Integración americana: el aniversario de Francisco de Miranda y los pueblos originarios
31/03/2010
- Opinión
En estos tiempos en los que se habla de los procesos integradores, de un mundo de grandes estados, de la inviabilidad de los países pequeños aislados, cuando la Unión Europea (UE), con todas sus graves dificultades, constituye el primer Producto Interno Bruto(PIB) del planeta por delante de los Estados Unidos de América (EUA) y cuando en el continente americano, aunque con problemas, se trata de avanzar en acuerdos regionales como el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) no puede pasar por alto el 260 aniversario del nacimiento del primero que soñara con la unidad de casi todo el continente americano en manos españolas, desde el viejo México (incluyendo los territorios que le arrebataran posteriormente los EUA) por el norte hasta el extremo sur.
Sebastián Francisco de Miranda, más conocido por su segundo nombre, hijo de un canario y una criolla, nació en Caracas, hoy Venezuela, el 28 de marzo de 1850. Es decir, se acaban de cumplir 260 años, sin que salvo en su terruño y, curiosamente y en menor medida, en el Brasil, se hayan destacado algunas de sus banderas. La integración le debe a Miranda sus primeras y principales iniciativas, de las que luego se hicieron eco otros propulsores, comenzando por su coterráneo Simón Bolívar.
Francisco de Miranda soñó con reconstruir el Tahauntinsuyu, el imperio inca de las cuatro regiones, pero expandirlo hacia el resto de la América ocupada por España. El nuevo país debía llamarse Colombeia (por Cristóbal Colón) y estar gobernado por un emperador con el título de Inca y un poder legislativo integrado por una cámara vitalicia de caciques y una cámara baja electiva, amén de dos cónsules. De alguna manera fue un sincretismo entre las viejas organizaciones políticas romana, inglesa y aborigen, según sus diversas fuentes educativas formativas. La terminología utilizada para los cargos se basaba, generalmente, en las normativas indígenas.
La capital de ese vasto imperio armonizador de las diferentes culturas debía ser la ciudad de Panamá, idea que luego remó el propio Simón Bolívar cuando la designó “el ombligo del mundo”, el mismo concepto que las civilizaciones andinas utilizaron para designar a su capital como Cuzco que significa, precisamente, “el obligo del mundo”. Es que uno de sus mentores ideológicos había sido, lecturas mediante, aquel famoso Gómez Suárez de Figueroa, cuyo nombre fue trocado a través de sus obras por el del Inca Garcilaso de la Vega, mestizo nacido precisamente en Cuzco en 1539. Apodo que hizo propio abandonando el original bautismal.
No hay que olvidar que su obra, en especial “Comentarios reales de los incas”, tuvo un carácter quasi subversivo para la época, según decidió el poder colonial español, ya que fue prohibida tras el levantamiento de José Gabriel Condorcanqui (Tupac Amaru II) en noviembre de 1780. Es que sus ideas golpearon y así dos siglos después sirvieron de inspiración no sólo para Tupàc Amaru II sino a otros como Miranda y a su heredero ideológico, Bolívar. Y de alguna manera en el argentino Manuel Belgrano cuando propuso designar inca del nuevo estado surgido del anterior Virreynato del Río de la Plata, al hermano de José Gabriel, a Juan Bautista Condorcanqui, cuyos restos se encuentran en la Argentina y a cuya memoria se erigirá un monumento en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) a instancias de la diputada nacional Silvia Beatriz Vázquez.
Diferencias al margen, Miranda fue una suerte, en aquellos tiempos, del Ernesto “Che” Guevara de épocas más cercanas. Combatió contra el colonialismo y la opresión allí donde lo creyese necesario. Participó, muy joven, como soldado español, de la guerra de la independencia de los EUA y, posteriormente, como otros que habían intervenido en la misma (el ideólogo estadounidense Thomas Paine o el francés Marie-Joseph Paul Yves Roch Gilbert du Motier -marqués de La Fayette-) se traslado para pelear en la Revolución Francesa. En 1781 alcanzó el grado de coronel del ejército español por su actuación en la toma de Pensacola que había sido ocupada por los británicos. En 1782 encabezó la expulsión de los mismos británicos de las islas Bahamas. En 1783 se radicó en los EUA donde conoció al presidente George Washington, a Alexander Hamilton y Samuel Adams, entre otros, además de Paine y Lafayette, con quienes se carteó durante todas sus vidas.
