Hombres de Girón (II)
- Opinión
El libro Hombres de Girón lo escribí en el año 2010 y fue publicado por la Editorial Historia en el 2011.
Es un libro de testimonios que se realizó con la idea de rendirle homenaje a los revolucionarios que pelearon contra los mercenarios que nos invadieron y que le propinó al imperio su primera derrota en América Latina.
He realizado una selección de lo narrado por estos compañeros, de forma tal de que el lector pueda tener una idea de las características de los combates y del heroísmo desplegado por nuestro pueblo, bajo la dirección del Comandante en Jefe.
Aquí se refleja una parte del libro solamente, otras epopeyas vividas por algunos de los testimoniantes, como la lucha en la Sierra Maestra, la lucha clandestina en las ciudades y la Limpia del Escambray es necesario que el lector las conozca mediante la lectura del libro.
En este aniversario de la Victoria de Playa Girón publicamos estos extractos como recordatorio histórico del sacrificio del pueblo cubano por llevar adelante su Revolución.
Dr. Néstor García Iturbe.
20 de julio del 2010
“Año 52 de la Revolución”
LUIS MARINO TORRES TORRENS
Milicias Nacionales Revolucionarias
Batallón 339
Al producirse el ataque aéreo a los aeropuertos de Ciudad Libertad y San Antonio de los Baños, el batallón se encontraba ubicado en la zona del Central Australia. La noticia del desembarco la recibimos por medio de una microonda que estaba situada en Playa Larga que operaban compañeros de nuestro batallón y se conectaba con las oficinas del Central. De inmediato se dio la alerta de combate y el batallón se dispuso para avanzar hacia Playa Larga.
El Jefe del Batallón era el Capitán Ramón Cordero Reyes y yo era el chofer de su jeep, pues formaba parte de la plana mayor del batallón. Como no contábamos con vehículos para el traslado de los combatientes, fue necesario trasladarse a Jagüey Grande para contactar al Jefe de la Policía y que este movilizara los vehículos necesarios para el traslado del batallón. En eta tarea también se utilizaron los vehículos del Central y una rastra que se encontraba cargando azúcar en el mismo.
El primer movimiento lo realizó el Jefe del Batallón, al cual yo acompañaba en el jeep. Salimos con algunas fuerzas hasta el entronque de Buenaventura con la carretera que va de Playa Larga al Central Australia, ese lugar se conoce también como la curva de Playa Larga. Allí comenzó a concentrarse el batallón en la medida que los vehículos iban llegando. Fue en ese preciso lugar que recibimos el primer embate de la fuerza mercenaria.
Cuando comenzó el combate una buena parte del batallón se replegó hacia la zona de Pálpite. En ese momento se aparecen unos aviones sobrevolando la zona. Inicialmente pensábamos eran de nuestra fuerza aérea, pues venían pintados con los colores de nuestra enseña nacional. Como es natural se creó una tremenda duda cuando dichos aviones comenzaron a disparar cohetes hacia nuestras posiciones.
Inmediatamente recibí la orden del Capitán Cordero de trasladarme al Central Australia y comunicar que se estaban efectuando disparos hacia nuestras posiciones, que debían avisar a la fuerza aérea de la confusión. En el camino al Central pudimos observar aviones, también pintados con los colores de nuestra fuerza aérea, que lanzaba paracaidistas y bultos, por lo que llegué a la conclusión de que estos pertenecían a las fuerzas enemigas.
Al llegar al central informé del lugar donde se lanzaron los paracaidistas y de la situación con los aviones enemigos pintados con nuestros colores. Allí se me dio la orden de conducir al lugar de los lanzamientos a una tropa de la zona de Calimete que había llegado al Central.
Esta situación provoca que me quede aislado del Batallón y entonces se plantea que me quede en la Comandancia con los Comandantes Augusto Martinez Sánchez y Oscar Fernández Mell como ayudante del Primer Teniente Elio López Quintana, para trabajar en los interrogatorios a mercenarios capturados.
Recuerdo uno de esos que con gran arrogancia decía iban a desfilar en la Plaza después de liberada Cuba. En ese momento trajeron un paracaidista muerto, cuando aquel mercenario lo vio su cara cambió totalmente, al igual que su actitud, pues de ahí en lo adelante se olvidó del desfile y comenzó a dar información sobre la organización que traían los buques, los planes a realizar, el armamento, en fin, todo lo que él conocía.
