OMC: Globalización corporativa en crisis
14/12/2005
- Opinión
La sexta Conferencia Ministerial de la Organización Mundial
del Comercio (13 - 18 de diciembre, Hong-Kong, China), fue
convocada para negociar la suerte de los servicios públicos,
del suministro global de alimentos, de los empleos y del
desarrollo. Los representantes de 148 países se están
reuniendo para diseñar el futuro de la economía global.
Las negociaciones están atascadas en una variedad de temas, y
se pronostica que la Conferencia Ministerial podría terminar
sin declaración de consenso. Los defensores de la OMC tratan
de presentar la crisis de las negociaciones como si el
problema fuera la falta de "ambición" europea (y
particularmente francesa) o brasileña, para romper el impasse.
Pero la verdad es que la OMC está en crisis porque el modelo
de la globalización corporativa ha fallado en su supuesta
misión de desatar el crecimiento económico. Durante 10 años,
la OMC ha ayudado a promover un incremento en el comercio
global, pero este aumento comercial no ha podido estimular el
desarrollo económico, ni siquiera en los niveles alcanzados
durante la era pre-1980. Tampoco ha podido aliviar la
pobreza. Según las Naciones Unidas, todavía vivimos en un
mundo donde cada día mueren 24.000 personas de hambre y de
enfermedades relacionadas con la pobreza.
Ahora que este historial está claro, los movimientos sociales
globales y muchos gobiernos están criticando la arremetida de
la OMC contra la soberanía, la democracia y la capacidad de
los países pobres para desarrollarse. Por ello, miles de
agricultores, de trabajadores, de ecologistas, de mujeres, de
creyentes, de inmigrantes, y de abogados de los derechos
humanos, provenientes de Hong-Kong, de Bolivia, de Corea del
Sur, de Canadá, de Sudáfrica, de Indonesia, de Europa, de las
Filipinas, de los EE.UU., y otros países, han acudido a Hong-
Kong este mes de diciembre, para protestar contra la OMC, este
organismo antidemocrático, y contra su impacto destructivo en
las comunidades, la democracia, el desarrollo y el medio
ambiente.
Un modelo quebrado
La OMC apunta a consolidar una serie de reformas políticas,
que muchos países han implementado durante los últimos 25
años, siguiendo los programas de ajuste estructural impulsados
por el Banco Mundial y el FMI en los países en vías de
desarrollo, y las prescripciones de corte Reagan-Thatcher en
EE.UU. y Europa. Designado como "libre comercio", "el
consenso de Washington" o lo que nosotros llamamos la
"globalización corporativa", estas políticas incluyen la
privatización de los servicios públicos, debilitamiento de las
leyes laborales, desregulación de la industria, apertura a la
inversión extranjera, contracción del gobierno salvo en lo
militar, rebaja de los aranceles y subsidios, y priorización
de las exportaciones por sobre la producción para los mercados
nacionales.
La OMC ha fracasado en el impulso del crecimiento económico
porque todo este modelo está diseñado para incrementar el
poder de las corporaciones en la gobernanza de la economía
global. Más que una instancia para gobernar el comercio, a la
OMC se la puede entender mejor como una apropiación
corporativa del poder global, que apunta a imponer un sistema
de reglas, de tamaño único, en los asuntos nacionales de
servicios públicos, de propiedad intelectual, de la
agricultura, del desarrollo industrial, entre otros. Bajo
este modelo perverso de la globalización corporativa, no sólo
el desarrollo económico está frenado, sino que la desigualdad
económica ha crecido enormemente, disminuyendo las
perspectivas para el desarrollo y la vigencia de los derechos
humanos económicos universales.
En el mejor de los casos: menos de un centavo al día
No solamente el historial de la OMC es deplorable, sino que
las perspectivas se anuncian aún peores. Incluso siguiendo
los modelos económicos tradicionales, las nuevas cifras
vaticinan un desarrollo económico global mucho menor con la
actual ronda de la OMC que lo que estuvo proyectado
originalmente. En el estudio reciente publicado por el Banco
Mundial, un resultado exitoso en las negociaciones actuales
podría rendir un aumento económico global de apenas 3 a 20
dólares por año por persona, a nivel mundial, hasta el 2015,
de lo cual más de dos tercios irían a los países ricos.
Pero una de las conclusiones más asombrosas del estudio es
que, aún con una liberalización comercial total en todo el
mundo -un panorama altamente inverosímil-, el aumento
ascendería a meramente 287 mil millones de dólares para 2015.
Parece una cifra grande, pero representa apenas un ínfimo 0.7
por ciento del PIB global proyectado para ese año.
Traduciendo esta estadística a la realidad, si imaginamos la
vida en un país donde se gana un dólar diario, bajo la
liberalización comercial total -de acuerdo a uno de sus
mayores defensores-, el ingreso de un dólar diario se elevaría
a un dólar con 7 décimos de un centavo.
