De acuerdo al Fondo Monetario Internacional la economía mexicana “tendrá este año un sólido desempeño”, debido a la recuperación del sector de la construcción, el aumento de la inversión y el mantenimiento del consumo que no lo estima “tan bueno”, además del crecimiento de Estados Unidos.

La conjunción de los elementos enlistados, según la oficina para  el Hemisferio Occidental del FMI, constituye la base de su pronóstico que sostiene que la economía mexicana tendrá en 2015 “un sólido desempeño”.

¿Qué entienden los funcionarios fondomonetaristas por sólido desempeño, en particular Robert Rennhack?

Por supuesto que no el más que mediocre crecimiento de 2013 y que fue de 1.4 por ciento del producto interno bruto, mediocridad que en menor escala reeditó en 2014 el gobierno que anunciaba las 24 horas “Mover a México”, con un crecimiento del 2.1. No es para olvidarse, por favor, que fue el secretario de Hacienda, el mejor de la aldea global el año antepasado, quien postuló la acertada tesis “del crecimiento mediocre” de la economía en los “últimos 33 años” y que las 11 “reformas estructurales” permitirán detonar el crecimiento, abatir el desempleo y mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados, tan depauperadas por “el liberalismo social” que Carlos Salinas llevó a los estatutos del Revolucionario para camuflar lo que Miguel de la Madrid sin doblez llamó Cambio de rumbo.

Sabedor de que las grandes decisiones macroeconómicas se toman allende nuestras fronteras, Rennhack se franqueó: “Ahora proyectamos que crezca 3 por ciento, de manera que lo que estamos viendo es una robusta recuperación en el último año y es importante tener eso en cuenta”.

Y su contraparte en el Banco Mundial, Augusto de la Torre, echó las campanas a vuelo, “México es una estrella de América Latina y tal vez llegue a sorprendernos, porque es el único país en la región que ha destacado en el comercio mundial, es parte de la cadena mundial de valores y está aprendiendo de este proceso, además es líder en el frente macroeconómico con un banco central de gran notoriedad”.

Piensan muy distinto los que desde aquí, México, dirigen los procesos productivos como presidentes, directores y gerentes empresariales. En este exclusivo círculo cayó la opinión favorable de la iniciativa privada a la política económica de Enrique Peña Nieto. Al comenzar el sexenio el apoyo se ubicaba en un rango de 49 por ciento en 2013 a sólo 11 por ciento en 2015, si nos atenemos a los resultados de la encuesta de consultoría KPMG, denominada Perspectivas de Alta Dirección en México y que realiza desde hace una década.

También subió de 2 a 20 el porcentaje de los directivos del sector privado que consideran pésima la actuación del gobierno frente al entorno económico actual y de 37 a 68 por ciento entre quienes la califican de regular y mala. Sólo uno por ciento de los encuestados catalogó la actuación gubernamental como excelente contra 12 por ciento que tenían la misma opinión hace dos años.

Miguel Ortiz, socio de KPGM, interpretó los resultados así: El gobierno no recupera la confianza de los empresarios y éstos esperaban mayor dinamismo en los dos primeros años del sexenio, pero la drástica caída sigue y eso debería ser preocupante para las autoridades. Los porcentajes de descontento son similares para el Poder Legislativo y los gobiernos estatales.  Entre las prioridades de sus insatisfacciones mencionó las reformas fiscal y laboral y como los principales “puntos dolorosos” la corrupción –pública y privada, agrego yo– y la inseguridad.

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