
Los viejos sindicatos de oficios contaban casi siempre con una modesta hoja
de propaganda, cuando no con un periódico. La primera adquisición de los
sindicatos anarquistas, como nos recuerda Osvaldo Bayer en "La Patagonia
rebelde", era la imprenta. Una verdadera obsesión para aquellos precursores
del movimiento obrero.
Tener un medio propio tiene una doble importancia: es el portavoz del
movimiento, es la forma de decir lo que quiere decir, de decirlo cómo y
cuando quiere hacerlo. Pero es, además, una forma de comunicación interna
del propio movimiento. Los comunicados del subcomandante Marcos tienen en
este sentido un doble objetivo: los zapatistas le dan a conocer a la sociedad
la situación por la que atraviesan, hacen denuncias, explican los problemas
que atraviesan, los desafíos que enfrentan, informan sobre los ataques de que
son víctimas. Pero, por encima de todo esto, de esa forma se comunican con
los demás movimientos. Los siete comunicados emitidos en julio, en los que
el EZLN informa sobre el fin de los Aguascalientes y la apertura de los
Caracoles, fueron la forma de comunicarle a los demás movimientos las
decisiones que habían tomado y los caminos que comenzaban a transitar a
partir de ese momento.
Tareas pendientes
En este aspecto, los trabajadores de los medios tenemos algunas tareas por
delante. Ahora que se han creado y difundido nuevas tecnologías que
facilitan el flujo de información y que han simplificado la tarea de las
redacciones de todos los medios, tenemos el desafío de trabajar para que los
movimientos se apropien de esos saberes. Afortunadamente, cada vez son más
los periodistas de todo el continente que ponen sus saberes profesionales al
servicio de los movimientos, a tal punto que surgen grupos dedicados a la
comunicación -y en algunos países hasta los sindicatos de periodistas- que
forman parte del movimiento popular.
En este proceso, podemos y debemos cuestionar las ideas dominantes sobre la
comunicación. Los científicos chilenos Alberto Maturana y Francisco Varela
trabajaron sobre el tema, y concluyeron que "debemos cuestionar la idea de
que la información está ahí preparada en el mundo y es extraída de éste por
un sistema cognitivo" (4). Cuestionan la metáfora del tubo, según la cual
"comunicación es algo que se genera en un punto, se lleva por un conducto (o
tubo) y se entrega al otro extremo receptor". Por el contrario, defienden
una concepción que, desde el punto de vista social, podemos valorar como
profundamente revolucionaria: en la comunicación no hay "información
transmitida" sino "coordinación conductual en un dominio de acoplamiento
estructural" (5). En suma, consideran que la comunicación es la coordinación
del comportamiento, y por lo tanto es algo que sucede en las relaciones
humanas, entre una pluralidad de sujetos; algo completamente diferente de la
concepción dominante, en la que debe existir un emisor (activo) y un receptor
(pasivo).
En las grandes rebeliones sociales de los últimos años, la comunicación
entendida como coordinación del comportamiento jugó un papel decisivo. Así
pude comprobarlo en el caso de la insurrección argentina, en la que el
golpeteo de las cacerolas por millones de personas fue la forma que asumió
ese acoplamiento conductual. La rica experiencia boliviana, como pudo verse
en la insurrección de octubre, nos enseñó la potencia de la coordinación de
comportamientos en el interior del mundo aymara y quechua. Sin este proceso,
siempre ignorado por los poderosos y sus medios de in-comunicación, no podría
existir ninguna rebelión popular. Comprenderla, supone aguzar los sentidos,
ser capaces de observar no sólo las manifestaciones explícitas y abiertas
sino también las implícitas y subterráneas.
Desde el punto de vista de los medios de comunicación que forman parte del
movimiento social, tienen una relación de interioridad con los movimientos y,
por lo tanto, éstos terminan por modelarlos. En este proceso, se modifica
profundamente el concepto y la práctica comunicativa. Los comunicadores
dejamos de ser personajes extraños y externos al movimiento para pasar a ser
"parte de"; dejamos de ser pescadores de noticias a ser llevadas a toda prisa
al mercado de la comunicación que nos recompensará con una "exclusiva" que
puede trasportar al mensajero al mundo de las celebridades.
Finalmente, los comunicadores deberíamos comprender que la realidad o el
mundo exterior que proporciona noticias, no existe; nunca existió. La
realidad, el mundo, lo creamos entre todos o, sencillamente, no existe. La
negativa a imaginar que existan sujetos y objetos, actores y espectadores, no
es un descubrimiento científico sino algo mucho más profundo: un imperativo
ético estrechamente vinculado a la producción de vida, a la emancipación
humana. Para decirlo con las hermosas palabras de Maturana y Varela: "el
mundo que todos vemos no es EL mundo, sino UN mundo, alumbrado (producido)
por todos nosotros".
1) Fritjof Carpa, "La trama de la vida", Barcelona, Anagrama, 1998, p. 88.
2) Sidney Tarrow ha definido los ciclos de protesta como "una fase de
intensificación de los conflictos y la confrontación en el sistema social,
que incluye una rápida difusión de la acción colectiva de los sectores más
movilizados a los menos movilizados, un ritmo de innovación acelerado en las
formas de confrontación, marcos nuevos o transformados para la acción
colectiva, una combinación de participación organizada y no organizada, y
unas secuencias de interacción intensificada entre disidentes y autoridades
que pueden terminar en la reforma, la represión y, a veces, en una
revolución", "El poder en movimiento", Barcelona, Alianza, 1997, pp. 163-65.
3) Idem. pp. 322 y ss.
4) Citado por Capra, ob. cit. p. 281.
5) Alberto Maturana y Francisco Varela, "El árbol del conocimiento", Madrid,
Debate, 1996, p. 169 y ss.
Raúl Zibechi es periodista uruguayo, ganador del Premio Latinoamericano de
Periodismo José Martí 2003.
https://www.alainet.org/pt/node/109288?language=en
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