Política para el bien común (II)

03/05/2015
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La organización política que mayor auge muestra, desde la caída del Muro de Berlín -hace 26 años- es la democracia. La ciencia política la impulsa, a través de elecciones en que, una mayoría de ciudadanos de un país –en pleno uso no manipulado de sus facultades- elijen su gobierno, en base a lo estipulado en la Constitución política, aprobada en su momento y apoyada posteriormente por el pueblo. Dicho gobierno asume un poder fragmentario y organizacional, cuyo compromiso es representar y actuar, con las opiniones del pueblo, en la política interna como en la exterior al territorio.

 

Empero, la teoría muchas veces no se refleja en la práctica. El factor más débil de la cadena política lo impide: los políticos. En lo general y auspiciados por los intereses del capital -transnacional y local-  olvidan compromisos contraídos con sus electores y seguidores, dedicados a preservar el confort -familiar y de grupo- logrado, aún a costa de su conciencia social, que en muchas ocasiones queda definitivamente de lado. Ello no impide que continúen en ascenso sus posiciones, incluso logradas en las urnas. Contados políticos en esos países –Latinoamérica es una muestra universal- se atreven a oponerse a tales arbitrariedades, que fustigan y empobrecen a cada vez más habitantes de nuestros países.

 

Es así como dentro de nuestras naciones se delinean los campos de interés y acción de los políticos –clase política se le denomina eufemísticamente-. De allí que el poder político y su accionar –dentro de lo que la ciencia política denomina como el arte de gobernar a los pueblos- se realice de diversas maneras, incluso tratándose de cambios en el poder entre el mismo grupo gobernante, corroborando la antigua expresión de que “cada cabeza es un mundo”.

 

En esos momentos de cambio, los más deprimidos económica y socialmente –los pobres y los que viven en pobreza extrema o miseria- buscan afanosamente luces de esperanza para salir de sus postraciones, que les encierran en sus pueblos y comunidades a mal vivir, o lanza -a los más audaces- a enfrentar las vicisitudes de buscar mejor suerte en otras regiones, dentro y fuera de su país de origen. Pocos se unen por convicción con los grupos que pretenden, al menos, escapar de las áreas de corrupción e impunidad en que sobrevive la mayoría de la población.

 

Los políticos –consiente o inconscientemente en muchos casos- tienden a tener posiciones, sea de apego a cumplir con sus representados, hasta donde las condiciones locales y nacionales lo permitan, o dejar de lado tales obligaciones morales contraídas en el proceso electoral, para apuntalar manejos macro de los grupos en que militan, sean estos positivos o no para –aunque sea colateralmente- resolver los grandes problemas de cada nación, que en nuestro Continente se mueven, entre la pobreza por exclusión del sistema de vida, e injerencia transnacional en la explotación de los recursos naturales, inscritos en los territorios de usufructo ancestral de pueblos y comunidades.

 

De ese modo y por la acción de los más preparados y aptos en cada gran vertiente del actuar político, se crean expresiones –organizaciones, asociaciones y finalmente partidos- que incursionan en la vida política, muchas veces sin una ideología precisa, o incorporando doctrinas tomadas de la diversidad de teorías e ideologías que el ser humano ha venido detallando, a lo largo de su vida en comunidad.

 

Si agrupamos a esas expresiones políticas, por su tendencia fundamental, en la rosa de los vientos de la política, llegamos a dos grandes líneas de acción: las de izquierda -socialismo y comunismo, sustancialmente- que pretenden una ruta a la felicidad del ser humano, a través de la igualdad social. La otra línea, de derecha -liberalismo y tradicionalismo, principalmente- que defiende a ultranza, el derecho a la propiedad privada y al libre mercado, como ruta al bienestar.

