La lista de los países latinoamericanos que visitó el Presidente Bush es reveladora. Brasil es el campeón mundial del etanol. Los otros - Uruguay, Colombia, Guatemala y México- tienen mucho potencial para producirlo. Uruguay con cinco plantas de celulosa y los otros tres con  melaza de caña. Hay una notable omisión: Argentina, el país con la mayor capacidad natural para cualquier bio-combustible.

Los Estados Unidos son - con mucho- el mayor consumidor de energía del planeta y el menos eficiente en usarla. Sólo en petróleo consume el 25% ( 20.8 Millones de barriles diarios, 2005) del total mundial y el 23% del gas (21.9 tcf, 2004)[1]. Esto cuando la producción de combustibles fósiles ha tocado el tope de su capacidad. La producción petrolera comienza a disminuir y será remplazada por el gas, que alcanzará su tope en 20 años. Por eso los combustibles fósiles son objetivo central de la política exterior de Estados Unidos.

La culpa de Afganistán (oleoducto) en la demolición del World Trade Center, las armas de destrucción masiva de Irak o el programa nuclear civil de Irán son pretextos para arrebatar hidrocarburos. Tanto como el apoyo simultáneo en antiguas republicas soviéticas a revoluciones coloreadas de democracia  o a dictadores incorregibles. El hilo estratégico es asegurar la provisión energética propia y sustraer los recursos a otros.

Esa política predatoria cojea militarmente y es muy onerosa: en dinero, en prestigio internacional y en política doméstica. Es sólo beneficiosa para la industria militar y un puñado de contratistas del gobierno. Como dijo Winston Churchill “ Se puede contar con que Estados Unidos harán siempre la cosa correcta, sólo que después de probar con todas las otras opciones”. El desastre de sus aventuras militares y el problema ecológico mundial por la contaminación – donde Estados Unidos es responsable del 50% – coinciden para enfocar su mira hacia otras fuentes energéticas.

Ahora hay un súbito interés en etanol. Funcionarios en Washington proclaman que el tour latino de Bush es para promover la producción de etanol en América Latina y el Caribe.  Se especula –con razón- que el objetivo de Bush sea la constitución de un cartel del etanol, con gobiernos subalternos. No hay duda de que Brasil no es subalterno, pero es el país inevitable porque es el Gran Productor y con la mejor tecnología para la producción y para el uso.

El viraje al etanol también tiene otra razón. Los países exportadores de hidrocarburos en América Latina tienen ahora gobiernos nacionalistas: Venezuela, Bolivia y Ecuador. En  Venezuela – cuarto productor mundial y con las mayores reservas – el gobierno de Chávez encarna un nacionalismo popular de raíz profunda e irreversible. Tiene más de alma que de ideología política y coincide con el peronismo en su acción por la justicia social. Los programas de Evo Morales y Rafael Correa son expresiones andinas de ese nacionalismo popular, que integrara sus recursos petroleros al desarrollo Latinoamericano y del Caribe.    

Límites técnicos y económicos del etanol

El beneficio de combustibles biológicos para el desarrollo y el ambiente  no son evidentes. El Brasil es el único caso claro. En los 70s Brasil importó petróleo en época de precios crecientes y contrajo una gran deuda externa. Entonces optó por usar su tradicional capacidad azucarera  para suplantar gasolina por etanol; algo en que tiene autonomía y le resulta rentable a partir de un petróleo a $30/barril. Desde esa perspectiva desarrolló motores que funcionan sólo con etanol y últimamente motores flexibles que andan con gasolina o etanol.

El etanol es rentable para los países tropicales que producen melaza de caña, pero para los demás el panorama es turbio. Comencemos con que el rendimiento energético es 37% más bajo que el de la gasolina y 40% mas bajo que el gas, como lo muestra la tabla adyacente. Fuera de Brasil ninguno tiene un parque automotor o industrial  equipado para su uso. La idea de usar 10% de etanol como aditivo  atribuye automáticamente la distribución a las gasolineras de las transnacionales petroleras, que serán garantes y ganantes.

Los países desarrollados no producen caña de azúcar y producir etanol de los cereales es ineficiente, porque contienen almidón que hay que convertir en azúcar para poder destilarlo. La insistencia en un etanol de cereales nos regresa al tema de los subsidios a la agricultura y los intereses de los grupos agro-industriales.  El etanol puede ser mezclado con gasolina para automóviles hasta en un 25% sin modificar los motores. Un problema con el etanol es su  mucha afinidad con el agua, lo que lo hace corrosivo y difícil de transportar por tuberías.