Otros mercenarios capturados eran gente de la peor calaña, de baja catadura moral, algunos eran chulos, otros terratenientes, algunos de ellos esbirros de la dictadura de Batista. Todos aquellos después que los capturaban se les quebraba su fortaleza de “patriotas” contra la posición de todo nuestro pueblo en pie de guerra.
MANUEL ACOSTA CONTRERAS
Batallón de la Policía Nacional Revolucionaria
Estando en mi casa recibo una citación urgente, al igual que el resto del Batallón, por una situación que había, pero sin decirnos cuál era la situación. Se nos planteó que debíamos concentrarnos en 12 y 23. Allí nos presentamos de uniforme, pero en aquel momento no teníamos nuestro armamento. Participamos en el acto por el entierro de las víctimas de los bombardeos donde Fidel proclamó la Revolución Socialista y como él dijo, nos fuimos a ocupar nuestro lugar en las trincheras.
De aquel lugar salimos rápidamente a buscar la mochila. En mi casa nos reunimos cuatro combatientes de la Compañía que nos habíamos puesto de acuerdo para concentrarnos allí antes de salir para El Esperón. Antes de marcharnos nos paramos en la sala y pusimos las manos una encima de las de los otros para hacer un juramento. Aquellos cuatro combatientes eran Julián Sánchez Gómez, que ya falleció, Juan Dioscórides Prieto Delgado, Horacio Casanova y yo.
El acto fue sencillo, pero solemne. Hicimos el juramento de que cualquiera de nosotros que cayera en el combate, los que regresaran, lo primero que harían sería ir a visitar la familia del fallecido y describirle cómo fue que el mismo fue abatido. Eso se cumplió, lamentablemente fue necesario hacerlo con la familia de dos de nuestro pequeño grupo de cuatro.
Nuestro compañero Julián Sánchez Gómez fue uno de los que cayó en Girón enfrentando a los mercenarios. Su hermano Antonio fue asesinado por los sicarios de Batista antes del triunfo de la Revolución. Julián y su otro hermano Máximo ingresaron en la Policía Nacional Revolucionaria y estaban en El Esperón cuando fuimos movilizados para combatir en Girón. A Julián, en medio del combate le dijeron que se cuidara, ante aquel consejo contestó “¡De eso nada, viejo! Hay que seguir adelante; si me toca morir, bien moriré...”
El otro que cayó luchando en Girón fue Juan Dioscórides Prieto Delgado. Juan procedía del Ejército Rebelde, pues había peleado en la Sierra Maestra. Cuando la revolución triunfó y llegó a la Habana, fue destinado a la Policía Nacional Revolucionaria. Se encontraba con nosotros en la Academia de la Policía cuando se nos llamó para ir a Girón. Juan muere combatiendo cuando recibió un disparo de bazuca en el pecho. Momentos antes, conversando con un compañero le dijo “Hemos venido a pelear y somos hombres, si muero, moriré de pie.” Y así fue precisamente como murió.
Cuando llegamos al Esperón estuvimos allí poco tiempo, en lo que llegaban todos los del Batallón y nos organizábamos. En cuanto estuvimos listo salimos para Patrullas, la unidad que está al lado del Castillo de Atares. En Patrullas habían citado un número de policías de distintos lugares de la Habana con el objetivo de completar y reforzar el Batallón, lo cual hicieron en cuanto nosotros llegamos.
Allí en Patrullas nos montaron en rastras y salimos para Girón. Cuando llegamos a la zona de operaciones ya era de noche y la carretera tenía lomitas de tierra, pues estaban arreglándola. Cuando nos bajaron de las rastras comenzamos a ocupar posiciones a lo largo de la carretera, a mano izquierda había unas cercas con alambre de púas, como las que normalmente se colocan para delimitar las fincas. Al poco tiempo de haber llegado al lugar comenzaron a dispararnos y mucha gente trató de guarecerse a la izquierda de la carretera, pero como era de noche y no se veía prácticamente nada, se lanzaban contra la cerca y se clavaban las púas. Puede decirse que tuvimos más heridos por las púas que por los disparos.
Bien temprano en la mañana comenzamos el avance por la carretera en dirección a Playa Larga, a un lado la cerca de púas y al otro el arrecife y el mar. No hicimos más que comenzar a movernos y comenzaron a caernos arriba los obuses del enemigo, además de una lluvia de balas que al principio nadie sabía ni de donde provenían. Esto paralizó nuestra marcha pues en ese momento todo el mundo trataba de guarecerse como pudiera.
