El regreso al futuro: Los limites del crecimiento económico en América Latina

26/05/2008
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Eran los tiempos de las viejas computadoras. Enormes máquinas que ocupaban varias habitaciones calcularon la superficie de tierra necesaria para alimentar la población mundial, y le restaron las áreas perdidas por el avance de la urbanización y otros usos. Las computadoras vibraron y lanzaron sus resultados: en pocos años podría pasarse de una situación de abundancia a otra de escasez de alimentos debido a una producción que no satisfacía el crecimiento exponencial de la demanda.

En el día de hoy se han vuelto comunes advertencias similares, pero lo impactante en este caso es que fueron hechas hace más de 30 años atrás en el reporte "Los límites del crecimiento". Ese estudio, publicado en 1972 por Donella Meadows y sus colaboradores en el Instituto Tecnológico de Massachussetts, cuestionó que fuera posible un crecimiento económico continuo debido a los límites ambientales[1]. Inmediatamente se generó una polémica desde varios flancos. Desde las corrientes conservadoras y grupos empresariales se rechazaba la existencia de límites ecológicos al crecimiento exponencial de la economía, y se minimizaban tanto la reducción de los recursos naturales como la importancia de los impactos ambientales. Pero también muchos grupos de izquierda en aquellos años cuestionaron el informe, viéndolo como una imposición burguesa o una demanda neo-malthusiana que impediría el desarrollo de los países del Tercer Mundo.

Hoy, la crisis de los alimentos y la espiral de crecimiento del petróleo, vuelve a poner en el tapete aquellas advertencias sobre los límites ambientales que enfrentan las estrategias convencionales defensoras de un crecimiento económico continuo.

Aumento de precios y escasez de recursos

La evidencia actual sobre los límites en la disponibilidad de recursos es tan abrumadora que hasta los más escépticos deben aceptarla. Posiblemente el caso más conocido se observa con los hidrocarburos. Desde hace años no se encuentran nuevos yacimientos de importancia mientras que el consumo sigue aumentando. El precio del barril ha aumentado al rango de los 100 dólares por barril, y si bien existen muchos factores que explican esa dinámica, ya nadie puede negar que uno de ellos sea la reducción en las reservas mundiales conocidas.

En el caso de los granos y otros alimentos, la producción ha mostrado una tendencia al crecimiento. Por ejemplo, se estima que la producción mundial de cereales aumentará un 2.6% en 2008, alcanzando un nuevo record de 2 , 164 millones de toneladas, según la FAO. Pero simultáneamente, las reservas mundiales caerán a su nivel más bajo en 25 años, alcanzando los 405 millones de toneladas en 2007/08. Esto representa un descenso del 5% con respecto al ciclo anterior.

Entretanto, los precios internacionales de los alimentos no dejaron de aumentar. Mientras que en 2006, se pagaba aproximadamente US$100 por una tonelada de maíz, a inicios de 2008 el precio ronda los US$250; el trigo se pagaba alrededor de los US$200/ton y alcanzó casi los US$500/ton en ese mismo período de tiempo, mientras que el arroz, aumentó casi al doble. Esto explica que el índice de precios de los alimentos de FAO registrara un aumento del 23% en 2007 en comparación con los precios del año anterior, mientras que los precios del 2006 también eran superiores a los del 2005. En los primeros meses de 2008 los precios siguen subiendo.

La coyuntura también actúa en el aumento de los precios agroalimentarios. Podemos citar el caso del ingreso de fondos de inversión y la especulación en los mercados a futuro. Pero una vez más, también observamos como la creciente demanda vuelve escasos a estos recursos.

El superciclo de las materias primas

El actual aumento de los precios de las materias primas termina alimentando estrategias extractivistas en todo el continente. La envergadura de esos aumentos, que se observan no sólo en hidrocarburos y agroalimentos, sino también en otros productos, como los minerales, ha llevado a sostener que nos encontramos en un "super-ciclo" de materias primas.

Se define como "super-ciclo" a un aumento real en el precio de los commodities, desencadenado por una demanda sostenida, y de por lo menos una década de duración. Esta hipótesis es defendida por varios analistas del mundo financiero, como por ejemplo el grupo de mercados globales de Citigroup[2]. El concepto comenzó a ser usado en 2005 con particular referencia al aumento de precio de minerales como el cobre y oro. Pero los indicadores de precios de los productos agrícolas también muestran sustanciales aumentos (por el ejemplo, el índice CRB para productos agrícolas señala importantes incrementos).

Esto desencadena otra particularidad de la situación actual. Mientras que en el pasado los problemas giraban alrededor de la pérdida de mercados exportadores o el deterioro del precio de las materias primas (uno de cuyos ejemplos mas recordados fueron las denuncias sobre los términos de intercambio), en la actualidad existe una fuerte demanda de productos con altos precios. Muchos países latinoamericanos disfrutan de esa coyuntura y en ellos el debate ahora reside en la distribución de los excedentes económicos de esa inserción internacional.

Los impactos y los límites

Este contexto internacional que parece tan atractivo está en realidad muy distorsionado. Los precios siguen siendo volátiles, en especial por el ingreso de agentes del mundo financiero que generan tanto aumentos como caídas. La proliferación de instrumentos financieras en los grandes exportadores agropecuarios (incluidos Argentina, Brasil y Uruguay), como los contratos a futuro en la soja, contribuyen a esa volatilidad.