 

Antes de situar las condiciones de nuestros países, dentro de esas dos grandes corrientes de la política, veamos como los pensadores de todos los tiempos han buscado explicar qué es política y cuál su ruta de actuación. Como referencia de tales análisis en la antigüedad veamos a Platón y Aristóteles, alfa y omega de la filosofía de esos tiempos. “La República” caracteriza al primero, en ella expone que un pueblo debe gobernarse, por medio de la “observación de la realidad” y poniendo a prueba cambios y mejoras idealistas. Propone que sean los más sabios de la sociedad, quienes dirijan. http://blocs.xtec.cat/passions/files/2010/09/la-republica4.pdf

 

Ya vimos en el primer artículo de esta serie a Aristóteles. Este inaugura la orientación científica de la política. Afirma que el análisis social debe realizarse considerando elementos psicológicos, culturales y sociales e implantando lazos de causa y efecto. De su reflexión nace la “necesidad” de organizar una clase media que atenuase la brecha existente entre los más ricos y los más pobres. Su obra se tradujo también como “La República”, según vimos. http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=766

 

Antonio Gramsci, de quien Arnaldo Córdoba escribiera su libro “La cultura y los intelectuales” –de lectura obligada para quienes gusten de estos temas-  hizo el máximo esfuerzo analítico para decidir cuál es la verdadera razón de la política. Expuso que el Estado debe concebirse como un organismo patrimonial del grupo al que representa, para ensancharlo al máximo posible; empero, su desarrollo estaría considerado dentro de los espacios de las otras naciones. Afirmaba lo razonable que es la existencia de un grupo que ejerza la hegemonía dentro del Estado, pero sin que se “escape de las manos”, de tal modo que llegue a ser una sociedad gobernada por un sistema cuyo único interés sea el económico-corporativo, como ocurre en una mayor parte del Continente.

 

Como analista, jamás profesó fatalismos materialistas o determinismos económicos. El mundo es el escenario de la vida social; en él los hombres, utilizando sus capacidades espirituales y sus energías naturales, actúan e imaginan su vida en sociedad. Por ello, al operar en el mundo, conforman la cultura -obra humana en la realidad natural-. El ser humano puede destruirlo todo, siempre como obra suya, no existen energías ocultas en la naturaleza que le constriñan a hacer lo que no quiere, o no decide por si mismo.

 

Las llamadas fuerzas productivas de la sociedad, que ciertos marxistas transformaron en un fetiche, con poderes demoníacos, las entiende Gramsci como inteligencia aplicada, pensamiento ordenado y voluntad para crear y transformar la realidad. De allí que nos permita deducir, que la guerra y la violencia, como mecanismos para conseguir objetivos de Estado, no deben considerarse como viable. Conviene detenernos aquí en la lectura de este importante pensador, que llegó a afirmar que cada humano es un intelectual, recomendando su lectura y análisis, ante los acontecimientos que vienen ocurriendo en nuestro mundo, quizá empezando aquí: http://www.jornada.unam.mx/2014/01/19/sem-arnaldo.html

 

Otro de los autores que profundizaron en el análisis de la política es Edgar Morin. Para él, la política será uno de sus demonios; siempre estará en la política pero sin inscribirse en ningún grupo o partido; será un militante de la macropolítica desde su individualidad. Por ello, plantea una política antropológica, basada en el amor -recordemos con Pablo Milanés: " eso que llaman amor, para vivir "- lo cual significará repensar la política, clave para ingresar al S. XXI y dejar de una vez por todas el S. XIX.  En los últimos días del XX, -que Morin vive y estudia con afán, nos dirá: " Todos los grandes acontecimientos del siglo: el desencadenamiento de la primera Guerra Mundial, la Revolución Soviética en el imperio Zarista, el golpe teatral del Pacto germano - soviético de 1939, la caída de Francia, las resistencias de Moscú en Stalingrado; todo fue sorprendente y llegó hasta lo inesperado de 1989: la caída del Muro de Berlín, el colapso del imperio soviético, la guerra de Yugoslavia. Hoy estamos en la noche y la bruma y nadie puede predecir el mañana (...). Por lo tanto, hay que prepararse para nuestro mundo incierto y esperar lo inesperado ".

 

Leer más: http://www.monografias.com/trabajos57/edgar-morin/edgar-morin2.shtml#ixzz3Z1D9I6iK

 

(Continuará)

 

Correo electrónico: v_barcelo@hotmail.com      Puebla, Pue. 3-mayo-2015.

https://www.alainet.org/pt/node/169388

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