Una propuesta global para un problema global
Tribunal Internacional de Arbitraje de Deuda Soberana
19/01/2005
- Opinión
"Ya lo ves, señor Nicetas -dijo Baudolino-, cuando no era presa
de las tentaciones de este mundo, dedicaba mis noches a imaginar
otros mundos. Un poco con la ayuda del vino, y un poco con la de
la miel verde. No hay nada mejor que imaginar otros mundos para
olvidar lo doloroso que es el mundo en que vivimos. Por lo
menos, así pensaba yo entonces. Todavía no había entendido que,
imaginando otros mundos, se acaba por cambiar también éste".
Humberto Eco
A lo largo de la historia financiera internacional se puede
observar que los países deudores repetidamente toman créditos,
tienen un auge, declinan, cesan los pagos y la vida continúa.
Los casos de las cesaciones de pagos más frecuentes son en las
etapas en que la economía de los países líderes sufren una
recesión. Así, por ejemplo, cuando la bolsa de Londres sufrió
un desplome en octubre de 1825, se llevó consigo a los precios
de las materias primas y, acto seguido, las nacientes repúblicas
sudamericanas y México suspendieron pagos por un periodo de casi
treinta años. Durante la década del 70 del siglo XIX igualmente
un desplome de la bolsa de Londres llevó consigo los precios de
las materias primas y los países cesaron pagos casi sin
excepción por un periodo de casi treinta años igualmente. En el
periodo de los años 30 del siglo XX se repitió la misma historia
por la misma causa. Los impagos se resolvieron veinte años más
tarde a fines de la década del 40 y nuevamente el problema
resurgió en 1982. Esta vez no hubo desplome de bolsas pero sí
del precio de las materias primas y alza brusca de las tasas de
interés.
Su explicación está especialmente en la inestabilidad de la
economía internacional que es cíclica y que pasa por alzas y
bajas; una situación inherente del capitalismo, por lo demás.
Los cambios tecnológicos casi siempre han acompañado las
soluciones para la recuperación de la economía mundial,
favoreciendo a los centros de poder en desmedro del mundo
periférico. Y esa fragilidad de la situación internacional
eleva el riesgo de crisis en las economías empobrecidas, que
viven angustiadas por las presiones financieras.
De la gran discusión teórica a una propuesta política global
La gran discusión teórica desde hace un siglo se erige en torno
a la idea central de si los países quiebran o no. Lo medular de
un país que quiebra es que podría ser llevado a una corte de
quiebras, intervenido por un síndico de quiebras, sus bienes
liquidados por el síndico y los acreedores pagados por partes
iguales.
Hasta 1933 el tema de quién hacía que la ley fuera cumplida
recaía directamente sobre el acreedor quien podía hacer uso de
la fuerza militar y poner a sus síndicos de quiebras. Estos son
los ejemplos del Canal de Suez a fines del siglo XIX o de los
mencionados casos de Nicaragua en 1909 y de Venezuela en 1902-
1903. Por otro lado, a propósito del arreglo de la deuda
externa alemana de 1953 queda constancia del trato diferenciado
que han recibido algunos países ricos por razones geopolíticas.
Llama la atención la acción de los acreedores, quienes, hace 50
años, fueron más eficientes en términos económicos y aún más
humanos que el Banco Mundial, el FMI o el Club de París en la
actualidad. Hoy en día, ante la ausencia de reflexiones humanas
y aún técnicas apropiadas, esas razones geopolíticas que
alentaron el rápido y profundo arreglo de la deuda alemana,
podrían reaparecer de la mano de la masiva emigración de
personas del Sur que están literalmente invadiendo el Norte.
En este contexto, ante los sucesivos fracasos de los arreglos
convencionales de la deuda, surge con fuerza en diversas partes
del planeta la idea del Tribunal Internacional de Arbitraje de
Deudas Soberanas (TIADS), en el que, desde el punto de los
gobiernos deudores, se debe incorporar a todas las categorías de
acreedores. Así, debe haber un tribunal donde tanto los
acreedores privados, como los tenedores de bonos, los gobiernos
y los organismos multilaterales sean sujetos a un tratamiento
homogéneo. Con este fin debe existir una legislación
internacional que no deje a ningún acreedor fuera de las
negociaciones, es decir, que aquellos documentos que no se
presenten a la fecha de las convocatorias de acreedores perderán
vigencia y capacidad de cobranza. Eso debería ser parte de una
nueva jurisprudencia internacional para eliminar del todo a los
free riders. Un requisito mínimo para comenzar el
funcionamiento del TIADS es la inmediata disolución del Club de
París y del Club de Londres, en vista de su fracaso histórico
para todas las partes. Ni resolvieron los problemas de pagos de
los deudores, ni aseguraron a los acreedores la recuperación de
su dinero.
