Ejercito Zapatista de Liberación Nacional. México.
Comisión Sexta del EZLN
10/05/2006
- Opinión
6 de mayo de 2006.
Al Cuarto Congreso Nacional Indígena:
A los Pueblos Originarios de México:
Al Pueblo de México: Compañeros y compañeras: Reciban los saludos de los hombres, mujeres, niños y ancianos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Como ustedes saben, la brutal represión policiaca sufrida por nuestros compañeros del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y los pobladores de San Salvador Atenco, en el estado de México, nos obligó a permanecer en estas tierras para apoyarlos y que puedan salir de la cárcel en la que se encuentran injustamente presos. Los malos gobiernos no sólo atacaron, golpearon y encarcelaron a estos compañeros y compañeras. También están torturándolos y violando a las mujeres. Todo esto mientras los gobiernos se llenan la boca de mentiras sobre la legalidad y el estado de derecho. Nosotros lo sabemos bien que detrás de esa agresión está la ambición del poderoso por la tierra, la tierra de Atenco. Como pueblos indios no podemos ver esta agresión sin nada hacer. Tenemos que levantar nuestra voz, nuestro paso y nuestras manos para, por medio de acciones civiles y pacíficas, obligar al rico y a su gobierno a que libere a estas personas nobles y dignas que luchan por la justicia y apoyan al débil. La agresión a San Salvador Atenco es parte de la guerra contra los de abajo, incluidos nosotros, los pueblos originarios de estos suelos. A todo lo largo de nuestro país, en las montañas y valles, en ríos, lagunas y mares, donde nacimos como pueblos indios que somos, la misma historia se repite; una nueva guerra de conquista que se traduce en despojos de tierras comunales y ejidales, en destrucción de nuestra madre naturaleza, en desprecio y humillación para quienes somos el color de la tierra que somos. Esta nueva conquista que los poderosos hacen sobre nuestras tierras está encabezada por gobernantes, diputados, senadores, funcionarios que tuercen las leyes para convertirlas en afiladas espadas que lastiman a nuestros pueblos. El nuevo credo que se impone es el de la ganancia y su nuevo dios: el dinero. Antes, dispersos como estaban nuestros pueblos y a veces enfrentados unos con otros, llegó el extranjero a mandar, robar y matar. Haciendo uso de nuestros saberes y dignidad, pudimos resistir para no desaparecer y que, muriendo nosotros, muriera la tierra que como guardianes cuidábamos. Ahora el poderoso quiere reconquistar la madre tierra. Ella nos habla y hay dolor, muerte y destrucción en su palabra. Y habla también que hay otros como nosotros, pero diferentes, que también sufren estos dolores que tanto duelen en nuestro color que somos, en nuestra historia. Estos otros y otras son obreros y obreras, campesinos y campesinas, estudiantes, maestros, jóvenes, ancianos y ancianas, niños y niñas diferentes modos de ser. Tienen en común los cielos que nos cobijan y las rabias que nos alimentan. Para defender nuestra patria, la tierra de la que somos guardianes, tenemos que unirnos con estos otros y otras. Con ellas y ellos tenemos que levantar la bandera de la dignidad rebelde, la misma que ya levantamos en nuestra historia, pero ahora en todo el país y con todos y todas los que abajo somos el corazón olvidado de la Patria. Para encontrarnos con ellas y ellos, para encontrarnos también como pueblos originarios, tenemos que construir un lugar, un movimiento nacional. Un lugar donde cada quien sea y sea con respeto a su historia y a su modo. Un lugar donde no se imponga ni se desprecie. Un lugar de respeto. Un lugar para escuchar y aprender. Un lugar para conocer al otro, a la otra. Un lugar para ir sabiendo las demandas de abajo y escribirlo y lucharlo: un Programa Nacional de Lucha. Un lugar para sacar el nuevo acuerdo en que viviremos en el Otro México que naceremos: una Nueva Constitución. Este lugar que queremos construir se llama la Otra Campaña, la Otra Política. Como pueblos indios tenemos que construir nuestro propio lugar, donde se reconozcan nuestros derechos y nuestra cultura. Donde seamos indígenas y mexicanos con dignidad. La guerra avanza sobre nuestros suelos y bajo nuestros cielos. La destrucción que siembra lastimará de forma irremediable nuestra patria. Por eso esta lucha que hoy hacemos es la única esperanza para nuestra historia, para los nuestros y para la tierra que guardamos. Compañeros y compañeras del Congreso Nacional Indígena: Los zapatistas, las zapatistas, hemos dicho claro que Atenco no está solo, que su dolor y su indignación son nuestros. Estamos dispuestos a todo para obtener su libertad. Les pedimos que juntos como pueblos indios de México le digamos al pueblo de Atenco que no está solo, que su lucha es ya la nuestra y que nuestro moreno corazón se levantará para exigir su libertad. ¡Libertad incondicional a todos los presos y presas de Atenco! ¡Cancelación de las órdenes de aprehensión! ¡Libertad y justicia para San Salvador Atenco! ¡Que siempre vivan los pueblos originarios de México! Desde la Otra Ciudad de México. Por la Comisión Sexta del EZLN.
