CGIAR, contaminación y eufemismos
19/09/2004
- Opinión
En este mes se cumplen tres años del anuncio oficial de la
contaminación transgénica del maíz campesino en México, centro
de origen del cultivo. Un crimen impune, pero de ninguna manera
olvidado. Un crimen intencional también, ya que las empresas y
científicos que manipularon genéticamente un cultivo de
polinización abierta, como el maíz, sabían que en algún momento
éste se cruzaría con los cultivos campesinos.
Las autoridades del sector agrícola en México salieron entonces
al rescate de las empresas multinacionales contaminantes,
negando primero la contaminación y luego afirmando que
"aumentaría la diversidad genética" del maíz y que sería una
"transferencia gratuita de tecnología". Posteriormente,
promoviendo un proyecto de ley de "bioseguridad" para
legalizarla. Proyecto que nada tiene que ver con la seguridad de
los cultivos campesinos ni con el tesoro histórico y cultural
único que entrañan, pero sí con garantizar la seguridad de las
inversiones de las cinco transnacionales que controlan el
negocio mundial de los transgénicos. Redactado por funcionarios
y científicos ligados estrechamente a esa industria, fue
aprobado sin discusión por el Senado y al parecer la mayoría de
la Cámara de Diputados amenaza consolidar el crimen.
Como contracara, la contaminación transgénica del maíz en su
centro de origen despertó enorme inquietud y protestas en todo
el mundo. Cientos de organizaciones campesinas y de la sociedad
civil nacional e internacional han expresado su protesta,
plasmada entre muchas otras acciones, en cartas públicas a
organismos de Naciones Unidas, al Grupo Consultivo de
Investigación Agrícola Internacional (CGIAR, por sus siglas en
inglés) y al gobierno. Organizaciones y comunidades campesinas e
indígenas de México realizaron sus propias pruebas y constataron
la contaminación en al menos nueve estados, anunciando también
su resolución de no permitir que continuara, tomando el tema en
sus propias manos, resguardando sus semillas y reforzando las
redes de intercambio e investigación campesina. En cambio, la
Secretaría de Agricultura (Sagarpa), siguió aumentando las
fuentes de contaminación, permitiendo la importación de maíz
transgénico de Estados Unidos, tratando de levantar la moratoria
a la siembra de este maíz y desmantelando centros públicos de
investigación y programas de apoyo a los agricultores mexicanos,
como la Productora Nacional de Semillas (Pronase).
Este es el contexto en el cual el Grupo Consultivo de
Investigación Agrícola Internacional (CGIAR) tendrá su asamblea
internacional en la ciudad de México, del 25 al 29 de octubre
próximo. El CGIAR es la mayor red pública internacional de
investigación agrícola. En México está ubicado unos de los 18
centros que la integran: el Centro Internacional de Mejoramiento
de Maíz y Trigo (Cimmyt). En conjunto, el sistema CGIAR tiene en
sus bancos de genes la mayor colección pública de semillas de
cultivos alimentarios y forrajeros, más de 600 mil muestras.
Casi la totalidad de éstas son fruto de la recolección de
semillas de campesinos e indígenas en todo el mundo, ya que la
diversidad agrícola -variedades de los cultivos adaptadas a
diferentes climas, suelos u otras condiciones- es una
característica propia del trabajo campesino. Desde hace más de
10 mil años hasta nuestros días, su trabajo descentralizado y
colectivo es la base de alimentación de toda la humanidad. Toda
las semillas que se usan actualmente en el mundo, incluyendo las
de la investigación agrícola en centros públicos y universidades
o las de laboratorios y empresas privadas, se basan en esta
herencia campesina. Contaminar estas semillas es un ataque a
este legado. Por ello, las protestas y demandan también fueron
al Cimmyt y al CGIAR, particularmente por la amenaza de
contaminación transgénica en los bancos genéticos.
Como si no supieran todo esto, el Comité de Recursos Genéticos
del CGIAR se reunió en Roma la semana pasada, en preparación de
la próxima asamblea en México, para considerar el tema de la
"presencia adventicia" de transgénicos en sus bancos de genes.
"Presencia adventicia" es un eufemismo de la industria
biotecnológica para nombrar "neutralmente" la contaminación
transgénica. El uso de este término por parte del CGIAR es
lamentable, pero mucho más que a la reunión no invitaran a los
campesinos, principales víctimas de la contaminación, pero sí a
representantes de Monsanto y Dupont, dos de las multinacionales
culpables de ésta. En un burdo intento de última hora,
consiguieron que un agricultor filipino, integrante de la
Federación Internacional de Productores Agrícolas (que
representa los intereses de la agricultura industrial)
participara en la reunión, lo cual no logró lavar el hecho de
que el CGIAR prefiere discutir con los criminales antes que con
las víctimas.
Javier Usabiaga, secretario de Agricultura de México, será el
anfitrión de la asamblea del CGIAR, y presidirá un mesa redonda
ministerial el 28 de octubre próximo. Seguramente será necesario
más de un eufemismo para explicar tres años de favorecer la
contaminación transgénica en México, centro de origen del maíz,
de debilitar la investigación agrícola pública, de estar
entregando a las multinacionales años de trabajo de Pronase.
Como también para el CGIAR explicar por qué da la espalda a los
campesinos, mientras hace experiencias con trigo transgénico y
pretende manipular genéticamente muchos otros cultivos, incluido
el maíz en Africa.
Le alcancen o no los eufemismos a Usabiaga y al CGIAR, las
organizaciones campesinas se preparan para hablar claramente,
expresando sus posiciones en un Foro Campesino por las Semillas
y la Vida, parte de los actos paralelos de la sociedad civil en
esa semana.
* Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC
https://www.alainet.org/pt/node/110557?language=en
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