Recordando a Luis XVI
Los paradigmas de la corrupción
28/12/2004
- Opinión
Uno de los temas recurrentes, de abordaje inminente, es
el de la corrupción que, sin duda, abrirá varios
capítulos en el compendio histórico que se realizará
algún día sobre los primeros tiempos de la acción de
nuevo gobierno. La curiosidad existe en todos: ¿Cómo
hará Tabaré Vázquez y su elenco de ministros para
terminar con los abusos, los privilegios, las
complicidades, la corrupción lisa y llana y el delito
contra los intereses del Estado?
En Uruguay, desde hace muchas décadas se fue
estableciendo un tejido de complicidades que tienen
diversa entidad pero, ninguna de ellas, pueden ser
toleradas. Hay cómplices políticos, que por razones de
amistad, cobardía o conveniencia no atacaron de frente y
con fuerza los focos de corrupción que han aparecido en
muchas dependencias estatales y, más allá de eso, en
todas las zonas en las que poder tuvo injerencia y
cabida.
Muchos actos de corrupción que pese a ser denunciados
por los organismos correspondientes (Tribunal de
Cuentas, Auditoria Interna de la Nación, etc.), no
dejaron de estar presentes en la realidad uruguaya en la
que sobrellevamos, además, una sorprendente pasividad
parlamentaria ante la enormidad impulsada por nada menos
que el presidente de la Asamblea General Legislativa y
Vicepresidente de la República, de archivar miles y
miles de expedientes en los que el principal organismo
de contralor (Tribunal de Cuentas), observó trámites,
pero también denunció violaciones al TOCAF y también se
explayó sobre la legalidad de acciones, como por ejemplo
la famosa "Megaconseción" ¿Cómo es posible que en este
país el gobierno acepte sin más que organismos oficiales
como los bancos del Estado, no tengan sus balances al
día?¿Qué no se conozca el número de empresas,
pertenecientes a entes del Estado, ni tampoco sus
balances, ni en torno a ellos se cumpla con la ley que
exige la publicación de los mismos en el Diario Oficial?
Podríamos seguir infinitamente hablando de aspectos
administrativos, cuestionados por el Tribunal de
Cuentas, que siguen sin ser atendidos por la asamblea
legislativa, hecho en que además existen muchas más
responsabilidades. ¿El lector recuerda, acaso, planteos
concretos de los legisladores al respecto?
¿Y los contratos de obra? ¿Y los sueldos de una
insolencia pecaminosa que se auto pagan directores de
bancos estatales que funcionan dentro del régimen
privado, que en su momento fueron superiores a los del
presidente de la nación más poderosa de la tierra?
Decimos sueldos insolentes y pecaminosos en el Uruguay,
si los comparamos con los que obtienen por su trabajo
los docentes, tanto de primera, secundaria como
Universidad de la República, que también dependen del
Estado que, obviamente, mide con dos varas totalmente
distintas. Y, por supuesto, la mayoría de los
trabajadores estatales.
Pero sigamos recordando: ¿Qué ocurrió con la denuncia de
que cientos de computadores desaparecieron de ANEP,
durante el marco de esta misma administración? Por
supuesto que el manto del olvido coronó todo un proceso
que, de ahondarse, podría haber desembocado en la
justicia penal.
Antes del año 30, cuando los gobernantes,
legisladores y jueces aceptaban la función pública como
una carga, Uruguay era un país modesto pero próspero.
Claro, las condiciones internacionales eran otras y la
globalización no era todo lo voraz y sangrienta que es
ahora.
