Gobierno y ELN retoman diálogos

21/11/2007
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El papel del presidente Chávez como una especie de facilitador de la paz en Colombia comienza a dar frutos: gracias a sus gestiones Gobierno y ELN decidieron reanudar sus conversaciones que se encontraban prácticamente congeladas desde hace varios meses. ¿Qué es lo nuevo que existe en el escenario y cuáles los nudos gordos de la negociación?

La presencia de Hugo Chávez como tercero le añade, para Gobierno y ELN, un elemento de confianza, dado en este caso no simplemente por un tercero de buena voluntad, sino por el jefe de un Estado, que además es nuestro vecino y socio económico principal y adicionalmente a quién las izquierdas de la región –incluidas las guerrillas colombianas- miran con respeto y simpatía. Es decir, se trata de un peso pesado que le puede añadir seriedad a la Mesa de Conversaciones y dependiendo del juego que le den las partes, ayudar a sugerir alternativas para superar las dificultades. Otro elemento nuevo fue la reunión del presidente Chávez con el máximo comandante del ELN Nicolás Rodríguez, ‘Gabino’, en la cual el jefe de Estado venezolano recibió la certeza del compromiso político para avanzar de esta organización guerrillera a través de su máximo jefe.

Ahora bien, las dificultades que existen en el proceso de acercamientos son reales y no van a desaparecer como por arte de magia. Efectivamente hay crisis de confianza lo cual se refleja en que tanto Gobierno como ELN asumen que su contraparte no tiene voluntad política para avanzar en un proceso de paz. Pero existen también diferentes visiones acerca de cómo entender la paz: para los Gobiernos –no sólo el actual sino en general todos- consideran que la paz con un grupo alzado en armas es fundamentalmente un proceso de desarme y reinserción, en el mejor de los casos hecho en condiciones honorables; para una guerrilla como el ELN –igual sería para el caso de las FARC- la paz está asociada a reformas y/o lo que denominan cambios estructurales. Allí hay, por supuesto una diferencia grande que debe encontrar salidas aceptables para ambos.

Por ello es poco probable que una guerrilla como el ELN o las FARC –con más de cuatro décadas alzadas en armas- vayan a desmovilizarse sin acuerdos políticos que les permitan frente a los suyos presentar, algún tipo de resultado en el campo reformista; difícilmente estas guerrillas aceptaran el modelo ensayado con los grupos de autodefensas o paramilitares.

De lo anterior se derivan otras dificultades que están en la coyuntura, el tema de la localización de las fuerzas del ELN en un cese de hostilidades, que para el gobierno es una condición indispensable –incluso plantea la identificación de los miembros del ELN-, probablemente porque lo considera ya un cese de hostilidades de tipo definitivo e indefinido; mientras que para esta organización guerrillera lo entiende como un cese de hostilidades de carácter experimental y transitorio y considera que no es posible su localización y que esto lo sustituyan con un sistema de verificación internacional-nacional. Allí se reflejan los dos problemas señalados, falta de confianza mutua y visiones divergentes del proceso de negociación.

Pero igualmente el proceso cuenta con acumulados que deben retomar: los documentos borradores para un ‘acuerdo base’ alrededor de los cuales se han dado avances sustanciales. Pero estos deberían complementarse con dos aspectos que son fundamentales: una agenda que defina los temas alrededor de los cuales habría disposición para discutirlos –eventualmente llegar a acuerdos en el proceso de negociación- y precisar los alcances de la propuesta del ELN de la Convención Nacional como espacio de participación social.

Deseamos que el plazo para la facilitación de Chávez, sugerido por el gobierno colombiano, no enturbie el buen ambiente que parece existir por el momento.

Alejo Vargas Velásquez
Profesor Universidad Nacional (Colombia)
https://www.alainet.org/pt/node/124360
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