En el campo cuantitativo tampoco habría grandes dificultades si
al empezar se da paso a una masiva anulación de la deuda externa
pública de los países empobrecidos. La salida pasa, entre otras
cosas, por la aceptación de la corresponsabilidad por parte de
los acreedores, y por la asunción de pérdidas por parte de
éstos, que tampoco serán tan graves como para poner en riesgo el
sistema económico mundial, pero que representarán acciones
indispensables para poder enfrentar el acelerado proceso de
empobrecimiento en el mundo.
Para conseguir estos beneficios ampliados, hay que seguir la
recomendación del profesor italiano Sandro Schipani, quien
sugiere instaurar "principios de justicia por los cuales debemos
ser gobernados, para buscar aquellos que eviten consecuencias
que constituyan violaciones a los derechos humanos y de los
pueblos, y afirmar nuevamente, con mayor certeza y estabilidad,
tales reglas para la vida económica". Téngase presente que las
inequidades en las relaciones entre acreedores y deudores han
sido causantes de muchos de los problemas en los procesos de
endeudamiento y de la propia incertidumbre financiera.
Hacia la constitución de un código financiero internacional
En paralelo a estas demandas es necesario que se establezca un
nuevo y mejor sistema monetario y financiero internacional, lo
cual no se resuelve con una simple reforma interna de las
instituciones como el FMI y el mismo Banco Mundial. Se precisa
un sistema que ayude a regular y normalizar otro proceso de
globalización sobre bases de solidaridad y sustentabilidad.
Algo urgente, pues el FMI y el Banco Mundial son simples
instrumentos y mandatarios de las grandes potencias y del gran
capital, o sea de los acreedores. Por lo tanto, esta iniciativa
no puede de ninguna manera ser instrumentada en el marco de las
actuales instituciones de Bretton Woods, que deberían ser
totalmente reformadas desde afuera. Si un nuevo FMI asume la
tarea de controlador, debe ser la "sociedad civil" nacional e
internacional en cada caso la que tenga capacidad de monitoreo
del controlador; adicionalmente, el FMI debe rendirle cuentas a
la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre su marcha y sus
avances con los países.
En el marco de un código financiero internacional, hay que
desarrollar diversos mecanismos de control de los flujos de
capital a nivel internacional. En paralelo hay que fortalecer
el reclamo de la deuda ecológica, en la cual los países
subdesarrollados son los acreedores. Desde esta perspectiva y
si se considera que la deuda externa financiera, en muchos
casos, ya habría sido pagada, considerando además las deudas
social, histórica y ecológica, la pregunta de fondo que surgiría
es quién debe a quién. La tarea, sin embargo, es construir una
situación global de derecho y no simplemente alimentar con
nuevos argumentos planteamientos justos en una lucha que muchas
veces no pasa del nivel del reclamo.
Por eso es preciso resaltar el potencial político de la
propuesta para establecer un tribunal para deudas soberanas.
Una negativa a este justo reclamo ratificaría el abuso que
representa el manejo de la deuda por parte de los acreedores.
La deuda debe dejar de ser un mecanismo de exacción de recursos
desde los países pobres y de imposición de políticas desde los
países ricos. La deuda ha sido y es, la historia y el presente
lo demuestran hasta la saciedad, en términos de Karl von
Clausewitz si hubiera abordado las finanzas y no la guerra, la
continuación de la política con otros medios. Desde esta lógica
la gestión de la deuda externa engarza con otro axioma del
propio von Clausewitz, según el que la deuda es un acto de
violencia cuyo objetivo es forzar al país deudor a hacer la
voluntad de los acreedores a través de las renegociaciones y
programas de ajuste estructural.
Vistas así las cosas, la deuda no sólo frena el desarrollo por
su carga de obligaciones, sino que abre la puerta a las
influencias y aún a la directa intervención de poderes
extranjeros en los asuntos de los países empobrecidos. Desde
esa perspectiva, cabe replantear las alternativas -reconociendo
el carácter global del reto de la deuda externa-, que no pueden
quedarse en simples acciones discursivas y menos aún en parches
aislados e incluso cómplices con el poder financiero, como
podría ser la conversión de fracciones de deuda para inversiones
sociales.
Principios básicos del código financiero internacional son:
- El pago de la deuda externa no puede ser, en ningún momento,
un freno para el desarrollo humano o una amenaza para el
equilibrio ambiental. No sólo está en la mira la resolución de
los problemas del endeudamiento, sino el nacimiento de un
sistema económico más estable y equitativo que redunde en
beneficio de toda la humanidad.
- No es aceptable, dentro del Derecho Internacional, que los
arreglos de deuda externa sean instrumentos de presión política
para que un Estado acreedor o una instancia controlada por los
Estados acreedores impongan condiciones insostenibles a un
Estado deudor, reflejadas especialmente en el ajuste
estructural.
- Las condiciones de cualquier arreglo deben basarse en los
derechos humanos económicos, sociales y ambientales. Estas
tienen que ser internacionalmente pactadas para ser reconocidas
y por cierto deben establecerse condiciones positivas para
impedir que los recursos liberados se canalicen a armas, a
gastos dispendiosos o al sostenimiento de gobiernos sultánicos,
por ejemplo.
