A dos semanas de las elecciones
El país del hartazgo y la esperanza
12/10/2004
- Opinión
Más allá de las contradicciones ficticias que plantean algunos
candidatos - asegurando que lo afirmado por las empresas
encuestadoras es equivocado cuando no falso, dejando de lado que
las coincidencias en los pronósticos cada día son más ajustadas
- está la percepción de climas que cualquier uruguayo puede
concretar intercambiando opiniones con personas cuyo trabajo las
coloca diariamente en contacto con muchas otras.
Feriantes, taxistas, vendedores de comercio, empleados de
mostrador, etc., etc. Todos los responsables de esas actividades
y, por supuesto, de muchas más, son los que tienen la
posibilidad de captar de la manera más concreta esos climas que,
más allá de la medición que realizan las empresas encuestadoras,
son los que, instalados en la sociedad, determinan los apoyos
electorales y sus corrimientos. Diríamos, de acuerdo a nuestra
experiencia personal, que hoy el electorado uruguayo se sigue
encaminando a votar el doctor Tabaré Vázquez para la presidencia
de la República, apoyando a los candidatos de las múltiples
listas que presenta el Encuentro Progresista – Frente Amplio –
Nueva Mayoría. Y, aventurando otra opinión sobre la percepción
de climas, parecería evidente que la decisión mayoritaria de la
gente es decidir el voto por la coalición de izquierda
alcanzaría (y sobraría) para su consagración en la primera
vuelta electoral.
La tendencia se basa en la decisión mayoritaria (y nueva) de no
acompañar a los candidatos colorados y blancos, representantes
de partidos a los que se responsabiliza de la situación que se
vive en el país, de la crisis no resuelta y de la deficiente
distribución del ingreso, especialmente cuando se verifican
índices de crecimiento positivos, proceso contradictorio que
está determinando una acentuación de la exclusión social.
Podemos equivocarnos en nuestras percepciones de los climas
electorales pero, más allá del funcionamiento adecuado de la
comprobación de esas sensaciones que, obviamente, pueden estar
influidas por nuestra ideología, expectativas y deseos,
estimamos que el camino que han decidido recorrer los uruguayos,
está claramente vinculado al cambio. Protagonizarán dentro de
dos semanas un sacudón histórico, sacándose de encima a
colorados y blancos, para extender una carta de crédito a la
izquierda.
Una decisión, conciente en algunos y emotiva en otros, que en
los dos casos es coincidente en la resolución de renovar los
tradicionales elencos gobernantes y que puede determinar que el
31 de octubre las cifras finales de apoyo a la izquierda superen
ese 55% que algunas empresas encuestadoras ponen como el techo
al que llegaría el apoyo electoral a las listas que apoyan al
doctor Vázquez.
La percepción de los climas lleva pensar que la correntada será
imparable y que, lo que es la más obvia obviedad (que se nos
perdone la repetición), que la izquierda ganará en la primera
vuelta electoral.
Quizás algunos politólogos estimarán, luego de leernos (siempre
hemos aspirado a que nuestra trabajosa prosa no se la lleve el
viento de la indiferencia), que es un atrevimiento del
comentarista enfrentar a empresas que realizan relevamientos de
campo y utilizan metodologías precisas para medir los niveles de
opinión pública, con tan solo una percepción de climas, que
tiene un resultado final distinto. Quizás más ambicioso, con el
que implícitamente se sostiene que la incógnita que siguen
manteniendo colorados y blancos es solo un mecanismo falaz,
destinado a ambientar la zozobra general y mantener todavía en
su gente cierta dosis de ilusión sobre un resultado distinto al
que se visualiza. Lo otro sería desmovilizarla.
El voto prestado
Sin embargo también es adecuado tratar de despejar otras
incógnitas. ¿Esta correntada hacia el EP-FA-NM- es
verdaderamente en apoyo de la izquierda? ¿Es que los uruguayos,
conservadores y neoconservadores, por idiosincrasia y bagaje
cultural, hemos cambiado para apoyar a un sector político que
nunca ha podido acceder al gobierno del país?
Creemos que estas interrogantes exigen un análisis acabado de
sociólogos y politólogos, quienes deberían llegar al fondo mismo
de las motivaciones que llevan a que la gente intente modificar
la tradicional hegemonía de colorados y blancos. Pero, en
primera instancia, digamos, que nos parece plausible indicar,
que no han habido muchos corrimientos ideológicos, sino que este
voto meditado al doctor Vázquez, es producto también del
hartazgo provocado por estos gobiernos lamentables que han
protagonizado los llamados partidos tradicionales, tomando como
modelo e impulsarlos con ideas siempre provenientes de EE.UU., a
través de los organismos de crédito, aunque - como el
establecido por el Consenso de Washington - se convirtieran en
una sarta de planes disparatados, cuya aplicación se hizo
siempre a contrapelo de los intereses de las mayorías.
Planes de un modelo que ha determinado la enormidad de que algo
menos de la tercera parte de la población del país viva por
debajo de la línea de la pobreza y que además, el Uruguay sea un
compendio de irregularidades y privilegios, cuando no de
acomodos, algunos de ellos desde el punto de de vista ético,
insoportables (tomemos por ejemplo final lo ocurrido en el
Correo, o lo que sigue pasando con los contratos de obra y
servicio)
La gente está cansada de esa politiquería barata, de esas
demostraciones constantes del peor clientelismo político, de ese
cipayismo crónico y sin medida por el cual se hace en algunas
materias lo que se indica desde afuera.
¿Y cual es la decisión mayoritaria? La de buscar algo distinto,
un cambio en la integración del gobierno para tratar de salir de
una parálisis que amenaza con terminar con el país. Se nos dice
que hablar del voto "prestado" es una calificación que conlleva
un desmérito a las largas luchas populares. Y nosotros decimos
otra cosa, que a la vuelta del camino, los uruguayos hemos
madurado y nos hemos vuelto cada vez más democráticos. Ahora
decidimos no dejarnos llevar de la nariz por los lemas
tradicionales, por la pasada vigencia de personajes
presuntamente heroicos del pasado, de luchas pretéritas – que
como la de Maracaná – nos siguen emocionando, pero que a la vez,
nos mantuvieron aferrados a un pasado histórico que nada tiene
que ver con el presente y menos aún con el futuro.
El país de mañana hay que hacerlo desde hoy. Porque los heroicos
de Maracaná le hayan cambiado la pisada a la selección brasileña
de la época, no quedó establecido que ello siempre iría a
ocurrir. En política es lo mismo. El deterioro que ha sufrido el
país es producto de desaciertos y de vicios, de todo tipo, del
que son responsables colorados y blancos. Saravia y Batlle de
poco sirven hoy para analizar lo que hay que hacer en el
presente para crecer en el futuro.
Por lo tanto la gente decidió abrir una nueva carta de crédito,
"prestando" su voto a una corriente ética que nunca había
incursionado en el gobierno, esperando de ella un cambio
profundo que remueva del Estado todo lo malo que en él se fue
incrustando luego de décadas y décadas de gestiones
gubernamentales lamentables. Se trata, obviamente, de
desprenderse de rémoras y de utilizar a la democracia electoral
en toda su magnitud.
Un voto "prestado" que significa, porqué no decirlo, un avance
de la democracia que muestra como la gente piensa en el futuro
en el país dejando de lado viejos enganches electorales que,
como en las reminiscencias sobre Maracaná, siempre sirvieron
para mantener al país en el pasado.
Y como es prestado, mantenerlo, determina cuidados especiales.
¿No es verdad?
* Carlos Santiago es periodista.
https://www.alainet.org/pt/node/110711?language=en
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