Después de unos minutos donde solamente se escuchaba el fuego del enemigo, nuestros hombres comenzaron a contestar, por lo que se generalizó un fuerte intercambio de disparos entre ambas partes, mientras los morteros enemigos continuaban tirando. Aquí cayeron un buen número de compañeros y otros resultaron heridos-
Los heridos se comenzaron a trasladar para el hospital, no había ambulancias, por lo que se utilizaban autos particulares a los que se les había puesto en el techo una sábana blanca con una cruz roja. En este primer enfrentamiento con el enemigo es que mueren Julián y Juan Dioscórides, además puedo decir que en ese combate de nuestra Compañía hubo cerca de siete muertos.
Cuando llegaron nuestros tanques cambió totalmente el balance del combate y fue eso lo que nos permitió avanzar detrás de los tanques. Allí entra a jugar el capitán Luis Artemio Carbó Ricardo uno altísimo, tenía más de seis pies, era de los que habían peleado en la tropa de Efigenio en la Sierra Maestra. Carbó había sido herido en ambos brazos y cuando trataba de subir a uno de nuestros tanques una bala le atravesó debajo de la barbilla, saliéndole por la parte posterior del cuello y es allí donde los mercenarios lo matan. Durante el combate gritaba “! Entréguense bandidos¡ ¡Adelante compañeros, aplastemos a los cobardes!”, realmente era un hombre de coraje que sirvió de inspiración a todos los que estábamos en aquel combate, para enfrentarnos al enemigo.
Nuestra tropa pudo llegar a Playa Larga y tomar el lugar, a pesar de la resistencia que presentó el enemigo y el poder de fuego que tenía, pero a cada momento el combate se tornaba a nuestro favor, hasta que finalmente tomamos el lugar. Realmente la balacera era fuerte, ellos nos tiraban y nosotros les tirábamos, hasta que los tiros de ellos se hicieron cada vez más escasos.
Uno de los miembros de nuestro pelotón, un prieto grande, que después estuvo trabajando de cocinero, tiraba con el Fal, pero tiraba en posición de tendido con los ojos cerrados. Cuando le preguntamos nos dijo que los nervios no le permitían abrir los ojos, pero que el tiraba para el lugar donde estaba el enemigo.
Cuando nosotros entramos en Playa Larga los mercenarios comenzaron a huir y tratar de esconderse en la ciénaga. La tarea que se nos asignó conjuntamente con Ricardo Toledo y otros de la Compañía era que registráramos toda el área cercana al mar donde existían arbustos formados por la uva de caleta y nos dedicáramos a buscar mercenarios dentro de la vegetación de la costa, en la ciénaga y en cualquier lugar que pensáramos podían esconderse, lo que permitió que nuestro batallón capturara sin que hicieran resistencia a un número de ellos. Años posteriores, Toledo se graduó de Arquitecto y el monumento que se encuentra en Patrullas en recordación a los mártires de Playa Girón del Batallón de la Policía fue obra suya.
MARIO CRISTÓBAL GUTIÉRREZ GONZÁLEZ
Milicia Nacional Revolucionaria
Artillería Antiaérea
De la Base se llevaron a casi todo el personal de las baterías antiaéreas, yo me quedé en una lomita existente dentro de la Base con un cañón antiaéreo de 37 mm. , a mi izquierda estaba emplazado un mortero que si no recuerdo mal era de 120mm. La base se quedó prácticamente vacía, solamente estábamos allí el personal para protegerla.
El día 17 de abril es cuando nos enteramos del desembarco, que según la noticia que llegó a nosotros era solamente un barco que había traído 400 hombres. La orden que recibimos fue la de tirarle a todo lo que pasara cerca de la Base.
Recuerdo que temprano en la mañana avizoramos un barco que se estaba acercando a nuestras costas. Parecía un barco mercante, pero pequeño, el barco se acercaba y yo lo tenía puesto en la mira del cañón de 37mm. , que tiene un alcance efectivo de tres kilómetros. Estábamos esperando que entrara en la zona de tiro para comenzar a dispararle, pero felizmente el barco se desvió y tomó rumbo a otro lugar, digo felizmente porque aquel barco era evidente que no tenía que ver con invasión alguna.
