¿Será una panacea o otra acción de burócratas?
El camino de Washington
19/07/2004
- Opinión
Nuestro país ya lleva cuarenta años sin encontrar un modelo
de desarrollo que realmente sea adecuado a su estructura de
país y que comience a solucionarlos males endémicos que
desde hace tiempo están corroyendo elementos básicos,
situación que ha determinando que buena parte de la
población vea inviable al país y actúe en consecuencia.
En los últimos años, poniendo como punto de inflexón el año
1998 –fecha de la llamada y decisiva devaluación brasileña
– dio comienzo un proceso recesivo que desembocó en la
crisis, la mayor vivida en el país, que redujo al Producto
Bruto Interno (PBI) en casi un 30 por ciento, cifra
parecida a la que trepó la pobreza, con un dramático
proceso de marginalidad y las consecuencias sociales que el
mismo tiene.
Nos preguntamos como es posible que un pequeño país, con
tierras fértiles y explotables intensamente, con una
población relativamente pequeña y con elementos culturales
y de desarrollo humano, incontrastables, no haya encontrado
el método para lograr un desarrollo sostenido. Un mecanismo
de crecimiento que determine objetivos nacionales y
objetivice, obviamente, metas a alcanzar que, desde el
punto de vista de la academia, son posibles.
¿Por qué este desastre de nuestra economía?¿Es que el país
es realmente inviable? Creemos que no, que vivimos en una
tierra fecunda que necesita abrirse al trabajo de los
uruguayos, entre ellos, los 800 mil que viven hoy por
debajo de la línea de la pobreza y que, en condiciones
adecuadas, sería una fuerza laboral de incuestionable
poderío.
Si vemos las medidas adoptadas por los diversos equipos que
comandaron las acciones económicas en los últimos dos
gobiernos, advertimos que todos ellos recurrieron
sucesivamente y de manera masiva al empréstito
internacional para resolver asuntos que, obviamente, el
país siempre estuvo en condiciones de hacerlo por si mismo.
Un país cuyo Ministerio de Economía es una avanzada de los
organismos multinacionales de crédito, verdadera cabeza de
playa de modelos que demostraron su inviabilidad y que
tuvieron como elemento fundamental para su equilibrio, el
achicar la base monetaria, haciendo que la población pague
continuamente los "platos rotos" del desacierto reiterado e
impulsado desde el exterior. En el contexto internacional
el desempeño económico uruguayo de largo plazo merece una
calificación muy negativa. "¿Debe extrañarnos que muchos
uruguayos, en particular jóvenes, no crean en el país y
emigren?, dice el economista Gustavo Bittencourt, docente
del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias
Económicas, en un interesante trabajo que encontramos en
Internet. Agrega el investigador: "Los nacidos en la década
del sesenta y las generaciones posteriores no han llegado a
conocer la sensación de vivir con relativa seguridad
económica.
Luego de esa experiencia de estancamientos o movimientos
espasmódicos, crecimientos muchas veces significativos pero
siempre seguidos de abruptas caídas, la imagen de que el
país camina sin rumbo,sin perspectivas claras de
desarrollo, tiene que haber calado muy hondo en toda la
sociedad".
"Sensación de un país que camina sin rumbo". Pero, ¿en
verdad los distintos gobiernos han estado desorientados, o
esas políticas erráticas provienen de la adhesión
incondicional tenida a las tesis de los organismos
multinacionales de crédito, basadas todas ellas en lo
resuelto por el llamado Consenso de Washington, un
mecanismo ideado para dividir al mundo en dos partes, la de
los países ricos que absorben, vía aplicación de políticas
financieras bien claras, los bienes que logran los países
en vías de desarrollo.
Una zona del mundo que se empobrece con la aplicación
estricta de medidas procíclicas y los países ricos que,
reiteradamente, hacen lo contrario. Si por alguna razón se
reduce la base monetaria, bajan los intereses del dinero,
para que la gente vía el crédito barato, consuma más y así
movilice a la economía. Podríamos manejar mil ejemplos que
prueban la disparidad de las políticas que se verifican en
los países ricos, especialmente EE.UU., y las que se
aplican en los países en vía de desarrollo atados, en todos
los casos, a las recetas del FMI, Banco Mundial y Banco
Interamericano de Desarrollo.