Aun así, existieron factores coyunturales basados
en las condiciones agropecuarias que permitían vivir en
un país con estabilidad y con un cierto principio, de
tendencia a la igualdad, decimos "tendencia" porque
igualdad no había, pero con un cierto principio de
equidad o de búsqueda de la equidad ante la ley. El
batllismo fue eso. Sus logros en materia de seguridad
social, el desarrollo de las empresas de servicios
públicos, a través de las nacionalizaciones,
"aggiornaron" al país y lo convirtieron en lo que
alguien lo llamó "la Suiza de América"
Por supuesto que hubo hechos de corrupción
gigantescos en el país, Recordemos los "crac" bancarios,
las ventas de carteras y otras lindezas que deberemos
recordar siempre. No olvidemos la famosa "infidencia",
el tema de las "cajas negras", etc. Pero, más allá de
esos hechos, el principal engendro de la corrupción se
comenzó a gestar en el período dictatorial. Empezó a
desarrollarse un tejido de corrupción y de complicidades
que se prolonga hasta hoy, paralelo al cual hubo
omisiones legales de todo tipo, en un "dejar pasar" que
inclusive envuelve a muchos estamentos de los cuatro
gobiernos post dictadura.
No hubo decisión por parte de los sucesivos
presidentes de la República y de los miembros de los
partidos gobernantes, para deshacer ese tejido. Algo
nada fácil, lo entendemos, ni que se puede hacer de un
día para el otro porque donde se disipa una infección al
día siguiente aparece otra. Especialmente luego de la
aparición – en el período dictatorial – de la filosofía
neoliberal y su modelo económico, que hicieron de la
obtención de dinero el logro central del desarrollo de
los individuos.
En más de una ocasión hemos incursionado en este
tema. El modelo implícito en el neoliberalismo modificó
los paradigmas de la sociedad, valiendo más la
ostentación de la riqueza que otros elementos, como ser
un "buen padre de familia", entrando en desuso valores
como austeridad, decencia, honradez, recato, probidad,
moralidad, etc.
Con ello no debemos generalizar elementos al barrer
pero también entender que la honestidad, por ejemplo,
puede estar atada a una red de compromisos y
complicidades ya no de orden económico sino de orden
político, que detonan una manera de encarar los
problemas que podemos definir como de "excesiva cautela"
que, en definitiva, determinan la que demora en la
acción en contra de situaciones malsanas que se deberían
romper cortándolas de raíz.
Muchos hombres "probos", intachables en lo personal,
al ahondarse muchas veces el análisis, aparecen como
"más amigos de sus amigos" que enemigos de la
corrupción.
Si los últimos cuatro presidentes de la República
hubieran querido desenmascarar a los corruptos lo
podrían haber hecho., No es tan difícil llegar al fondo
de la verdad.
Ahora, sin duda, en la cabeza del presidente electo
y de su elenco de colaboradores está poner fin a lo que
sigue ocurriendo en nuestro Estado. Colocar un dique a
la pasmosa situación que, al profundizarse alguna
denuncia periodista, alarma. Nadie ha desmentido la
multiplicidad de situaciones que tienen como centro al
Ministerio de Relaciones Exteriores, donde – de acuerdo
a lo afirmado – se modifican legajos, otros desaparecen,
se realizan tareas de encubrimiento, todo ello para que
la futura administración tenga dificultades para
encontrarse con la verdad de los privilegios, por no
llamarlos de otra manera, que, al parecer, son moneda
corriente en el servicio exterior.
No solo existe la decisión proclamada del gobierno
electo sino la voluntad popular de que se comience a
recorrer un camino que, parece, ineludible. La limpieza
total no es tan fácil especialmente cuando se debe
realizar, sin vueltas, a través de las instituciones,
respetando los derechos de todos. Sin embargo nadie
aceptaría que en el diario de situación del nuevo
gobierno alguien escribiera lo que Luis XVI estampó el
día de la Revolución Francesa. El 14 de Junio de 1789
escribió "Aquí no pasa nada"
Es una famosa historia, ¿no? No nos parece que lo
que sucederá ahora será también una negación de la
realidad, porque – lo podemos probar – nunca la historia
deja esas negaciones sin su merecido castigo.
* Carlos Santiago es periodista, secretario de redacción
del diario LA REPUBLICA y del suplemento Bitácora.
Montevideo. Uruguay.
https://www.alainet.org/pt/node/111085?language=en
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