Subcomandante Insurgente Marcos. México, mayo de 2006
A los Pueblos Originarios de México:
Al Pueblo de México: Compañeros y compañeras: Reciban los saludos de los hombres, mujeres, niños y ancianos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Como ustedes saben, la brutal represión policiaca sufrida por nuestros compañeros del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y los pobladores de San Salvador Atenco, en el estado de México, nos obligó a permanecer en estas tierras para apoyarlos y que puedan salir de la cárcel en la que se encuentran injustamente presos. Los malos gobiernos no sólo atacaron, golpearon y encarcelaron a estos compañeros y compañeras. También están torturándolos y violando a las mujeres. Todo esto mientras los gobiernos se llenan la boca de mentiras sobre la legalidad y el estado de derecho. Nosotros lo sabemos bien que detrás de esa agresión está la ambición del poderoso por la tierra, la tierra de Atenco. Como pueblos indios no podemos ver esta agresión sin nada hacer. Tenemos que levantar nuestra voz, nuestro paso y nuestras manos para, por medio de acciones civiles y pacíficas, obligar al rico y a su gobierno a que libere a estas personas nobles y dignas que luchan por la justicia y apoyan al débil. La agresión a San Salvador Atenco es parte de la guerra contra los de abajo, incluidos nosotros, los pueblos originarios de estos suelos. A todo lo largo de nuestro país, en las montañas y valles, en ríos, lagunas y mares, donde nacimos como pueblos indios que somos, la misma historia se repite; una nueva guerra de conquista que se traduce en despojos de tierras comunales y ejidales, en destrucción de nuestra madre naturaleza, en desprecio y humillación para quienes somos el color de la tierra que somos. Esta nueva conquista que los poderosos hacen sobre nuestras tierras está encabezada por gobernantes, diputados, senadores, funcionarios que tuercen las leyes para convertirlas en afiladas espadas que lastiman a nuestros pueblos. El nuevo credo que se impone es el de la ganancia y su nuevo dios: el dinero. Antes, dispersos como estaban nuestros pueblos y a veces enfrentados unos con otros, llegó el extranjero a mandar, robar y matar. Haciendo uso de nuestros saberes y dignidad, pudimos resistir para no desaparecer y que, muriendo nosotros, muriera la tierra que como guardianes cuidábamos. Ahora el poderoso quiere reconquistar la madre tierra. Ella nos habla y hay dolor, muerte y destrucción en su palabra. Y habla también que hay otros como nosotros, pero diferentes, que también sufren estos dolores que tanto duelen en nuestro color que somos, en nuestra historia. Estos otros y otras son obreros y obreras, campesinos y campesinas, estudiantes, maestros, jóvenes, ancianos y ancianas, niños y niñas diferentes modos de ser. Tienen en común los cielos que nos cobijan y las rabias que nos alimentan. Para defender nuestra patria, la tierra de la que somos guardianes, tenemos que unirnos con estos otros y otras. Con ellas y ellos tenemos que levantar la bandera de la dignidad rebelde, la misma que ya levantamos en nuestra historia, pero ahora en todo el país y con todos y todas los que abajo somos el corazón olvidado de la Patria. Para encontrarnos con ellas y ellos, para encontrarnos también como pueblos originarios, tenemos que construir un lugar, un movimiento nacional. Un lugar donde cada quien sea y sea con respeto a su historia y a su modo. Un lugar donde no se imponga ni se desprecie. Un lugar de respeto. Un lugar para escuchar y aprender. Un lugar para conocer al otro, a la otra. Un lugar para ir sabiendo las demandas de abajo y escribirlo y lucharlo: un Programa Nacional de Lucha. Un lugar para sacar el nuevo acuerdo en que viviremos en el Otro México que naceremos: una Nueva Constitución. Este lugar que queremos construir se llama la Otra Campaña, la Otra Política. Como pueblos indios tenemos que construir nuestro propio lugar, donde se reconozcan nuestros derechos y nuestra cultura. Donde seamos indígenas y mexicanos con dignidad. La guerra avanza sobre nuestros suelos y bajo nuestros cielos. La destrucción que siembra lastimará de forma irremediable nuestra patria. Por eso esta lucha que hoy hacemos es la única esperanza para nuestra historia, para los nuestros y para la tierra que guardamos. Compañeros y compañeras del Congreso Nacional Indígena: Los zapatistas, las zapatistas, hemos dicho claro que Atenco no está solo, que su dolor y su indignación son nuestros. Estamos dispuestos a todo para obtener su libertad. Les pedimos que juntos como pueblos indios de México le digamos al pueblo de Atenco que no está solo, que su lucha es ya la nuestra y que nuestro moreno corazón se levantará para exigir su libertad. ¡Libertad incondicional a todos los presos y presas de Atenco! ¡Cancelación de las órdenes de aprehensión! ¡Libertad y justicia para San Salvador Atenco! ¡Que siempre vivan los pueblos originarios de México! Desde la Otra Ciudad de México. Por la Comisión Sexta del EZLN.
Subcomandante Insurgente Marcos. México, mayo de 2006
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