Reflexiones sobre el cambiante Uruguay

De carne somos

09/02/2004
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Los caminos, dentro de la linealidad "divertida" del gobierno de Jorge Batlle, aparecen como rocambolescos, llenos de visiones variantes que muestran entre otras cosas, esencialmente, una singular carencia de confianza en las propias fuerzas, en la capacidad creadora y de realización de los uruguayos, a los que se considera una masa amorfa destinada a consumir, entre paréntesis, cada vez menos. Lo de Batlle, más que divertido es patético. Un gobierno sin rumbo que metió al país en una crisis, aceitada por elementos externos, pero sorteada con tal torpeza y liviandad ética, que determinó que el vórtice de la misma estuvieran metidos personajes que lucraron claramente con el destrozo y que, a través de políticas destinadas a la masiva transferencia de riqueza, se determinara el contraste de que cientos de miles de uruguayos cayeran por debajo de la línea de la pobreza., un desempleo que superó el 17 por ciento y que ahora cuando el país viviendo una coyuntura favorable – por la que no hizo nada el gobierno – se escuchen coros victoriosos, cuando lo que ocurre no es más que pasajero. Claro que tiene razón el economista Walter Cancela, que estima que el "veranillo" de crecimiento que está viviendo Uruguay es producto de una situación coyuntural, porque además con los ingresos que se obtienen con la mejoría de algunas exportaciones, como la carne, se favorece a sectores minoritarios que a la larga – cuando cambie de signo la coyuntura y, Argentina y Brasil se pongan más a tiro en materia de competitividad, se volverá a la situación anterior de recesión, la de un país aletargado, empobrecido y con pocas esperanzas, que ve como sus jóvenes buscan sus destino fuera se fronteras. De eso no cabe duda, porque el crecimiento de esas exportaciones, que no trascienden al resto de la economía, tienen un valor relativo. Es un buen negocio para productores y frigoríficos, pero el resto de los uruguayos tenemos que pagar platos rotos que nosotros no dejamos caer. El 30 por ciento más de carne que se vende en el exterior, pese al crecimiento del rodeo, es un volumen parecido a la caída de ese producto en el mercado interno, proceso resultante del crecimiento de los precios que se han alejado de la realidad de los uruguayos. Cuando la situación se revierta, atendiendo a la lógica de los mercados, se escucharan a algunos vociferando pidiendo nuevas medidas para recuperar la competitividad perdida que, obviamente, sería bueno mantener pero no ha costa del sufrimiento de los uruguayos que, ni siquiera, han podido acceder a la carne argentina, más barata. El Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, con argumentos cambiantes y sin el más mínimo peso, cree necesario que se mantenga la prohibición de las importaciones y con ello, en pie, el "negocio" de los frigoríficos para que no aparezcan en los ganchos de las carnicerías del país productos que sustituyan lo poco que comercializan hoy a precio de oro. Hay que preservar el "negocio" para los mismos de siempre, sin importarle a nadie que la carne haya sido el elemento de consumo popular por excelencia, proveniente de una cultura agrícola ganadera. La devaluación de Bensión Exceptuando el cambio de la mecánica cambiaria determinada durante su gestión por el ministro de Economía Alberto Bensión, rompiendo así muchos años después de la devaluación brasileña, la política de "estabilidad" que estaba haciendo funcionar al país en base al crecimiento de la deuda externa, el gobierno no ha tomado una sola medida de reactivación. ¡Ni una sola! El haber ganado competitividad, luego de la "disparata" epidemia de aftosa, también resultado absurdo de haber morigerado – como se indica en el "manual" neoliberal – las políticas estatales de sanidad animal, mejoró la exportación de carne luego que el gobierno debiera, por largo tiempo, negociar el ingreso a mercados que el "disparate" había cerrado. Fueron años de gestiones y esfuerzos, de ruegos y genuflexiones, para que Uruguay ingresara de nuevo en el régimen de cuotas, perdidas por haber seguido como ha ocurrido en muchos otros sectores, lo que dice la palabra "santa" de los organismos multinacionales de crédito. Pero, recordemos, que antes de la aftosa, la exportación de carne era menos que incipiente en razón de que Uruguay era un país caro, sin que la presencia de esa enfermedad en el rango de "sin vacunación" sirviera para mucho. Bastó que se produjera un contagio para que, en pocas semanas la epidemia se extendiera a casi todo el rodeo del país, una verdadera catástrofe resultado de la imprevisión del gobierno que, con el "manual" en la mano, creía que hasta la sanidad – como expresó algún seguidor del pensamiento del Milton Friedman – es regulada por los mercados. Es un proceso parecido al que se vive con la sanidad humana. Los controles de productos farmacéuticos también se dejaron a una regulación casi espontánea, ocurriendo hoy que muchos médicos cuando recetan medicamentos específicos adjunten listas de los que no deben ser aceptados, por carecer de concentraciones adecuadas, por ser totalmente inocuos para tal o cual enfermedad. ¿Es esto posible? ¿Cabe en alguna cabeza, por más que este repleta de ideas mercantilistas, que se admita la no existencia de un