La capitana Mika
Una argentina combatiente en la guerra de España
19/07/2006
- Opinión
Se cumplen setenta años del inicio de la guerra civil española. Podemos enterarnos con beneplácito acerca de la erradicación de placas con los nombres de Fanjul, Yagüe y otros "héroes" del franquismo de calles y paseos públicos españoles, por parte de IU-Corriente Roja y otras agrupaciones de izquierda.
En Buenos Aires, se publican entrevistas y se realizan homenajes al poeta Quesada, a Fanny Edelman y a otros argentinos y argentinas participantes de las Brigadas Internacionales.
La oportunidad es propicia para recordar a Mika Feldman (que luego adoptó el apellido Etchebehere), argentina nacida en la colonia judía “Moishesville” en la provincia de Santa Fe. Ella no formó parte de las Brigadas, sino de la columna del POUM, con la que luchó en las cercanías de Madrid, y en la defensa de la ciudad. Anarquista primero, miembro del grupo universitario “Insurrexit”, con paso por el Partido Comunista de Argentina y luego por el Partido Comunista Obrero (previa expulsión junto con el grupo nucleado en torno al periódico “La Chispa del PCA), su militancia se definió por el trotskismo, junto con su pareja Hipólito Etchebehere, también argentino. Juntos anduvieron por la Patagonia argentina, y luego por Francia, Alemania, donde trataron de estimular la resistencia obrera al nazismo, hasta recalar en España en vísperas de la guerra civil, incorporándose a las milicias del POUM desde el primer día. Muerto Hipólito en combate a poco de iniciarse el conflicto, en Atienza, Mika lo reemplazará como oficial al mando de una compañía, con el grado de capitana. Combatirá en Sigüenza, en la defensa de Madrid en La Moncloa, en las trincheras de Pineda de Húmera, en el fracasado intento de tomar el Cerro del Aguila, todo hasta los primeros meses de 1937.
Debilitadas las columnas del POUM por las bajas militares, y reprimidas luego por la acusación de "quintacolumnistas" y "trotskistas", pese a que el POUM había roto con Trotsky y sus hombres habían combatido tesoneramente por la República, Mika pasará a tropas de la CNT, en base a su vínculo con el dirigente libertario Cipriano Mera. Seguirá en el frente hasta mediados de 1938, cuando pasará a desempeñarse en tareas médicas y culturales, en Madrid.
Según algunos afirman, fue la única mujer con grado de capitana en el frente de combate, y esa actuación quedaría reflejada en sus memorias, publicadas en 1976, tituladas Mi guerra de España. Es un escrito vivaz, carente de benevolencia pero también de tremendismos. Nada hay en sus escritos de ese tono planamente hagiográfico en el que sólo habitan héroes y militantes ejemplares. Sus dudas y miedos, el sentimiento materno que la hace preocuparse todo el tiempo por el abrigo y la comida para sus milicianos, la nostalgia de los paisajes patagónicos y los barrios parisinos, ocupan un lugar no desdeñable en el texto. Y va mostrando su gradual y a veces difícil comprensión de la cultura hispánica y del modo de ser de los campesinos y jornaleros extremeños que forman el grueso de su compañía. Critica con dureza al gobierno republicano, a la conducción militar del conflicto, y al papel de los representantes de la Internacional Comunista y la URSS, sin que esos señalamientos se apoderen del libro ni le impidan reconocer la valentía y la vital importancia militar de las Brigadas.
Mika murió en París en 1992, después de haber tomado parte del Mayo francés y de otras gestas de los rebeldes de la tierra, incluyendo una nueva residencia en Argentina en los primeros años cuarenta.
Por fortuna, en los últimos años su figura ha sido rescatada del olvido, primero en España y luego en nuestro país. Horacio Tarcus publicó "Historia de una pasión revolucionaria", una documentada reconstrucción de la trayectoria de Mika e Hipólito, en 2000, y hace pocos meses, Bárbara Funes incluyó un capítulo dedicado a ella en el volumen “Luchadoras”, compilación dedicada a diferentes revolucionarias que dirigió Andrea D'Atri. Sería deseable que “Mi guerra de España” fuera reeditado en Buenos Aires, quizás con un estudio previo sobre el personaje y sus circunstancias. Mientras tanto, valga el recuerdo y homenaje hacia una persistente luchadora de la revolución, que supo empuñar las armas e incluso ejercer el mando, superando los prejuicios y resistencias de la época hacia el rol femenino en la época.
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