Mensaje de Papa Francisco en terreno fértil

09/07/2015
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La visita del Papa Francisco a Ecuador, primera escala de su actual periplo por Latinoamérica, no pudo ser más expresiva del momento trascendental por el que atraviesan la Iglesia Católica y la América Latina.

 

El Pontífice llegaría a Quito en circunstancias aviesamente consideradas oportunas por la oligarquía desplazada del poder en 2006 para culminar un proceso conspirativo en marcha encaminado al derrocamiento del gobierno constitucional ecuatoriano.

 

Con fuerte articulación y soporte financiero del exterior se venía trabajando conspirativamente en el país por el derrocamiento de Rafael Correa quien entonces conquistó la presidencia del país al frente de una coalición pro socialista de fuerzas progresistas, de izquierda, antiimperialista, aglutinadas en el frente “Alianza País”.

 

Correa asumió la Primera Magistratura de Ecuador mediante los procederes habituales instrumentados por las clases dominantes en el continente, pero siendo portador de ideas de independencia latinoamericana consolidadas por la tenacidad de los cubanos y los exitosos procesos revolucionarios independentistas y unitarios en varios países latinoamericanos y caribeños.

 

Los centros del poder imperial –léase Wall Street, el Pentágono y Langley- no pueden perdonar al Presidente Correa el liderazgo continental que ha ejercido en la crítica del neoliberalismo y sus funestos efectos a nivel global.

 

Puntualmente, tampoco excusan su actuación en los casos del cierre de la base militar norteamericana de Manta, en Ecuador, y la defenestración del ALCA, ni su destacado papel en el surgimiento de varias agrupaciones de naciones que reflejan el irreversible sendero unitario e independentista de América Latina y el Caribe.

 

Los mismos grupos violentos que quisieron derrocar a Correa el 30 de septiembre de 2010 ahora, algo más articulados, trataron de crear pánico a partir de mentiras que encubrían los intereses de los sectores más adinerados que les patrocinan. Organizaron protestas y desordenes encaminadas a denigrar la imagen del Gobierno. Pero fracasaron y la nación pudo recibir, emocionada y feliz, la llegada del Pontífice el domingo 5 de julio y despedirlo el miércoles siguiente.

 

El discurso de bienvenida del Jefe de Estado, respetuoso de la alta dignidad del visitante y las reglas del protocolo diplomático, fue sin embargo una brillante síntesis de las ideas que mueven hoy a la América Latina hacia un destino común unitario, soberano y antiimperialista. Se hizo evidente una coincidencia feliz entre el contenido de los mensajes del Presidente y el Sumo Pontífice acerca de una necesidad justicia social, equidad y dignidad que no admite postergación en los casos de los pobres y los débiles (niños, discapacitados y ancianos).

 

Francisco, inmerso en su actual periplo latinoamericano, está renovando su contacto con la clara confrontación entre oligarquías subordinadas al imperialismo estadounidense y pueblos ansiosos de una independencia real que ponga en sus propias manos las riendas del poder como ha ocurrido ya en algunos países de la región.

 

Pero el nuevo Papa tiene, él mismo, una difícil batalla que ha debido enfrentar desde el mismo momento en que devino Cabeza de la Iglesia. El Sínodo de la Familia, celebrado en 2014, marcó el inicio de una abierta guerra mediática, declarada contra él por el sector más conservador de la curia romana pontificia cuando Francisco pidió a los allí reunidos hablar “sin miedo” sobre la crisis de la familia, los divorciados y los homosexuales. Los exhortó a tener presente que la iglesia ha de tener siempre “las puertas abiertas a todos los hombres” y provocó que se hablara abiertamente de una realidad familiar en África, Asia y América Latina, diferente de la europea.

 

Los detractores del Papa Francisco dentro del catolicismo no parecen darse cuenta que su intención esencial es recuperar el prestigio del catolicismo, fuertemente afectado por escándalos de pederastia, lavado de dinero, manipulaciones financieras oscuras, “logias” secretas y corrupción.

 

No le perdonan sus manifestaciones de aceptación de los postulados de la Teología de la Liberación cuando, en las décadas de años 1960 y 1970 dio a conocer que antes de elevarse al cielo era necesario construir el paraíso en la tierra. Consideraba, y aún mantiene, que para lograrlo la iglesia tendrá que orientarse hacia las bases, bajar humildemente hacia sus fieles y “hacer retornar a su rebaño a los que cambiaron de religión”.

 

Al despedirse de los ecuatorianos en Quito para continuar viaje hacia Bolivia, el Papa Francisco llamó a sus devotos a “no olvidar el origen al avanzar hacia el futuro” y su mensaje se sintió como una convocatoria a los ecuatorianos a apoyar la Revolución Ciudadana que tanto ha estado aportando al presente de justicia y al futuro de bienestar del país que está en el centro del mundo.

 

 Julio 8 de 2015.

 

- Manuel E. Yepe http://manuelyepe.wordpress.com/

https://www.alainet.org/pt/node/170967
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