El único problema en los países tropicales para la producción de etanol a partir de caña de azúcar es que sea sostenible. Hay potencial para daños ambientales (Amazonia) y existe la amenaza de que un modelo de siembras en gran escala arrolle a los pequeños y medianos productores. Un caso similar es el biodiesel que se extrae de aceites vegetales y grasas animales, porque puede depredar el ambiente y encarecer alimentos de consumo humano -que es el pretexto dudoso para justificar el aumento de precio del maíz/tortillas en México.

Un tercer tipo de biocombustible es el butanol (4 carbonos): menos corrosivo, mayor densidad energética y mayor concentración en su mezcla con gasolina. En Europa hay un consorcio (BP/DuPont) que trabaja en un proyecto para producir butanol en gran escala a partir de azúcar de remolacha. Para combustibles a partir de celulosa se invierte en investigación y desarrollo porque tienen en potencia mayores rendimientos energéticos.

El etanol embriaga la agenda política

Se supone que los biocombustibles emiten tanto carbón como han asimilado y se les llama ambientalmente neutros. Eso los impulsa en la agenda política de los gobiernos que buscan alcanzar sus compromisos en límites a emisiones contaminantes. En particular, la UE tiene una política energética que creará una gran demanda de insumos tropicales como el aceite de palma en el sudoeste asiático y melaza de caña de América Latina y Sur África.
 En América, el Memorando de Entendimiento entre Brasil y Estados Unidos contempla tres áreas de cooperación entre los dos países.  La primera es la de tecnología e investigación entorno al etanol, donde Brasil es el país con más experiencia y ventajas. La segunda  es sobre  asistencia técnica para expandir la producción de etanol en otros países con caña de azúcar, como Centroamérica y el Caribe; en eso Brasil ya tiene iniciativas para esa zona y también en África. El tercero es el de su comercio internacional, para lo cual se necesitan estándares uniformes y ese es un problema general de los combustibles biológicos[2]. 
Los Estados Unidos imponen un arancel de 0,5/galón al etanol brasileño y eso fue abordado por Lula en la conferencia de prensa conjunta, pero se le ignoró en el memorando. Ese detalle  incoherente insinúa que en Washington no piensan en el etanol latinoamericano como fuente de abastecimiento, sino como un combustible de uso local que disminuya la presión de la demanda sobre los combustibles fósiles de la región. Producir etanol de maíz es rentable con un  petróleo a  $58/barril.
Esa puede ser la razón por la que en la 48ª Asamblea de Gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), su presidente, Luis Alberto Moreno, anunció que le apuestan a la producción de biodiesel y etanol. Moreno agregó que para hacer a Latinoamérica el primer productor de biodiesel, se necesitan de $200 mil millones a lo largo de 4 años. El BID analiza si el financiamiento será con  dinero público o privado.
El vicepresidente del Banco Europeo de Inversiones, Carlos Da Silva, se reunió con el ministro de Finanzas, Hugo Beteta, para ofrecer un financiamiento a proyectos de generación de energía renovable en Guatemala. Sería con fondos de los 2 mil 800 millones de euros asignados a  Latinoamérica - período 2007-2013- para apoyar hasta en un 50% del costo de iniciativas para biocombustibles. El gobierno de Alemania seleccionó a Guatemala como país piloto para la creación de un mercado de etanol y biodiesel.
En Estados Unidos los objetivos están más ligados a la seguridad energética que a la preocupación ambiental. El Presidente Bush ya anuncio que los biocombustibles deben remplazar un 20% de la gasolina en 10 años. Eso significa seis veces el maíz producido en 2006 y necesita un área igual a la dedicada hoy a su producción total. Es lícito especular sobre las repercusiones de tal política en la cría de animales y en el ambiente.
Comentarios

Los productores de etanol en Estados Unidos reciben un crédito fiscal de $0,54 por galón y encima se les protege con un arancel de 0,51, que es la mitad del precio del etanol brasileño. Grupos ambientalistas nutren dudas sobre la efectividad de las presentes soluciones de las bioenergías y de sus beneficios para el efecto invernadero[3]. Un estudio de la Universidad de Cornell calcula que cuesta un 30% más de energía producir etanol del maíz de la contenida por el combustible[4]. En su reciente tour, Bush apareció en Sao Paulo en un Cadillac enorme, bien blindado, dotado de central de comunicaciones y depurador de aire; pero su motor de gasolina es políticamente muy incorrecto para promover un mercado de etanol[5].

Fuente: Instituto de Relaciones Económicas Internacionales (IREI), Ginebra
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