La competitividad internacional de muchas materias primas está basada en intensas externalidades sociales y ambientales. Por ejemplo, el bioetanol de Brasil logra menores costos de producción pero a costa de emplear mano de obra con bajísimos salarios y paupérrimas condiciones de empleo. Entretanto, el aumento de la producción agropecuaria se hace a costa de avanzar sobre nuevas áreas silvestres, generando un enorme impacto negativo sobre la biodiversidad, o en intensificar el uso de las tierras que ya han sido usadas en cultivos o ganadería. Pero esto generará otros impactos ambientales, como aquellos debidos al aumento en el uso de fertilizantes (estimándose que su consumo crecerá a una tasa de 2.7% anual hasta el año 2012). En algunas zonas, la aplicación de agroquímicos alcanza los mismos volúmenes registrados en Alemania o Francia. Asimismo, buena parte de las zonas más fértiles de las cuencas de los ríos Paraná y Uruguay, tienen el mismo grado de antropización al observado en las grandes planicies agrícolas de Estados Unidos.

Estos ejemplos indican que se enfrenta no solo un problema de escasez de recursos, sino también de acumulación de los impactos sociales o ambientales. En otras palabras, aún en el caso que los recursos no sean escasos, por ejemplo por el hallazgo de nuevos depósitos de petróleo, lo cierto es que este tipo de desarrollo genera efectos negativos muy intensos, tanto a escala global (como el cambio climático) como a escala regional en América Latina (por reducción de áreas silvestres, grandes cambios en los ciclos ecológicos y contaminación).

La resistencia frente a los límites

Ninguna de las advertencias sobre los impactos o límites ambientales es nueva, y se han desarrollado desde los años 70. Pero a pesar de todo esto, en América Latina persisten actitudes que rechazan o minimizan estos problemas, prevaleciendo un mito que concibe al continente como una región repleta de enormes recursos que aguardan por ser aprovechados. Los latinoamericanos estaríamos a salvo de las restricciones ecológicas ya que disponen de enormes áreas para cultivar, gigantescos depósitos de minerales y amplios espacios silvestres que amortiguarían los impactos ambientales.

Esas posturas defensivas también tienen una larga historia, y un buen ejemplo fue la respuesta latinoamericana al informe de Meadows y sus colaboradores. En efecto, en 1975 se presentó el llamado "Modelo Mundial Latinoamericano", producido por un equipo internacional de la Fundación Bariloche (Argentina)[3]. Este modelo rechazaba casi todas las conclusiones del informe de Meadows, ya que sostenía, por ejemplo, que las restricciones a la producción de alimentos podía superarse expandiendo la agropecuaria sobre las áreas silvestres, como la Amazonia, mientras que los límites energéticos no existirían debido a que se debería usar energía nuclear a gran escala con lo cual se asegurarían las necesidades por un plazo prácticamente indefinido.

Actualmente se repiten posturas similares. No se pone en cuestión esos límites ecológicos, y por el contrario se intenta acentuar la explotación de materias primas para aprovechar la actual coyuntura internacional y generar mayores tasas de crecimiento económico. Siguiendo esa postura, se permite el avance de la frontera agropecuaria, se defiende el uso de transgénicos, prolifera el licenciamiento de permisos mineros, y se retoman las discusiones sobre el uso de la energía nuclear. Esto ocurre a lo largo de todo el espectro político, desde la defensa de la minería que hace el gobierno de Alan García en Perú al rechazo de Lula da Silva de los que intentan detener las represas en la Amazonia para "salvar unos bagres"; desde la apuesta a las minas de carbón en Colombia a las propuestas nucleares de Michele Bachelet en Chile; y así sucesivamente.

Buena parte de los actores políticos se sienten inmunes a esos límites ecológicos, y por el contrario, sienten que este es su momento histórico, y deben aprovechar los altos precios internacionales para alimentar sus ansias de crecimiento económico. El efecto hipnótico del crecimiento material, de la apropiación de la Naturaleza para nutrir los flujos financieros que nutren a la sociedad de consumo, es tan intenso que una y otra vez se rechaza la evidencia sobre los límites ecológicos al crecimiento.

Los ejemplos desde otros continentes tampoco son muy alentadores. Por ejemplo, el conocido economista Paul Krugman, confiesa que el aumento del precio en las materias primas resucita el debate sobre el agotamiento de los recursos y los límites al crecimiento, pero que esa es una cuestión "que casi no se oía" desde la década de 1970[4].

En realidad Krugman está equivocado en un punto crucial, tal como se discutió arriba: las advertencias sobre las restricciones ambientales al sueño del crecimiento ilimitado se han venido repitiendo una y otra vez en los últimos treinta años, sumándose tanto nueva información como nuevas voces. Por lo tanto el problema no es que no se escuchara mucho sobre el asunto como si no existieron aportes, sino el hecho que los economistas tradicionales, los actores políticos, tanto conservadores como progresistas, y muchos otros grupos sociales, no han querido oír. La actual crisis de altos precios brinda una nueva oportunidad para revisar las bases conceptuales de las estrategias de desarrollo. Será necesario comenzar por aprender a escuchar otras voces.

- Eduardo Gudynas es analista es CLAES D3E, un centro de investigación y promoción del desarrollo sostenible (www.integracionsur.com) y colabora con el Programa de las Américas. Las opiniones son exclusivas del autor.

Fuente:  Programa de las Américas       http://www.ircamericas.org.  (Derechos reservados)


[1] Meadows, D.H. y colab, 1972, Los límites del crecimiento, Fondo Cultura Económica, México.

[2] Heap, A. 2005, China—The Engine of a Commodities Super Cycle, Smith Barney, Citigroup Global Markets.

[3] Herrera, A.O. y colaboradores, 1975, Modelo Mundial Latinoamericano, Fundación Bariloche, Reimpresión, IDRC e IIED, Buenos Aires, 2004.

[4] Krugman, P. 2008, Un planeta agotado, El Universal (México), 1 mayo 2008, http://www.eluniversal.com.mx/columnas/71179.html.

https://www.alainet.org/pt/node/127734
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