Con los principios señalados es preciso crear un derecho
financiero internacional pactado por todos y al que se acojan
todos los acreedores sin excepciones. Esto permitirá una cierta
independencia de los poderes nacionales de los acreedores
mayores y le dará más equidad tanto a los acreedores menores
como a los deudores.
El punto de partida de cualquier solución, incluido el
arbitraje, radica en la identificación de las deudas adquiridas
legalmente y que pueden ser pagadas, distinguiéndolas de
aquellas a partir de la doctrina de las deudas odiosas y
corruptas. Con una auditoria financiera y ciudadana se podría
descubrir la existencia de deudas ilegales e ilegítimas, sobre
todo aquellas contratadas por gobiernos dictatoriales; además,
suspender el pago de estas deudas podría constituirse en una
barrera para prevenir aventuras dictatoriales.
Uno de los capítulos que debería contemplarse será el código
será de los créditos corruptos, porque estudiando la historia es
evidente que existen créditos que nunca debieron otorgarse y que
lo fueron porque había ganadores preestablecidos. Estos deben
anularse. Es decir, establecer que en la corrupción
internacional crediticia hay dos partes involucradas y que ambas
son responsables. Esos créditos deben ser anulados y los
gobiernos deudores estafados, resarcidos. Los responsables de
ambas partes, castigados de forma análoga.
Esto requiere de auditorías de los créditos internacionales que
deben ser realizadas por la sociedad civil para evitar que las
partes interesadas ingresen al mecanismo mismo. Es decir
auditorías financieras donde no participan ni el gobierno ni los
acreedores sino la sociedad civil nacional e internacional,
entendida como gremios de auditores, asociaciones de juristas y
colegios de contadores acompañados de otras organizaciones de la
sociedad civil entregaran sus resultados directamente al TIADS.
Un corolario de esto es que el derecho penal internacional debe
de incorporar cláusulas de penalización a la corrupción de
carácter internacional con castigos severos para todas las
partes involucradas.
Para el servicio de la deuda contratada y renegociada con
acuerdos definitivos y en condiciones de legitimidad, habrá que
establecer parámetros claros en términos fiscales, para que el
servicio de las deudas que todavía hubiera que pagar, dentro del
Presupuesto del Estado, no afecten las inversiones sociales y
tampoco minimicen el potencial de desarrollo o sea la capacidad
de ahorro interno.
En definitiva, la condicionalidad utilizada en la resolución del
problema debe girar en torno a los derechos humanos económicos,
sociales y culturales en primer lugar. Simultáneamente se
requiere la potenciación de una red internacional de
organizaciones de la sociedad civil que monitoree en cada país
la buena marcha de los organismos internacionales de manera que
cuando se produzcan asesorías erradas como en el caso argentino,
sea posible hacer que los organismos internacionales, como el
FMI, rindan cuentas ante la justicia por sus errores y sus
acciones. Estas organizaciones entregarían informes a sus
gobiernos y ante una Comisión Permanente Supervisora de los
Organismos Internacionales de la Naciones Unidas. Anualmente,
se haría una evaluación del trabajo de las instituciones.
En conclusión, el reto no radica en obligar a los países
subdesarrollados a seguir por un camino sin salida tratando de
realizar mejor las mismas tareas asumidas hasta ahora,
simplemente para imponer la razón del más fuerte. La viabilidad
de los países deudores no puede estar jaqueada por condiciones
económicas que llevan a la población al desempleo, la migración,
la informalidad y la violencia. El objeto de la economía es el
bienestar de la población y el de la justicia, asegurar que esto
ocurra.
El reto de la solución de los conflictos sobre deuda externa
impagada exige un redoblado esfuerzo político a escala global,
que sume fuerzas en el Sur y en el Norte, a partir del respeto
de las especificidades de los países. "La experiencia enseña,
nos recuerda Alfredo Eric Calcagno, que los países capitalistas
dominantes no han hecho jamás espontáneamente concesiones
importantes a los países subdesarrollados y que toda conquista
es el fruto de una lucha". Esto significa redoblar la lucha
para desmontar las injustas estructuras e instituciones
existentes y, a su vez, consolidar un sólido compromiso ético
para construir un orden internacional más justo e instituciones
más democráticas y equilibradas, que permita desnudar posibles
trampas que aparecen con el muchas veces mañoso manejo de la
deuda externa, que la han transformado en una deuda eterna.
Nota: Una versión completa de esta propuesta se encuentra en
http://www.lainsignia.org/londres.html
* Alberto Acosta (ecuatoriano) y Oscar Ugarteche (peruano),
economistas, son docentes universitarios y autores de varios
obras sobre el tema de la deuda externa.
Publicado en América Latina en Movimiento, No. 385-386, edición especial, Foro Social de las Américas, ALAI, 20 julio 2004
https://www.alainet.org/pt/node/111212
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