Aquí quienes actúan en esas "cabezas de playa" de los
organismos multinacionales de crédito, que utilizan el
"manual de recetas" armado en Washington, tienen tal
sumisión ideológica que, en ninguna ocasión, diseñaron una
medida distinta. En nuestro país el único hecho "exótico"
fue la rebaja del combustible que se decidió por la acción
del ministro Pedro Bordaberry, en ese momento un
desalineado integrante de la cúpula del gobierno, acción
que tuvo varios elementos aleccionantes. Se detuvo, en
primera instancia, la caída en la venta de las naftas a lo
que ANCAP debió sumar otro beneficio: El sobrante que
seguía almalcenando y malvendiendo a la Argentina, dejó de
crecer.
Por supuesto que una rebaja es inaceptable para algunos
funcionarios colonizados ideológicamente como el director
de la OPP, que todavía reprocha, al ahora alineado
Bordaberry, por aquella medida.
El objetivo es administrar la pobreza, que el Estado de los
privilegios, de los contratos de obra, de los subsidios
encubiertos a las empresas privadas que explotan la
megaconcesión, de los sueldos en dólares para los jerarcas
de bancos que son cien por ciento del Estado, de la
financiación intangible e indefinida del sistema financiero
que fagositó buena parte de la poca riqueza que existía en
el país, llevandose las reservas existentes en las arcas
del Banco Central, los depósitos – producto de la
recaudación – que tenía la Tesorería de la Nación para
hacer frente a las erogaciones presupuestales.
Por supuesto que no solo debemos responsabilizar a los
economistas autóctonos que cumplen con el "manual", sino
también a los organismos multinacionales de crédito, que
mantuvieron como primer objetivo, el apuntalar al sistema
financiero, pese a que este fuera – hablamos de las
instituciones que después fueros liquidadas - una cueva de
Alibaba
Por ello es bueno adoptar prevenciones, sabiendo que en
Washington no está la panacea, ni que los consejos que allí
se puedan recibir sirvirán para algo y que ellos no están
necesariamente dirigidos, a solucionar la problemática de
la pobreza. Dichos organismos han estado en la base de
crisis, impulsando políticas siempre procíclicas que han
empobrecido a cientos de miles de uruguayos. ¿Por qué esa
dirección cambiará ahora y aquellos burocratas ayer
insensibles se convertirán en buenos padres de familia,
quienes le entregarán a nuestro país el vellocino de oro?
Existe una expectativa cada vez más intensa de que la
situación mejore en los años inmediatos. El gobierno, pese
a que la realidad es otra y salta a los ojos, habla de
crecimiento, de mejores perfermances exportadoras, las que
sin embargo no logran modificar la situación social.
Es escencial que el nuevo gobierno, bajo la pena de que el
Uruguay se colapse definitivamente, aumente el ingreso real
por habitante por una vía mas sana y menos traumatizante
que la "expulsión" de población.
Ello no es un planteo teórico, sino una necesidad de
sobrevivencia.
* Carlos Santiago es periodista, secretario de redacción de
Bitácora y del diario LA REPUBLICA.
https://www.alainet.org/pt/node/110263?language=en
Del mismo autor
- Uruguay: vuelven fantasmas del pasado 12/10/2016
- El desafío del calentamiento global 05/11/2012
- La homogeneidad no es democracia 16/09/2012
- ¿Existe todavía el MERCOSUR?: Competitividad vs. Proteccionismo 19/09/2011
- La necesidad de que haya soluciones de izquierda 07/04/2011
- Las razones del “golpe” dividen nuevamente a los uruguayos 21/09/2010
- Clientelismo y burocracia en Naciones Unidas 04/06/2010
- En el fin de otra formula de la explotación capitalista 06/01/2010
- Los problemas son de nosotros y las culpas son ajenas 19/05/2009
- Una crispación uruguaya de espaldas al mundo 02/04/2009