Centroamérica: Una voz fragmentada en el concierto de las naciones
- Opinión
En un mundo multipolar, en el que escuchamos con cada vez más fuerza el crujir del hegemonismo hasta ahora dominante y que se resquebraja lentamente, y en el que la emergencia de nuevos polos de poder y la construcción de nuevos bloques de países y alianzas estratégicas definen las principales tendencias, Centroamérica reincide en sus errores y se muestra incapaz de consolidarse como región y de articular políticas conjuntas que le permitan defender sus intereses y promover el bienestar de las grandes mayorías de su población. En este sentido, el escenario de la 70 Asamblea General de la ONU, celebrada en Nueva York en días pasados, nos dejó una vez más el triste retrato de nuestra obstinada fragmentación.
Los discursos de los presidentes, cancilleres y representantes de los países centroamericanos, más allá de la retórica y de la reiteración de algunos lugares comunes de la diplomacia internacional, evidenciaron los puntos de encuentro que existen entre los gobiernos respecto de los desafíos de la agenda del llamado “desarrollo” –concepto altamente ideologizado- y en sus enfoques sobre las causas y consecuencias de los más acuciantes problemas globales. Pero, al mismo tiempo, quedaron al descubierto vacíos, ausencias imperdonables a esta altura de nuestra historia centroamericana.
Nicaragua, Honduras y El Salvador, por ejemplo, expresaron posiciones críticas del (des)orden y de las lógicas imperantes en el sistema internacional: la delegación nicaragüense censuró “la creciente codicia del capitalismo global” que provoca guerras, desplazamientos forzados de poblaciones, siembra fanatismos y terrorismos, y desata “todas las crisis bélicas, alimentaria, ambiental, laboral, humanitaria, en proporciones y de consecuencias infinitas”. Por su parte, los salvadoreños llamaron la atención sobre el impacto negativo de la deuda externa “sobre las necesidades de desarrollo y sobre el goce efectivo de los derechos humanos”; en tanto que Honduras hizo lo propio lamentando las condiciones de injusticia que obligan a miles de personas a “emprender migraciones infamantes por razones de extrema pobreza, de insuperable situación de violencia”. Posiciones que, sin dificultad, dado su alcance universal, fueron refrendadas por Costa Rica, Guatemala y Panamá.
Desgraciadamente, en todas las alocuciones estuvo ausente la idea de la unidad centroamericana, y la necesidad de impulsar nuevos proyectos conjuntos que apunten hacia ese ideal, como estrategia política, social, ambiental y económica necesaria para posicionar a nuestra región en el mundo como un actor soberano y protagonista de su destino. Solamente El Salvador hizo una mención del papel que hoy cumple el Sistema de Integración Centroamericana en materia de seguridad –uno de los pocos ámbitos que concitan a las élites políticas y económicas centroamericanas-; mientras que Panamá anunció sus avances en la creación de “un Centro de Seguridad Regional para luchar contra la delincuencia en forma más coordinada y apoyar a los países de la región en esta lucha”. Una materia en la que, al menos en los últimos dos lustros, ha sido incuestionable la influencia del enfoque estadounidense de guerra al narcotráfico y el crimen organizado en los gobiernos y fuerzas policiales y militares centroamericanas, con todo lo que esto implica respecto del sometimiento de los intereses nacionales a los intereses geopolíticos estadounidenses.
Así las cosas, y en tanto nuestras élites renuncian –casi con alevosía- a pensar y actuar como centroamericanos, la única iniciativa con ambiciones regionales que hoy está en marcha es la llamada Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte de Centroamérica, que los Estados Unidos han lanzado para resguardar la frontera sur del imperio y reforzar su dominio en el istmo, al que ya consideran una de las cinco prioridades globales de la Casa Blanca, junto a Irán, Rusia, China y el ejército del Estado Islámico.
El patriota cubano José Martí, alertando sobre las pretensiones del panamericanismo imperialista que despuntaba a finales del siglo XIX, escribió: “… no sería bien que Centroamérica se dejase unir con cemento de espinas, por la mano extranjera…” Más de cien años después, divididos, enemistados y sospechando siempre unos de otros, como es nuestra actual circunstancia, asoma con dolor el diagnóstico fatal: por ese camino, jamás dejaremos de ser presa fácil de quienes, desde afuera y con complicidades internas, no cejan en sus empeños por dominarnos.
¿Será ese ese nuestro único futuro posible?
- Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
URL: http://connuestraamerica.blogspot.com/2015/10/centroamerica-una-voz-fragmentada-en-el.html
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