La visita de Obama y una precisión necesaria
- Opinión
En estos días los medios de prensa nos recuerdan que la próxima visita a Cuba del presidente norteamericano Barack Obama es la segunda oficial a la Isla de un presidente de los Estados Unidos. Ciertamente es así, pero la diferencia en circunstancias, motivaciones, y seguramente en resultados, entre una y otra son tan notables, que difícilmente puedan sumarse ambos eventos como pertenecientes a una misma categoría.
En realidad no es la segunda sino la primera vez que un presidente de los Estados Unidos viaja a Cuba de manera oficial para discutir asuntos bilaterales. La visita del presidente Calvin Coolidge en 1928 tuvo como único objetivo asistir a la Sexta Conferencia Internacional Americana que ese año tuvo su sede en La Habana y a la cual concurrieron jefes de Estado, o sus representantes, de los países del continente. Coolidge viajó a La Habana porque esta ciudad era la sede de la conferencia; si la sede hubiera sido, por ejemplo, en Quito, Coolidge, obviamente, hubiera viajado a Ecuador y no a Cuba.
Por otra parte, con anterioridad a la visita, el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Frank B. Kellogg, comunicó al embajador en La Habana, Noble Brandon Judah, que sería inconveniente para el presidente discutir durante su estancia en la Isla asuntos bilaterales, y le instruyó que comunicase al gobierno cubano lo embarazoso que sería para el presidente norteamericano tratar esos asuntos en Cuba.
Es necesario también tener en cuenta el contexto geopolítico en que se realizó la visita. En Nicaragua, Augusto César Sandino luchaba heroicamente contra las tropas invasoras de Estados Unidos; en República Dominicana, ocupada militarmente desde 1916, las tropas de Estados Unidos se habían retirado en 1924, pero oficiales norteamericanos continuaron controlando las aduanas y apropiándose de los ingresos hasta 1941; Haití permanecía ocupada desde 1915; y México mantenía un diferendo con Estados Unidos por el rescate de sus riquezas petroleras.
Calvin Coolidge (1872-1933), llamado “Silent Cal” (el callado Cal), autor de la famosa frase: “the business of America is business” (el negocio de América [Estados Unidos] es el negocio), había ascendido al poder como resultado del escándalo del “Teapot Dome” de 1922. Durante la administración republicana de Warren G. Harding (4 de marzo de 1921 – 1 de agosto de 1923) tuvieron lugar los llamados “escándalos de Harding”. Uno de ellos fue el robo de millones de dólares asignados a los hospitales de veteranos; pero el mayor escándalo tuvo lugar en relación con las reservas petroleras de la Marina en Teapot Dome, Wyoming. El Secretario del Interior logró que el territorio de las reservas pasase a su Departamento y concedió luego derechos de perforación a empresas privadas a cambio de grandes sumas de dinero en sobornos.
En agosto de 1923, en medio de investigaciones senatoriales por la corrupción gubernamental, Harding murió en San Francisco, California, cuando regresaba de un viaje a Alaska, por “envenenamiento alimentario”. De inmediato, el médico que realizó este diagnóstico fue descalificado como “incompetente” y otro médico determinó que la causa de la muerte había sido un fallo cardíaco. El vicepresidente Calvin Coolidge tomó el lugar de Harding y, posteriormente, en 1924, fue electo presidente.
Para asistir a la Sexta Conferencia Internacional Americana, Coolidge partió de Cayo Hueso, el 15 de enero de 1928, en el acorazado Texas, como parte de una flota de guerra compuesta por el crucero Memphis y cinco destructores, arribando a La Habana ese mismo día en un alarde de poderío militar.
En la Conferencia, inaugurada el 16 de enero, Coolidge se negó a responder a las críticas de los participantes con respecto al intervencionismo de Estados Unidos en América Latina, mientras que las manifestaciones de protesta en La Habana, sobre todo durante la inauguración del Parque de la Fraternidad, eran disueltas por la policía a tiros y toletazos.
Creo necesario destacar que no existe en toda la historia de Cuba una declaración más lacayuna y servil que la pronunciada por Orestes Ferrara, en nombre de Machado, en la sesión del 4 de febrero de la Comisión de Derecho Público Internacional: “No nos podemos unir al coro general de ‘no intervención’ porque la palabra ‘intervención’ en mi país, ha sido palabra de gloria, ha sido palabra de honor, ha sido palabra de triunfo, ha sido palabra de libertad; ha sido la Independencia. La palabra ‘intervención’, ésta que por hechos circunstanciales es hoy puesta al índice de esta reunión, ha sido siempre en el mundo cuanto de más grande y de más noble ha habido […]” …y continuó así, en su panegírico de la dominación extranjera, el embajador cipayo en Washington.
También es importante señalar que el presidente Calvin Coolidge visitó a Cuba cuando ésta no era otra cosa que un protectorado de Estados Unidos (la Enmienda Platt estaba en plena vigencia), el embajador norteamericano en La Habana actuaba en calidad de procónsul, y Gerardo Machado (“el asno con garras”) era un títere que mendigaba del gobierno del norte el apoyo a su reelección o a su prórroga de poderes.
La sede en La Habana de la Sexta Conferencia había sido solicitada por el anterior mandatario, Alfredo Zayas, para discutir el tema del Intervencionismo, y a ella acudieron los representantes de los pueblos latinoamericanos con la esperanza de frenar la especial agresividad que mostraba por aquella época el todavía joven imperio. A cambio del consentimiento yanqui para continuar en el poder, el tirano Machado traicionó esas esperanzas.
Muy distinto es el carácter de la próxima visita a Cuba del presidente Obama. Esta vez, el presidente de los Estados Unidos visita a un país completamente independiente y soberano, para conversar de asuntos bilaterales en condiciones de absoluta igualdad y respeto mutuo. La visita del presidente Obama, desde el punto de vista ético y de todos los puntos de vista prácticos es, a mi juicio, la primera visita oficial verdadera a Cuba de un presidente de los Estados Unidos. No hay que confundir la inspección altanera de un emperador a sus posesiones en el Caribe, con el encuentro respetuoso entre representantes de dos naciones soberanas.
El encuentro en La Habana podrá tener o no el éxito que esperamos, pero es único en la historia por lo que representa de reconocimiento a la dignidad y a la resistencia del pueblo cubano mantenidas en alto durante tantos años.
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