Pez basura
19/05/2011
- Opinión
La Unión Europea propone la captura de plásticos como alternativa a la pesca. Para impulsar la iniciativa, cada país podría utilizar su parte correspondiente del Fondo Europeo para la Pesca. En opinión de la comisaria europea en la materia, la medida ayudará a mantener puestos de trabajo en un sector menguado por la crisis, por la sobrepesca y por la contaminación, a fomentar el reciclaje del plástico con su correspondiente creación de empleo, y contribuirá a la limpieza de los mares.
El año pasado se recogieron hasta 1.000 toneladas, pagadas cada una a 375 euros. Para evitar capturar peces y mermar aún más la fauna marina, se necesitarán redes de plástico que cuestan entre 15.000 y 40.000 euros. Depende del tamaño.
En varios países, el sector del reciclaje de plásticos aplaude el plan, que necesitaría multiplicarse por mil para recoger menos de una sexta parte de lo que acaba cada año en toda la inmensidad del mar: 6,4 millones de toneladas. Sin cuestionar los efectos positivos y el potencial de la iniciativa, el creciente consumo y despojo de plásticos en los mares la convierten en una tirita para contener una hemorragia mundial. Ya no basta con limpiar los mares ni se puede abordar la contaminación desde enfoques nacionales; a diferencia de la tierra, al aire y a los mares no se les pueden trazar fronteras. Las corrientes marinas convierten los restos que se generan en las costas de un país en el problema de otro, o en la asfixia de gaviotas, de tortugas, de peces y de grandes depredadores que mantienen el equilibrio del ecosistema marino y que afecta a toda la humanidad.
Algunos defensores del plástico argumentan que se degrada en los mares a una velocidad muy superior que en vertederos incómodos y malolientes. Ese cinismo les impide reparar en que el plancton del que se alimentan millones de especies marinas – que luego acaban en nuestros menús –, absorben micro-partículas sintéticas y en que los plásticos liberan toxinas cuando se degradan.
El reciclaje puede generar ingresos y crear empleo, pero no contribuye en la limpieza de los mares si muchos de los productos reciclados vuelven a los océanos. Plantear un reciclaje total de los plásticos conduce a la pregunta de quién cargaría con los costes y la responsabilidad de reciclar residuos de industrias privadas. Mientras los gobiernos conceden subvenciones públicas, podrían limitar de forma progresiva la utilización de plásticos por medio de leyes; promover la investigación para encontrar alternativas, así como una necesaria educación medioambiental que incida en llevar al mercado bolsas reutilizables, comprar lo que no esté empaquetado en plástico y consumir productos de temporada. De esta forma, la fresa viaja menos kilómetros desde su recogida hasta que se sirve en el plato.
Cuando la comunidad científica alertó de la dificultad que tienen los plásticos para desintegrarse, ya se había instalado desde hace décadas modelos de consumo basados en la compra de productos con poca vida útil. Esto ha generado un frenesí de consumo que dispara la cantidad de desperdicios que ni mares, ni tierra ni aire pueden digerir. También se sabe que la creciente escasez del petróleo, con la que se fabrican los plásticos, infla los precios y fomenta el estallido de conflictos entre Estados para hacerse con las últimas reservas.
A pesar de esta conciencia, en los países “desarrollados” se sostiene el nivel de consumo de plástico, mientras los países emergentes exigen su “derecho” a alcanzar el mismo nivel de “desarrollo”. En la confusión de los términos consumo y bienestar, se ha extendido la imitación de un modelo de usar y tirar, que incorpora cada vez más la producción y consumo de plásticos: los electrodomésticos, la vivienda, el turismo, los medios de transporte, la ropa y el calzado, por ejemplo. Pero uno de los sectores que dependen cada vez más de los plásticos es el de la alimentación. La proliferación de grandes superficies de supermercado ha consolidado la dependencia en este material, que los ríos llevan a los mares cuando no son incinerados o enterrados.
Mientras iniciativas como la del sector pesquero contribuyen a la limpieza y la revitalización de la vida en los mares, los sectores científico y educativo están llamados a ofrecer propuestas para reducir el uso de los plásticos. En la ciudadanía queda cambiar el chip consumista.
- Carlos Miguélez Monroy es Coordinador del CCS y Periodista
https://www.alainet.org/pt/node/149885?language=es
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