Es por ello que 130 entidades alrededor del mundo -liderados
por los sindicatos- han emitido una declaración llamada "La
Ronda de Desarrollo de Doha: una receta para la destrucción
masiva del sustento, el desempleo masivo y la degradación del
trabajo". La declaración inicia: "Cuando los ministros de
comercio del mundo pusieron sus firmas en el documento de
fundación de la OMC, en abril de 1994 en Marrakech, en su
primera oración donde se establece la OMC, se comprometieron a
elevar los estándares de vida, y a asegurar el pleno empleo y
un volumen grande y en crecimiento constante de ingresos
reales.
"¿El milagro de Marrakech se ha materializado? ¿El empleo y el
sustento están asegurados y en constante crecimiento? No. Las
reglas del comercio e inversión de la OMC han llevado al mundo
en la dirección opuesta, y las negociaciones actuales amenazan
con alejarnos aún más. Después de diez años bajo la OMC, el
desempleo ha aumentado en todo el mundo".
Históricamente, otros modelos económicos han arrojado niveles
mucho más altos de desarrollo que lo que los partidarios del
modelo de la OMC pretenden ofrecer, por ejemplo, aquellos
implementados por muchos países en vías de desarrollo antes de
que el FMI comenzara a controlar sus economías. Además, otros
modelos -como aquellos centrados en inversiones en salud y
educación- han demostrado que alivian la pobreza con mucho
mayor eficacia, que cuando se prioriza solamente el comercio y
la liberalización de las inversiones.
Por ejemplo, las dos economías de crecimiento más rápido en
América Latina -que registran un crecimiento de alrededor del
nueve por ciento este año- son Argentina y Venezuela; ambas
siguiendo políticas económicas poco ortodoxas, desestimadas
por las instituciones financieras internacionales y los
líderes de la OMC.
La importante colección del International Forum on
Globalization, titulada "Alternatives to Economic
Globalization: A Better World is Possible", destaca varias de
estas políticas alternativas, recopiladas de algunos de
los/las pensadores/as más lúcidos en estos temas alrededor del
mundo, incluyendo a Walden Bello, Vandana Shiva, Jerry Mander,
Lori Wallach, y otros.
Al mejor postor: servicios, empleos y agricultura
El 1 de diciembre, el director general de la OMC, Pascal Lamy,
distribuyó un segundo bosquejo de la propuesta de declaración
a discutirse en la reunión ministerial de la OMC en Hong-Kong.
Muchos países en vías de desarrollo reaccionaron rápidamente
en Ginebra, expresando preocupaciones serias sobre el texto,
que representa excesivamente los intereses de los países
desarrollados y los intereses corporativos, a expensas de las
problemáticas del desarrollo.
¿Qué sucede realmente en la OMC?
Servicios: En años recientes, las corporaciones han luchado
por redefinir el "comercio" para que incluya los servicios.
En lugar de considerar que los servicios como la distribución
del agua, la atención médica y la educación son derechos
humanos, la OMC apunta a privatizar estos servicios públicos,
lo que aumentaría las ganancias corporativas pero limitaría el
acceso para los pobres. Es por ello que los movimientos
sociales en Bolivia y otros países han lanzado una nueva
campaña: "El agua fuera de la OMC".
Los negociadores de los países ricos también desean desregular
los servicios del sector privado, como la distribución de la
electricidad, actividades bancarias y turismo, al restringir
el poder de vigilancia pública sobre las corporaciones. O
sea, menos regulación de industrias clave como la contabilidad
y la distribución de energía, la receta perfecta para tener
más escándalos como el de Enron y de Arturo Anderson.
Insatisfechos con la cantidad de servicios que los países en
desarrollo han ofrecido vender a las corporaciones
multinacionales extranjeras, EE.UU. y Europa han planteado
recientemente la demanda de que los países ofrezcan una
cantidad mínima de servicios para la liberalización total.
Esta nueva demanda ha encontrado una resistencia enérgica de
los países en desarrollo, que ven en esta maniobra una
estratagema corporativa, que les impediría alcanzar las metas
del desarrollo del milenio, como el aumento del acceso a los
cuidados de salud y a la educación.
Aún más polémicas son las negociaciones sobre el aumento de
las visas para trabajadores extranjeros, o "el movimiento de
personas naturales" en terminología de la OMC. La OMC no
debería estar determinando las políticas domésticas de
inmigración, particularmente considerando que las reglas
propuestas limitarían drásticamente los derechos laborales de
los trabajadores inmigrantes, y se contribuiría globalmente a
la fuga de cerebros de los países en desarrollo.
Empleos y recursos naturales: En otra área clave de la
negociación, los países ricos están presionando a los
gobiernos de los países pobres para que rebajen los aranceles
a los productos industriales y los recursos naturales (el
Acceso al Mercado de Productos no Agrícolas, o NAMA por sus
siglas en inglés). El uso de los aranceles para proteger
industrias nuevas y en desarrollo contra la competencia de
productos extranjeros es una piedra angular de la política
industrial, a la que cada país desarrollado ha recurrido para
proteger sus empleos e industrias nacionales. Si las
negociaciones continúan, la OMC quitaría esta escalera de
desarrollo, en forma permanente.