Por la mañana llegó a la Base un teniente de milicias que era jefe de una batería que había tenido un accidente unos meses anteriores. Aquel hombre todavía estaba medio desfigurado, tenía golpes en la cara y planteó que venía a buscar veinticuatro voluntarios para una misión en la zona de combate. Yo estaba pensando que hacía ese hombre allí en esas condiciones, lo cual era el mejor ejemplo de que yo todavía no tenía pleno conocimiento de lo que estaba sucediendo.
Yo me ofrecí de voluntario. Nos sacaron a los veinticuatro, recuerdo que tomé algunas cosas de mi taquilla y dejé otras, lo cual fue un gran error, pues nunca más regresé a la Base. De ahí nos llevaron para el campamento de Managua, la misión que se nos dio era servir de escolta a una compañía de tanques T-34 que saldría de Managua para Girón.
Recuerdo que tomamos un poco de leche y comimos algo. Lo que era la escolta eran seis camiones delante de la compañía de tanques y seis camiones detrás. Yo iba en el primer camión, detrás del jeep del jefe de la caravana, que a esta altura aún no se cómo se llamaba.
Cuando llegamos y nos entregaron las ametralladoras tuvimos que comenzar por limpiarlas y ponerlas en buen estado de funcionamiento pues estaban llenas de óxido. Nos dieron una botella de grasa y un baqueta para esas labores. Como parque para cada ametralladora nos dieron cincuenta tiros, lo cual alcanzaría para disparar solamente tres minutos. Con ese parque salimos para Girón.
En cada camión habíamos dos compañeros, se suponía que uno de ellos era el jefe de la dotación y el otro el tirador, pero eso era muy relativo, a mi me nombraron jefe. La ametralladora antiaérea estaba emplazada en la cama del camión, en un trípode que permitía al artillero estar de pie al dispara la misma. Allí había también una plancha de hierro que siempre nos imaginamos era para ponérsela a la ametralladora en algún lugar, con el fin de proteger al artillero del tiro aéreo, pero ni nosotros ni los que iban en los otros camiones, encontramos como poner la plancha de hierro, por lo que se quedó sin poner.
La caravana estaba además formada por rastras donde iban los tanques. Aunque nos movíamos a la mayor velocidad posible, a cada rato teníamos que parar para coger un ponche, alguna goma que se explotaba o arreglar algún vehículo, pues no era tarea fácil transportar aquellos tanques que según dijeron pesan cada uno 32 toneladas en rastras que no estaban en la mejor forma posible.
Una de las paradas fue en el pueblo de Limonar, donde nos dieron dos mil tiros para cada ametralladora y además un pequeño bocadito para mitigar el hambre, que tuvo efectos casi nulos. Puede decirse que una constante durante todos esos días fue el hambre.
Todavía no habíamos llegado a la Ciénaga cuando tomamos una carretera que estaban reparando, era de noche y fue necesario parar pues en sentido contrario al nuestro venía una ambulancia y solamente había utilizable un carril. Cuando la ambulancia paró para hablar con los compañeros del jeep, dijo que llevaba un muerto en la ambulancia, lo cual realmente me impresionó, pues uno habla de combates, pero por lo regular nunca se pone a pensar que en los combates hay muertos.
Aquella parada la aprovechamos para reclamar a la jefatura de la caravana un arma personal, de ser posible una metralleta, pues no habíamos traído las asignadas a nosotros en la Base Granma y salvo la ametralladora antiaérea no teníamos otra arma.
Al frente de la caravana venía un compañero que se planteaba era un capitán, aunque otros compañeros decían que era un primer teniente. Cuando le pedimos las armas la respuesta fue “las armas se ganan en el combate”. Eso nos indicó que el compañero debía ser un guerrillero.
Seguimos viaje y amaneciendo llegamos a Yaguaramas. Ahí los tanques bajaron de las zorras que los transportaban. Eso era ya el día 18, que hacía bastante frio por cierto y como es natural ninguno de nosotros tenía un abrigo. En Yaguaramas los tanques y nuestros camiones se situaron alrededor del parque del pueblo y de pronto se apareció un avión que yo imagino era un avión enemigo, pues había cosas que nosotros desconocíamos como era el que esos aviones tenían pintadas insignias cubanas. Ante la duda sobre la naturaleza del avión, allí mismo comenzamos a tirar. Mi compañero tiró unos tiros y me dijo que siguiera yo, yo continué tirando y el único blanco que hicimos fue un cable de la electricidad que no se sabe quién fue el que le dio, pues eran doce ametralladoras tirando.
