Qué es el "Plan Patriota"?
09/06/2004
- Opinión
De la mano del presidente Uribe, y bajo supervisión de los
Estados Unidos, se ha puesto en marcha el llamado "Plan
Patriota" en Colombia. Se trata una renovada iniciativa
contrainsurgente por medio de la cual se desplegará un
contingente militar integrado por 14.000 ó 15.000 hombres
en el sur del país, allí donde el grupo guerrillero FARC
mantiene intacta su retaguardia.
El Plan ha sido diseñado tras largas reuniones entre los
responsables del Comando Sur de los Estados Unidos, que
participará con al menos mil efectivos, y el Ejecutivo
colombiano. Por lo que nadie a esta altura duda que se
trata del brazo abiertamente militar del "Plan Colombia"
que, en sus inicios, se presentó como un programa de lucha
contra el narcotráfico y con ribetes humanitarios.
La ejecución del "Plan Patriota" en zonas de Colombia
cercanas a la frontera ecuatoriana confirma la sospecha que
se abriga desde el 2000: que el eje Washington-Bogotá y los
tres sucesivos gobiernos, cancillerías y altos mandos
militares del Ecuador, buscaron siempre el activo
involucramiento ecuatoriano en el desenlace regional del
conflicto interno de Colombia.
A partir de dicha intervención, Ecuador podría asumir el
papel de "yunque" del "martillo estratégico"
estadounidense-colombiano contra la insurgencia del país
vecino, desempeñando un rol importante en la retaguardia
fronteriza de Colombia. Es decir, que está llamado a
cumplir el papel que un día jugaron Camboya con Vietnam y
Honduras con los conflictos de El Salvador y Nicaragua.
A esta altura sabemos que ningún plan o programa de
ofensiva militar es espontáneo o resultado de decisiones
inconsultas. El Plan Colombia y su nueva prolongación
armada, el "Plan Patriota", ha venido precedido de una
amplia participación de mandos políticos, diplomáticos y
militares de toda la zona-objetivo.
Tanto es así que durante 2003-2004 el Comando Sur convocó a
varias citas: en febrero del 2003 en Bogotá hubo un
encuentro de cancilleres y militares de países vecinos con
la presencia de los Estados Unidos. Luego, en Quito, se
efectuó una cumbre policial alentada por Washington que
estableció un "compromiso policial regional
antiterrorista", asumiendo la policía ecuatoriana una
alianza frontal con la agenda estadounidense. Y más tarde
llegó a ese país el jefe del Comando Sur, general James
Hill, quien fue claro al dar a conocer su intención de
"regionalizar el Plan Colombia".
No deja de llamar la atención cómo se ha reducido el
abordaje del problema colombiano a una mera cuestión de
seguridad nacional y hemisférica. Sobre todo, teniendo en
cuenta que recientes estudios han subrayado la raíz social
del conflicto, entre otros: "El laberinto colombiano", de
Angel Rabasa y Peter Chalk, de la Rand Corporation; "Andes
20-20", del Council on Foreign Relations; y "El conflicto
colombiano: callejón con salida", del PNUD de las Naciones
Unidas.
Los estudios mencionados definen la situación del país en
términos de conflictos y tensiones sociales, perspectiva
que es rechazada de plano desde el Ejecutivo colombiano,
que insiste en evitar las reformas sociales, políticas y
económicas que describen sus autores y que reclaman,
asimismo, muchos sectores del país.
Se trata, además, de un conflicto agudizado por la
presencia de los Estados Unidos en procura de un objetivo
geoestratégico que de ningún modo constituye un secreto,
sino que es avivado en forma expresa y pública: asegurarse
la presencia permanente en la región andino-amazónica, que
social y políticamente presenta un cuadro convulso inédito,
y el control de sus inmensos recursos (especialmente agua
dulce, biodiversidad, oxígeno y petróleo).
Se dirá con razón que uno de los motivos de la debacle
colombiana radica en la precaria presencia del Estado a lo
largo de todo el ámbito territorial del país. Sin embargo,
pretender paliar ese déficit mediante la sola presencia
militar constituye un error que, por repetido, no ha sido
aún aprendido en Colombia.
La autoridad estatal no se afianza, hoy por hoy, en la
fuerza de las armas o a través de una masiva presencia
militar en el terreno. Lo hace, en cambio, mediante una
contribución real y efectiva al bienestar de la población y
como consecuencia del cumplimiento de las obligaciones
asumidas constitucionalmente y a través de tratados y
pactos internacionales. En ese campo, precisamente, el
Estado moderno se re-legitima y adquiere razón de ser y es
allí donde la democracia, la equidad y la justicia se
expanden y se potencian recíprocamente.
El cuadro colombiano es sin duda de gravedad. Y sobre todo
porque ahora, con una fuerza inédita, suenan allí los
tambores de la guerra. No por nada fue el presidente Alvaro
Uribe el único mandatario sudamericano que apoyó
incondicionalmente la doctrina de la "guerra preventiva"
presentada por Bush y, luego, su invasión a Irak.
https://www.alainet.org/pt/node/110069
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