Tras recorrer la mayor parte de Europa (en Rusia se había convertido en un admirado de Catalina “la Grande”) intentó convencer al primer ministro británico William Pitt, “El Viejo”, de darle apoyo para liberar la América española. Se dice que entre los planos y operaciones estratégicas a realizar estuvo el cruce de los Andes, sobre el cual se pudo haber inspirado José Francisco de San Martín, el gran mestizo rioplatense. También se dice que colaboró con Paine, en Marsella, Francia, en la elaboración de la “Declaración Universal de los Derechos del Hombre”
En Francia llegó a mariscal de campo, tras obtener varis victorias contra los prusianos. Pero cayó en desgracia al negarse a ser enviado a Haití para reprimir la independencia de ese país producto de la sublevación de los esclavos afroamericanos. Tras dos años de prisión, acusado, ante el gobierno de Maximiliano Robespierre, de traición en unas batallas por otro general francés (Carlos Francisco Dumouriez) que luego se comprobó era el verdadero traidor fue puesto en libertad y conoció a Napoleón Bonaparte. En 1797 con su gobierno firmó el “Acta de París” en la que se asumió como representante de los americanos independentistas.
Luego se radicó en Londres y en la capital británica fundó la “Logia Lautaro”, nombre puesto en homenaje a la memoria del sublevado aborigen mapuche en el Siglo XVI. Fundación en la que participó el luego presidente chileno Bernardo O’Higgins. Justamente de la “Logia Lautaro” surgieron varios de los líderes independentistas americanos, entre los que se destacaron los propios José de San Martín, Simón Bolívar y Bernardo de Monteagudo.
En 1805 partió, luego de dejar todos sus bienes a los dos hijos que había concebido con su ama de llaves. Viajó hacia los EUA donde no consiguió aportes tras haber buscado el apoyo en los presidentes Thomas Jefferson y James Madison. Así es que se trasladó a Haití donde consiguiera el apoyo del gobierno afroamericano (como años más tarde lo recibió Bolívar en dinero, armas y soldados con los que logró su victoria definitiva sobre los españoles) pero su expedición a Venezuela fue derrotada, aunque en un segundo intento logró algunas victorias. En ese momento el gobierno británico amagó apoyarlo pero la ocupación de España por Napoleón frustró esa posibilidad. La flota que pudo haberlo ayudado, como la que iba a marchar al Río de la Plata para una tercera invasión fueron desviadas a la Península Ibérica, sobre todo tras la sublevación asturiana contra los franceses.
Luego del levantamiento patriótico en Caracas con Simón Bolívar al frente, desde Londres trabajó para conseguir respaldo pero el propio Bolívar viajó a la capital británica con otros miembros de la Junta Suprema y lo convenció para que regresase con ellos. Miranda aceptó y a su vuelta a Venezuela instó a la inmediata declaración de la independencia, cosa que se concretó en 1811, adoptándose como bandera nacional la que el creara para su primera expedición en 1805, y que hoy, con matices es la que poseen Venezuela, Colombia y Ecuador.
Designado como jefe del ejército independentista debió reprimir varis revueltas intestinas pero fue derrotado por los españoles y resultó acusado de traición por su gente. Murió en un mazmorra española y fue enterrado en una fosa común hasta que sus restos pudieron ser recuperados no hace mucho mediante la práctica del ADN. Napoleón dijo de èl “es un quijote que no está loco; tiene fuego sagrado en el alma”, y así los franceses lo recuerdan ya que su nombre está grabado en el Arco de Triunfo en París y sus retratos y estatuas se encuentran en diversos lugares de ese país.
Para el actual presidente venezolano, Hugo Rafael Chávez Frías, Miranda fue “el primer criollo de dimensión histórica mundial”, “nuestro primer internacionalista” y el hombre que se anticipó a Simón Bolívar. Al tiempo que con su pluma fue “un gran comunicador” al avizorar el derrumbe del imperio colonial español.
A 260 años de su nacimiento un memoria merece ser reivindicada por todos aquellos pueblos de la región que crean, seriamente, en la integración como una cuestión vital para un futuro donde se ocupe un lugar en el mundo y se respeten y armonicen culturas, entre ellas, y como una reivindicación especial, la de los pueblos indígenas, como la de aquel Lautaro al que inmortalizó Miranda como epónimo de un grupo de hombres que fueron claves para la independencia americana. Reivindicación por demás necesaria en estos tiempos de los bicentenarios.
- Fernando Del Corro es Periodista, historiador graduado en la Facultad de Filosofía y Letras (FyL) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), docente en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la UBA en "Historia Económica Argentina" y subdirector de la carrera de "Periodismo económico" y colaborador de la cátedra de grado y de la maestría en "Deuda Externa", de la Facultad de Derecho de la UBA. Asesor de la Comisión Bicameral del Congreso Nacional para la Conmemoración del Bicentenario 1810-2010. De la redacción de MERCOSUR Noticias.
Publicado el (Miércoles, 31 de Marzo de 2010)
https://www.alainet.org/pt/node/140381?language=es
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