Por la paz en Irak ...
20/03/2004
- Opinión
Hoy por hoy, Madrid es la capital moral de Europa. Por supuesto no
es la capital política de los europeos, ni la capital económica, ni
mucho menos la capital militar, pero sí es, clara y rotundamente, la
capital moral de esa Europa a la que osaron llamar "vieja" algunos
que de Europa sabían muy poco y de su propia y supuesta "juventud"
presumían demasiado.
Los doscientos muertos del infame atentado del 11 de marzo van a
quedar para siempre en la memoria y en el corazón de Madrid, cada
uno de ellos será en esta ciudad una imagen que encontraremos por
las calles, cada uno de ellos una mirada que nos interrogará al
pasar, cada uno de ellos una exigencia y un compromiso.
Al día siguiente, con los ojos llorosos y el dolor pegado al alma,
Madrid salió en masa a la calle, con Madrid salió España entera de
sus casas, con España salieron Europa y el mundo. En muchas ciudades
y pueblos al otro lado de las fronteras sonaron las campanas de las
iglesias y las sirenas de las fábricas, de todos los minutos de
silencio cumplidos se hicieron muchas horas de duelo, Madrid no
estaba sola, España no estaba sola, una onda de solidaridad empapada
de lágrimas nos reunió a todos en un clamor unánime contra la
barbarie terrorista.
Un clamor general se irguió contra el terrorismo externo e interno,
y también, como consecuencia ineluctable, contra los demás
terrorismos de todos los colores y facciones, los del negro y los
del azul, los del verde y los del marrón.
Nadie ignora que de esos colores nefastos se tiñeron nefastas
camisas en el pasado, y nadie puede ignorar que hoy, bajo la capa de
los mejores propósitos y de las mas protectoras intenciones, nuevos
autoritarismos están amenazando el mundo. Llevan las camisas debajo
de la piel pero la sed de poder es idéntica. Los procesos han
cambiado, sin embargo los objetivos son los mismos.
Hace un año millones de personas bajaron a la calle para gritar "No
a la guerra" e intentar así cortar el camino a aquellos que se
empeñaban en dar el nombre de guerra preventiva a lo que simplemente
era terrorismo de Estado.
Muchos de nosotros estuvimos aquí, muchos de nosotros levantamos
pancartas de paz y gritos de esperanza, pero la guerra no se detuvo.
Para el señor Bush y sus dos acólitos principales, los señores Blair
y Aznar, nosotros, en el mejor de los casos, éramos unos pobres
ingenuos, mentalmente incapaces para comprender la sublime majestad
de la gesta bélica que se preparaba, y, en el peor de los casos,
unos miserables traidores a la civilización occidental que no
merecíamos el pan que comíamos.
No importaba que la famosa gesta bélica fuera sólo un entramado de
groseras manipulaciones y falsedades, no importaba que de cada tres
palabras que ellos proferían dos fueron mentirosas y la tercera
dudosa, no importaba que los motivos ofrecidos para desencadenar la
guerra se derrumbaran hechos añicos a los pocos días.
Empecinados en la estrategia del engaño sistemático como instrumento
de maniobra política, Bush, Blair y Aznar dedicaran sus ocios y sus
quehaceres a pasear por el mundo sus impagables narices de Pinocho.
El año que ha pasado entrará seguramente en la Historia como el
tiempo en que más mentiras han sido dichas en el mundo. ¿Y vosotros,
los miles y miles que habéis salido a la calle hace un año? A
primera vista, terminadas las manifestaciones, no habéis hecho nada
más que volver a casa como si, vencidos y humillados por las mañas
de la mentira organizada, de repente os hubiera faltado la propia
conciencia de vuestras razones.
Hoy, aquí, podemos afirmar que no fue así. Las enormes masas humanas
de protesta y reivindicación de la paz reunidas hace un año en
Madrid y en toda España se fueron convirtiendo, sin que os dierais
cuenta, en el río Guadiana que deja la superficie de la tierra para
proseguir su camino debajo del suelo. Y a la manera del Guadiana, el
otro río oculto en que os habéis transformado ascendió de súbito,
cuando nadie se lo esperaba, a la superficie.
Sucedió eso el día 14 de marzo del año 2004. Que no tiene nada que
ver una cosa con la otra, dirán algunos. Sí tiene que ver.
Sacudidos por el dolor, ahogados por las lágrimas, la palabra Paz
volvió a encontrar el camino de vuestras gargantas y el "No a la
guerra" retomó su primera fuerza para luego doblarla y
multiplicarla. Lo que parecía dormido despertó y a partir de ahora
nada ni nadie os podrá callar. No a la guerra, no a la guerra, no a
la guerra.
https://www.alainet.org/pt/node/109633
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