Además, NAMA aumentaría el comercio en recursos naturales
importantes tales como los productos selváticos, las gemas y
los minerales, y los productos pesqueros, a la vez que
arrancaría las "barreras no arancelarias", que nosotros
llamamos regulaciones de salud y de seguridad.
Los aranceles constituyen esencialmente impuestos a las
corporaciones por el privilegio de ganar dinero en un país
extranjero; así que la reducción de aranceles se debe entender
como un gigante esquema de abolición de impuestos
corporativos. Si los intereses corporativos se imponen, los
países ricos podrán forzar a los países en desarrollo a
reducir drásticamente sus aranceles. Entonces muchos pequeños
países en desarrollo, que dependen de la renta de los
aranceles como una parte significativa de su presupuesto
público, verían esfumarse el financiamiento para la atención
médica y la educación.
Martin Khor, de la Red del Tercer Mundo, ha calificado las
negociaciones de NAMA como el "fin del desarrollo".
Agricultura: La reforma agraria, los subsidios a la canasta
básica para los pobres y la producción sostenible son
elementos básicos de un sistema alimentario justo y sano.
Pero las reglas de la OMC se basan en una ideología del
alimento para la exportación, no para comer.
Los aspectos más conflictivos en las negociaciones agrícolas
son los subsidios gubernamentales para la producción doméstica
y los aranceles a las importaciones. Sin embargo, EE.UU. y
Europa, con una hipocresía soberbia, han logrado en gran parte
exenciones para los tipos de subsidios que utilizan, que
benefician principalmente a las corporaciones agro-
industriales como Monsanto o Archer Daniels Midland. El
movimiento global de agricultores, Vía Campesina, ha lanzado
una campaña: "La OMC fuera de la agricultura", porque los
pequeños agricultores en todo el mundo han visto destruirse su
sustento en los últimos 10 años, debido a las políticas de la
OMC.
Se acordarán, tal vez, de la inmolación del campesino coreano
Lee Kyung Hae durante la Reunión Ministerial de la OMC en
Cancún, hace dos años, portando un letrero que decía: "La OMC
mata a los agricultores".
Esta vez, la Reunión Ministerial está precedida por una
tragedia similar. Durante la visita de Bush el mes pasado a
una Cumbre de la Cooperación Económica Asiática y Pacífica,
una joven campesina coreana se mató ingiriendo insecticida,
para protestar contra las mortales políticas agrícolas de la
OMC, que permiten la importación masiva de arroz extranjero
subvencionado.
Una ventana de oportunidad
De concretarse el fracaso de la sexta Reunión Ministerial, la
OMC entraría efectivamente en una crisis profunda. Luego de
que no pudo lanzar la llamada Ronda del Milenio en 1999 en
Seattle, la actual ronda de negociaciones fue lanzada en Doha,
Qatar en 2001. Una segunda Conferencia Ministerial colapsó en
medio de masivas protestas sociales en septiembre de 2003.
Las negociaciones debían haber culminado para enero del 2005,
pero siguen atascadas en torno al marco básico.
Si el marco (o las modalidades, en lenguaje OMC) no se termina
para marzo, será bastante difícil que los negociadores puedan
culminar las negociaciones técnicas a tiempo para enviar los
acuerdos definitivos al Congreso de EE.UU. antes que de
expire la autorización de negociar por la Vía Rápida (Fast
Track), en julio de 2007.
La sexta Conferencia Ministerial de la OMC sigue de cerca otra
fallida reunión de alto nivel, la Cumbre de las Américas en
Mar del Plata, Argentina. La administración Bush intentó
utilizar la reunión para dar un nuevo empujón a las
negociaciones atascadas del Área de Libre Comercio de las
Américas -ALCA-, pero la reunión terminó sin siquiera una
declaración. Este fracaso fue interpretado ampliamente en los
medios masivos como un fuerte reparo a todo el modelo de
globalización corporativa en América Latina.
Si los gobiernos de los países en desarrollo, conjuntamente
con la sociedad civil global, pueden pararse firmes ante la
presión coercitiva y las demandas desmedidas de EE.UU. y
Europa, la Conferencia Ministerial de Hong-Kong podría
desbaratarse una vez más, como ocurrió en Seattle, Cancún y
Mar del Plata.
En los medios de comunicación estadounidenses nos hablarán sin
duda de la falta de "ambición" europea o brasileña para romper
el impasse de las negociaciones. Pero la realidad está clara:
el experimento radical de instituir un gobierno corporativo
global no ha podido asegurar el crecimiento económico, el
desarrollo, ni la democracia, y nunca lo hará.
No son solamente las negociaciones que están quebradas, sino
el modelo.
Los próximos meses ofrecen una ventana crucial para comenzar a
revertir la marea de la globalización corporativa; y en su
lugar, de construir la visión de una economía global basada en
los valores de la vida, no en los valores del dinero. No
perdamos esta oportunidad.
(Traducción ALAI).
Deborah James es Directora de Economía Global del Global
Exchange, San Francisco.
https://www.alainet.org/pt/node/115478
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