Visiones imposibles:

Repitiendo la historia

09/04/2009
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El presidente Barak Obama, en una primera gira por los países que privilegia la agenda de Washington, hizo un recorrido que lo llevó desde Londres hasta Beirut, pasando por Francia, Alemania y Turquía. Es difícil proyectar una gira distinta si George Bush siguiera en la Casa Blanca. No es un aserto despectivo para el nuevo presidente estadounidense. Se trata, sólo, del resultado de una visión que comparte todo el aparato de poder en los Estados Unidos de Norteamérica. Demócratas y republicanos obedecen a fuerzas muy poderosas que, en definitiva, son las que marcan el rumbo de la política de ese gobierno, sea cual fuese el presidente de turno.

Por supuesto, no se trata de incidir en la coincidencia de los factores de gobierno en el país del norte. Aquello es sabido desde hace mucho tiempo. Lo demostró John Kennedy concretando los planes de su antecesor para invadir Cuba en 1961. Estamos obligados, como habitantes de un país empobrecido, a explicarnos los propósitos de esta gira.

El tema central es la crisis económica desatada los manejos dolosos de la banca privada que han llevado, en Estados Unidos, a marcar cifras de desempleo por encima de los 20 millones de personas. No cuentan los millones de subempleados y, mucho menos, los otros tantos y tantos que simplemente fueron borrados de las listas porque, para todo efecto práctico, dejaron de ser ciudadanos norteamericanos. Se trata de blancos, negros, chicanos, indígenas y asiáticos que sobreviven en las alcantarillas, comen en los basureros y se visten con desechos.

Para el poder norteamericano, que extiende su influencia sobre el G7+1 (Rusia incluida junto a USA, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Japón y Canadá), la forma de enfrentar esta crisis es cubrir el déficit de los créditos y préstamos sin respaldo que hicieron estos bancos. Cuando aquello sucedió en Bolivia, en los años ’90, en una proporción insignificante para la economía mundial, a los bolivianos nos costó casi mil millones de dólares que los gobernantes no tuvieron ningún empacho en disponer, aunque se negaban a cualquier mejora salarial. Lo mismo ocurre ahora, aunque la proporción es tan inmensa que todos los países del mundo, según piensan las élites del poder mundial, deben cargar con las trapacerías de los ricos.

Pues bien. Obama se asegura, en el primer tramo de su recorrido, que los más fieles aliados de la Casa Blanca, no duden ni un instante que se mantendrá la misma política del anterior inquilino de aquella Casa. En otros términos: Estados Unidos seguirá emitiendo dólares para la banca y la industria pesada. Haciendo lo mismo conjuntamente –esta es la idea que se maneja en Washington- podrá superarse la crisis. Que un analista serio y hasta un estudiante de economía, tengan serias dudas sobre esta salida, tiene poca importancia; ellos son los dueños del poder y pueden convencer al pueblo para reactivar la economía y, una vez más, recomenzar el ciclo demanda – oferta – mayor demanda – mayor oferta – crisis. Para entonces, ya serán otros los encargados de buscar soluciones.

Pero, para agregar aliados, no tuvo inconveniente alguno en visitar Ankara y resolver, al desgaire, un viejo tema de genocidio. Con un solo discurso cerró esas viejas heridas y prometió un apoyo decidido para que Turquía ingrese a la Unión Europea. Es de presumir que, previamente, obtuvo la aquiescencia de Londres, París y Berlín, que habían puesto tantas trabas a ese ingreso. Es que ahora, en aras de resolver la crisis económica, cualquier medio es permisible, incluyendo la apertura del exclusivo club que forman las potencias occidentales.

La cereza del pastel tan bien elaborado, tenía que ser Irak. Aquel devastado país, aquella sociedad desestructurada, aquel pueblo asesinado, sigue siendo el trofeo que muestra Washington como trofeo de guerra. Porque se trata de una guerra, incluyendo la crisis económica. Una guerra contra los países empobrecidos a quienes buscan doblegar para que paguen la deuda que provocaron sus grandes empresarios.

Pero, ninguna de estas proezas tendrá resultado. Hace más de 140 años, Carlos Marx hizo este boceto del colapso capitalista: “Los dueños del capital estimularán a la clase obrera que compre más y más bienes costosos, casas y tecnología, hasta que su deuda se haga insoportable. La deuda no pagada conducirá a la quiebra de los bancos, los que tendrán que ser nacionalizados y el Estado tomará el camino que eventualmente conducirá al comunismo”.

No se trata de que Barak Obama o sus pares de la Unión Europea proclamen el comunismo, ni cosa parecida. Han avanzado, sin tener otro camino, hasta la compra de acciones de los bancos esperando que, mañana, recuperados de su descalabro, retomen las acciones que los gobiernos están comprando ahora.

Cualquiera fuese el camino inmediato que sigan los dueños del poder económico en el mundo, nosotros, las sociedades de los países empobrecidos, tenemos que buscar nuestro propio camino y decirles, por primera vez, NO a su intención de volcar sobre nuestros recursos, la salvación de su sistema. Esta vez deben resolver sus problemas con sus propios medios, sin contar con nosotros.

- Antonio Peredo Leigue es periodista, senador del Movimiento al Socialismo (MAS) de Bolivia. 

https://www.alainet.org/pt/node/133243?language=en

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