Producción de prestigio
27/09/2012
- Opinión
Pocas conquistas son más queridas por el capitalismo que sus máquinas de fabricar “prestigio”. La burguesía entendió pronto que buena parte de su hegemonía dependía, vitalmente, de prestigiar sus “logros” acaso, incluso, como forma suprema para esconder los cadáveres y desgracias que fabrica por definición. Y con el hallazgo de las máquinas de fabricar “prestigio” descubrió también las maquinas para fabricar des-prestigio. Negocio redondo.
La burguesía se inventó a sí misma (y se impuso por todos los medios) como modelo social de éxito, de “respeto”, de “valentía”, de “imaginación” y de “sustento moral”… para asegurarse un lugar en la Historia desde donde pudiera liderar el “destino” terrible a que sometió a la humanidad. La burguesía supo muy pronto que no bastaba con tener el control de la economía, de las armas o de la educación… que era preciso controlar los valores, las aspiraciones y lo sueños de las personas. Entendió que era urgente afirmar contrapesos ideológicos capaces de invisivilizar la depredación acelerada de sus tropelías y hacerlas pasar por “logros morales”, por “hechos históricos necesarios” y en suma, como peldaños hacia el “prestigio”. Por amargos que resulten.
Inventar una mercancía ideológica, por genial que parezca, de nada sirve si no se enraíza en el gusto y uso de los “destinatarios”. La Humanidad ha debido padecer y asimilar la lógica del “prestigio” burgués a costos muy altos, incluido el nada honroso trabajo, contradictorio y a-crítico, de aplaudir a rabiar todo aquello que hace más eficiente el saqueo, la depredación de la naturaleza y la esclavitud de los seres humanos. Como la televisión, por ejemplo.
Y crecieron modos y medios del “prestigio” a granel y para todos los gustos de pueblos sometidos a la ignorancia, a la atomización de lo saberes, el aislamiento político y las conductas fanáticas masificadas. Resultó entonces “prestigioso” el trabajo delincuencial de institucionalizar la usura disfrazándola de institución bancaria; se tornó “prestigioso” el arte de amedrentar y reprimir a los pueblos con leguleyos “prestigiosos” capaces de escribir grandes libros y grandes leyes mientras encarcelan a inocentes y apalean a los trabajadores… se volvió tarea de “gran prestigio” el desarrollo de ciencias médicas, por ejemplo, para dar mantenimiento a la mano de obra que el capitalismo exprime, haciéndola pasar por “medicina de gran prestigio” aunque muy pocos puedan comprar sus medicamentos y todos tengan que soportar sus efectos secundarios. En fin, se hizo “prestigioso” todo aquello que, en la realidad, es maquina infernal de fabricar miseria para el cuerpo y para el alma.
Es, sin duda, un gran desafío revolucionario la tarea de revolucionar los modos y los medios de producir prestigio social, socialista, emanado de la tarea suprema del ser revolucionario. Poner en valor moral de nuevo orden, democratizada, la premisa ética que afirma al revolucionario como la escala más alta del ser humano. Que lo ética sea primero que lo estético y que lo individual nunca más reine sobre lo colectivo. Que cada cual dé según sus capacidades y cada cual obtenga según sus necesidades. Que el mayor prestigio devenga de siempre dar más de lo que se recibe.
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