Para cambiar. . . ¡Cambiemos!
20/12/2010
- Opinión
A propósito del anuncio de compra de 12 aviones sudafricanos por parte del gobierno ecuatoriano, es imposible olvidar las palabras de Albert Einstein cuando, desde su visión de comprometido pacifista, enseñaba: “La competencia armamentista no es una manera de evitar la guerra. Cada paso dado en esa dirección nos conduce hacia la catástrofe. La carrera armamentista es el peor método para evitar un conflicto abierto. Una paz verdadera no se conseguirá si no se apela al desarme sistemático, dentro de una escala supranacional. Digo y repito que el armamentismo no es una protección para la guerra, sino que fuera de toda duda conduce a un enfrentamiento”[1]. Cita de la que se deduce que este no es el camino a seguir para la consecución de la paz, sino por el contrario es un instrumento que se demanda en un escenario potencialmente bélico, puesto que conduce a un enfrentamiento de este tipo.
Deducciones que son de especial importancia para nuestra reflexión, puesto que en tanto la primera contradice los postulados y principios expresados en la Constitución vigente, la segunda sólo es pertinente en un escenario potencialmente bélico. Analicemos las razones que nos inducen a estas aseveraciones.
La Constitución ecuatoriana en el artículo 5 proclama que el “Ecuador es un territorio de paz”, razón por la cual “No se permitirá el establecimiento de bases militares extranjeras ni de instalaciones extranjeras con propósitos militares. Se prohíbe ceder bases militares nacionales a fuerzas armadas o de seguridad extranjeras”. Pero el pacifismo propio de nuestra Nación se expresa igualmente en el artículo 27, cuando se señala que la educación humanista impulsará la paz. Concepto que se reitera en el artículo 249, cuando se dispone que: “Los cantones cuyos territorios se encuentren total o parcialmente dentro de una franja fronteriza de cuarenta kilómetros, recibirán atención preferencial para afianzar una cultura de paz y el desarrollo socioeconómico ….”
Por si lo anterior no fuese suficiente, valga recordar que la Constitución ecuatoriana, en el artículo 416 numeral 4 -en referencia las relaciones del Ecuador con la comunidad internacional y en respuesta a los intereses del pueblo ecuatoriano-, en forma expresa, taxativa, inequívoca señala que el Ecuador promueve la paz y el desarme universal. ¿Cómo entender y explicar, entonces, la anunciada compra? ¿Cómo salvar esta evidente contradicción entre el deber ser constitucional y él ser de la política adoptada? La única respuesta es la preeminencia de una mentalidad militarista, esto es aquella que considera esenciales a los factores no humanos: las armas. Einstein señalaba que la visión militarista se sustenta en que: “ el ser humano, sus deseos y pensamientos –es decir, los factores psicológicos- son juzgados como secundarios, poco importantes”, lo que permite a la mentalidad militarista hacer del ‘poder desnudo’ de las armas un fin en sí mismo, “una de las más extrañas ilusiones o ante las cuales pueden sucumbir los hombres”[2], incluso hombres de profundas convicciones humanistas y pacifistas.
Los enunciados militaristas, por cierto, sólo adquieren preeminencia en situaciones en los cuales los militaristas imponen ilusorios escenarios potencialmente bélicos. Escenarios que, desde la perspectiva nacional, sólo se explicarían por potenciales confrontaciones con los países limítrofes por razones históricas o amparados en la agresión de Angostura y la instalación de bases militares en territorio de la vecina Colombia; o, con fuerzas imperialistas que buscan colocar bajo su control la Amazonía, sobre la base de su proclama para convertirla en propiedad de la humanidad, como lo advierten desde años atrás las estrategias militares del Brasil y las denuncias que documentadamente prueban esas intenciones, trasmitidas por las más altas funciones de los países desarrollados.
Los argumentos anteriores, en la perspectiva de enfrentamientos bélicos con los países vecinos, y en términos del análisis geopolítico concreto exige que al menos nos preguntemos ¿Cuál es el escenario potencialmente bélico en que se ubicaron quienes sugirieron realizar una inversión de esa magnitud? ¿Prevén los estrategas militares ecuatorianos escenarios de confrontación? Cualquiera sean las respuestas, a todas luces no tienen asidero, bien sea por el decurso histórico de los últimos años con el vecino del Sur, o por el relevo del poder en Colombia que terminó con quien mentalizo y ordenó la agresión de Angostura. Ante ello nuevamente debemos insistir en que la compra de nuevo armamento no se justifica y sólo se explicaría por la preeminencia de posiciones militaristas, a las cuales todos debemos oponernos, no sólo por el irrespeto a los objetivos constitucionales que aprobamos, sino y fundamentalmente, por la necesidad de conciliar el deber ser con el ser, único instrumento pedagógico que permitirá construir una verdadera cultura de paz.
Sólo resta un argumento que podría explicar la compra: las intenciones imperialistas sobre la Amazonía, a las cuales sólo podrán oponerse fuerzas conjuntas de los países amazónicos. Construcción que se reclama y se ejecuta en el marco del Consejo de Defensa Sudamericano, el cual ha iniciado un proceso ambicioso, pero muy inicial como para pensar que la compra anunciada se inscribe en este esfuerzo colectivo. En consecuencia, tampoco en este caso los argumentos militaristas explican y peor justifican la anunciada compra.
Finalmente, hemos de preguntarnos si el anunciado armamentismo no contradice los esfuerzos que se desarrollan en el seno de UNASUR por consolidar el Consejo de Defensa Sudamericano y de sus objetivos, entre los cuales vale citar el propuesto pacto de no agresión militar entre los países de Sudamérica y la reducción en la compra de armas planteado por el Presidente del Perú el 27 de noviembre en Quito. Reunión en la que se suscribió el convenio de Medidas de Fomento de la Confianza y Seguridad, que permitirá crear una red para intercambiar información sobre políticas de defensa, así como datos sobre organización, funciones y procedimientos institucionales, posibilitándose la construcción de una agenda orgánica en materia de defensa. Nuestra convicción es de que sólo en el marco de este proceso de defensa unitario entre los países de Sudamérica se justificará el armamentismo, puesto que su objetivo común será la defensa de nuestro común patrimonio amazónico, tras del cual caminan todas los grandes potencias que incluyen en sus estrategias nacionales el control de la mayor fuente global de agua y oxígeno. Recursos que los estrategas plantean serán la causa de las confrontaciones bélicas en el futuro.
La falta de procedencia de los potenciales escenarios planteados por los militaristas que seguramente bregan por la compra anunciada, la necesidad de anteponer la cultura de paz al belicismo, el respeto que nos merece esa utopía consagrada en la Constitución, y el compromiso con la transformación nacional que nos hemos planteado como el norte del proceso político en marcha, nos exige cambiar nuestros enfoques, nuestros objetivos teóricos, consolidar nuevas convicciones. En suma cambiar para poder cambiar nuestro país, para conducirlo de la cultura militarista y armamentista a la cultura de paz. De la convicción de que el poder bélico es invencible a la convicción de que nuestra voluntad conjunta puede derrotarlo.
https://www.alainet.org/pt/node/146367
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