De donde sacar esperanza?
19/11/2004
- Opinión
Seguramente la victoria del presidente Bush y la
nominación de Condoleezza Rice como Secretaria de
Estado produce gran abatimiento en millones de personas
por todo del mundo. ¿Cómo es posible que la mayoría de
los electores ratificase la línea política de
Bush/Cheney que prevé enfrentar la violencia con más
violencia y promete intervenir en cualquier parte del
mundo donde los intereses estadounidenses estén en
juego? Es la suprema arrogancia del imperio, que por
primera vez posee dimensiones realmente planetarias.
Pero aprendamos de la historia, que no hay imperio de
mil años, eso es cosa de nazis, ni imperio de un siglo,
eso es cosa de ultraconservadores, tanto más ávidos de
poder cuanto más cortos de visión. Todo imperio es
derrumbado, no por otro imperio más fuerte, sino por la
ansia de libertad de los ciudadanos y por el sentido de
dignidad de los pueblos que es más fuerte que la
dominación.
Pero no olvidemos nuestro país. Algunas derrotas
electorales trajeron decepciones para muchos, derrotas
que representaron una respuesta del pueblo al índice de
inequidad social que produce la macroeconomía del
equipo económico. Es verdad que las exportaciones
crecieron, pero crecieron también, en parte por causa
del superávit primario, el desempleo y el
empobrecimiento del pueblo a niveles peores que los de
Etiopía, según los que conocen allá y aquí.
Honestamente y angustiados, nos preguntamos: ¿qué hacer
con este mundo aquí y allá fuera? ¿De dónde sacar
esperanza?
Esta esperanza no puede venir de aquellas instancias
que están provocando la destrucción de la esperanza.
Se depositó demasiada esperanza en ciertos partidos de
extracción popular y en sus líderes carismáticos que
llegaron al poder. En vez de dar aliento al pueblo,
como prometieron, se volvieron rehenes de la lógica del
sistema con el argumento de que, de todas formas, hay
que evitar el caos sistémico. Ocurre que el caos
social ya se instaló y se agrava día a día. O la
economía es para superar el caos social o ella es una
forma perversa de continua muerte de los pobres en el
altar del dios Mamon. Ninguna sociedad, mínimamente
ética, puede aceptar esa perversidad. Que no se espere
nada de esta política macroeconómica ramera de los
mercados.
Vamos a beber esperanza en las religiones y en las
Iglesias, ya que Ernst Bloch con razón decía: "donde
hay religión, hay esperanza" De hecho, para los
realmente pobres, las iglesias se transformaron en su
refugio, el lugar donde beben alguna esperanza, aunque,
milagrera, apartada de los procesos históricos y de los
compromisos de cambio social. Pero encuentran
igualmente así alguna razón para vivir.
Lamentablemente para muchas de estas iglesias vale el
dicho español: "entre Dios y el dinero, lo segundo es
primero".
La fuente de la esperanza se encuentra en las propias
víctimas. La esperanza es la única cosa que les sobra,
esperanza de que, por adversa que sea la realidad,
alguna cosa buena va a salir de ella. Ellas son
portadoras de la utopía mínima de que, un día, todos
van a poder comer, vivir, ir al médico cuando estén
enfermos, enviar a los hijos a las escuelas y tomar su
cerveza con los amigos el sábado a la tarde y, quien
sabe, tener una jubilación que los deje tranquilos. Y
por fin, eso piensan los pobres sin Bush, ni Blair ni
nuestras élites, que es posible para la humanidad
sentirse una familia, habitando todos juntos el planeta
Tierra, como hermanos y hermanas. ¿No son ellos
quienes nos recuerdan que "la esperanza es lo último
que se pierde"? (Traducción ALAI)
* Leonardo Boff, teólogo.
https://www.alainet.org/pt/node/110892
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