organismo que pueda determinar entre entre lo bueno y lo malo? ¿Es posible que se permita que medicamentos de calidad inferior o de nula eficacia estén en el mercado, convirtiéndose su comercialización en una estafa con características de lesa humanidad, porque está en juego la vida de las personas? Aquí hay responsabilidades del gobierno y políticas, que son el resultado de la más absurdas desviaciones de una ideología que pone en manos del "mercado" el funcionamiento de la sociedad, sin advertir (o haciéndolo) que se favorece siempre a los mismos y se sanciona a los que tienen menos o nada. Obviamente Friedman o Batlle (vaya que comparación más absurda que se me ha ocurrido con el correr de las palabras), siempre tendrían a su disposición medicamentos de la mejor calidad. Ellos integran una fracción del mercado que puede comprar, pero: ¿qué pasa con los que tienen otro parámetro económico? Sin duda que el precio es fundamental y se vuelcan – cuando pueden – por lo más barato, aunque las pastillas para la presión, antibióticos, o medicamentos para la diabetes, etc, sean una especie de placebo ineficiente. Y que sobre ello, además, nadie les advierte. Esa es la sociedad que quiere Batlle, la que determina que el desarrollo del país sea impulsado por las exportaciones, aunque el dinero ingresado no se distribuya ni incremente en alguna manera los niveles de mano de obra. Claro, las coyunturas de las regiones modifican los equilibrios, al cambiar los precios relativos. Uruguay, este verano, como consecuencia de la devaluación que se produjo durante la gestión de Bensión que, entre otras cosas, sirvió para licuar depósitos en pesos que se encontraban el sistema financiero, empobreció aún más a todos los uruguayos pero, por su misma significación de modificación cambiaria – recordemos que el precio del dólar saltó en más de un 100 % - abrió otras puertas antes cerradas a cal y canto. La explosiva temporada turística es reflejo de ello. El Uruguay está barato, veremos hasta cuando, porque los otros países de la región pugnan por resolver el problema de su competitividad. Y el turismo, obviamente, es un multiplicador de panes y peces, mejorando por algunas semanas los niveles de ocupación y, por supuesto, de consumo. Es un buen ejemplo para cuestionar las líneas de política económica impuestas por el FMI y el Banco Mundial y aplicadas de pie juntillas, porque ese foco de transferencia de ingresos que se muestra en la zona este del país, indica cual es el camino. Nos referimos, obviamente, a mejorar la situación de la gente, de los trabajadores, de los consumidores, lo que incentivará otras actividades, especialmente el comercio. La estabilidad de la miseria La estabilidad impuesta, como expresa el "manual", funciona bien cuando hay niveles adecuados de vida, cuando no ocurre que en barrios enteros – como ocurre en el propio Montevideo – no haya ninguna personas con ingresos formales. La estabilidad en un país que tiene más del 16 por ciento de desocupación abierta, índice que nuevamente tendrá un salto negativo al finalizar el tiempo bueno, y más de 700 mil personas por debajo de la línea de la pobreza, es un bien discutible, porque consolida una situación abiertamente injusta, con abismos entre riqueza y miseria inaceptables. Por supuesto que una sociedad no puede desarrollarse dentro de una continua espiral inflacionaria, hoy imposible de recrear en el país por la abismal caída del consumo, que ha mostrado, en algunos casos, ejemplos de la dañina deflación de precios, proceso directamente asociado a la destrucción de riqueza. ¿Hay posibilidades de que la economía se reactive en las actuales circunstancias? No es posible, obviamente, cuando la gente consume cada vez menos en razón de la caída verificada del salario real que, en ningún caso, se compensa con ajustes adecuados. Todo se contrae, el ministro "ordena" por nota a los organismos públicos gastar casi un 25% menos de lo establecido en sus respectivos presupuestos, aunque ello sea ilegal, pues para concretar tamaña quita se debe desconocer lo aprobado en su momento por el Parlamento, la propia Ley de Presupuesto. Claro que si, podemos coincidir con el ministro, en que es bueno ahorrar. Sin embargo, ¿porque en lugar de atesorar ese ahorro para tener respuesta con los organismos internacionales con que el país está endeudado, no se trata de reactivar la economía, por ejemplo en base a la obra pública? Claro, el "manual" sostiene que el Banco Hipotecario tiene que desaparecer y con él buena parte de la inversión en vivienda. No queremos hablar de la administración de este "monstruo" burocrático e ineficiente, pero si de la necesaria reactivación de la construcción, el gran distribuidor de riqueza. ¿No sería más fácil para pagar el exterior recaudar en una economía en expansión, con fuertes impulsos a la obra pública directa, porque la indirecta – ejemplo, la mega concesión – es otra expresión de un fracaso bochornoso de la misma ideología que, en este caso como en otros tocados en esta misma nota, se expresa flechando la cancha para que un grupo de "amigos" del poder se vea favorecido por un negocio que, por su propia mecánica, determina que el Estado sea el que paga los platos rotos. Es, que de carne somos.
https://www.alainet.org/pt/node/109361?language=en
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