Hacinamiento y baja calidad educativa

15/05/2015
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Niños en clase ninos en clase small
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Con todo y la reforma “estructural” educativa que prácticamente arrancó con el sexenio, México cuenta con las escuelas más pequeñas de los países evaluados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, pero con los grupos escolares más grandes.

 

Hacinamiento es el vocablo que mejor define la situación que se vive o padece en los salones de clase mexicanos en la primaria, secundaria y bachillerato, de acuerdo con el Segundo estudio internacional sobre la enseñanza y el aprendizaje 2013 (Talis, por su siglas en inglés) que compara indicadores en la materia de 34 naciones.

 

El promedio de niños mexicanos en un salón de clase de primaria es de 26.3 contra 20.3 de los demás países evaluados. En la secundaria la situación es peor, 30.3 escolares en México contra 24.1 en el promedio de la OCDE.

 

Y en bachillerato México –sus gobernantes, políticas y programas de ayer y de hoy–, llega al extremo de meter en la misma aula a 33.9 estudiantes como promedio, mientras el estándar de la OCDE es de 24.1.

 

Las cifras del reporte muestran que mientras que se avanza en nivel escolar en el resto de los países de la OCDE el número de estudiantes por aula disminuye, mientras que en México ocurre exactamente lo contrario, notándose un cuello de botella en la cobertura, que se amplía en el nivel de preparatoria. “El tamaño del salón de clases es importante en el ámbito educativo, ya que se ha encontrado que las escuelas con menos alumnos presentan un mejor clima organizacional y sus estudiantes logran mejores resultados”, dice el estudio.

 

Mas el problema no es centralmente presupuestal, pues de acuerdo con el Reporte de capital humano del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), México está ubicado en el lugar 102 de los 124 países en los que evaluó la calidad de la educación en las escuelas primarias, en base a una radiografía que midió 46 indicadores.

 

Concluye que la calidad de la educación “es carente”, sobre todo en matemáticas y ciencias. Señala que el gobierno mexicano “gasta 5.19% del producto interno bruto en educación, pero la calidad contrasta con la de Chile y Uruguay –ambos ocupan el lugar 82 del ranking– y gastan en promedio 4.5% de su PIB en educación”. El reporte lo encabezan Finlandia, Noruega y Suiza.

 

Estos valiosos estudios no contemplan la sistémica corrupción como el aceite que hace funcionar el aparato político y educativo, desde la cúspide hasta la ancha base social de la pirámide. Baste de ejemplo que los subsecretarios que llevaron a cabo la reforma educativa de Enrique Peña, la OCDE (encabezada por José Ángel Gurría, el pensionado precoz de Nacional Financiera) y Emilio Chuayffet, fueron despedidos para colocar a los amigos mexiquenses sin importar experiencia y conocimientos, y asegurar así los grandes negocios de las adquisiciones públicas para beneficio privado.

 

En la víspera del Día del Maestro –la mitad estima que la sociedad no aprecia su labor–, el titular del Ejecutivo federal defendió ante los líderes oficialistas del magisterio su reforma educativa y los convocó, dos años después, a ser protagonistas de su materialización.

 

Líderes del SNTE debido al encarcelamiento de Elba Esther Gordillo, exjefa y amiga de Juan Díaz de la Torre, gracias a que la traicionó para encaramarse en el timón con la ayuda del gobierno que preside un señor que confunde con frecuencia capitales de los estados y convierte en entidades federativas a los municipios, a pesar de la maestría que cursó pero no se tituló, me explica un periodista acucioso en los grados académicos que ostentan los políticos.

 

 

 

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