El avión se alejó de inmediato y recuerdo que los tanquistas nos decían “! Tiren, aunque se caguen tiren¡”. Los tanquistas se veían que tenían mucho más experiencia. La realidad que en ese momento lo importante era tirar.
Después de estar un tiempo en el parque de Yaguaramas, se ordenó que los tanques avanzaran por un terraplén en lo que hoy se llama Horquita, un plan agrícola inmenso que existe en el lugar. Recuerdo que a todo lo largo del terraplén estaban construyendo casas, una al lado de la otra. Mientras los tanques avanzaban comenzaron a pasar camiones con fuerzas de infantería, los cuales mostraban su alegría al vernos, planteando que ahora si tenían como defenderse de los aviones enemigos que los habían golpeado duro el día anterior.
Llegamos a una especie de intersección de dos carreteras, recuerdo que estaba cercado a ambos lados del camino y que había una gran cantidad de paracaídas tirados en uno de los campos. Ahí se acabó la disciplina por parte de la gente de infantería. Todo el mundo se tiró de los camiónes para coger un paracaídas, los tenientes gritando que regresaran a los camiones, pero la tropa de infantería no lo hizo hasta que se acabaron los paracaídas. Fue un movimiento rápido.
Después de esa parada continuamos hasta San Blas. A partir de allí los tanques comenzaron a desplegarse y a nosotros nos dejaron parados en una especie de semicírculo. Yo recuerdo que tenía puesto un pie en una de las barandas del camión, estaba fumando y cuando los tanques comenzaron a desplazarse y a la vez a tirar, los milicianos caminaban detrás de los tanques y yo en aquel momento pensé que eso se parecía a una película de guerra.
En ese momento vi una columna de humo aproximadamente cien metros de donde nos encontrábamos, yo pienso que era un proyectil de mortero que cayó en el lugar. Después de salir la columna de humo se formó el tiroteo. Los tanque a tirar en esa dirección, todo el mundo tirando y nosotros a tirar también, en dirección a la vegetación desde donde salían los tiros. A donde se tiraba y a que cosa, no sabíamos, pero tirábamos para ese lugar que era desde donde nos tiraban.
El que comenzó a tirar con la ametralladora de nuestro camión fue mi compañero. Yo me tiré en el piso de la cama del camión, entonces mi compañero gritó “cartuchos” lo cual indicaba que se había quedado sin parque. Las balas silvaban por todas partes y yo que estaba tirado en el piso lo pensé para levantarme.
El compañero se parapetó detrás de la famosa plancha de hierro y fue entonces que me levanté, fui hacia la ametralladora, le cambié la cinta y comencé a disparar, en aquel momento sentí una calma interna que me permitió continuar disparando, todo esto en un tiempo que no fue mayor de dos minutos.
Había un Comandante que era de Matanzas, el Comandante Saborit, gritando que no tiraran y al fin pudo controlar la situación y la gente dejó de tirar. Eso fue el día 18, después del mediodía. Al camión nuestro le dieron un tiro que le atravesó el radiador, ahí fue que vi los primeros muertos de nuestras tropas, eso impresiona mucho. Llegó un camión y comenzó a recoger los muertos del combate que se había efectuado cerca de San Blas donde el camino se abría en dos vías.
ALBERTO PAU URIARTE
Milicias Nacionales Revolucionarias
Bon 117
El 17 de abril a las cinco y treinta de la mañana llegó al lugar el Comandante Tomasevich con una caravana de camiones ZIL-157 y ordenó que el Batallón se preparara para salir de inmediato. Fue entonces que nos enteramos esa madrugada fuerzas mercenarias habían desembarcado en Playa Larga y Playa Girón. Se nos dijo que nuestro Batallón se dirigía hacia el lugar para actuar contra los mercenarios.
Sobre las seis y treinta, a más tardar las siete de la mañana, el batallón estuvo listo y salimos hacia la Ciénaga de Zapata. El Batallón, con la Compañía Ligera de Combate, se concentró en el Central Covadonga. Las otras fuerzas entraron por el este de Playa Girón. Nosotros llegamos sobre las once de la mañana y nos quedamos en las inmediaciones del central. La jefatura de la compañía se presentó donde estaba la dirección de las operaciones y allí estuvimos hasta cerca de la una de la tarde.
Ya conocíamos que sobe las ocho de la mañana se había producido un desembarco aéreo en la carretera que comunica el Central Covadonga con Playa Girón. En esos momentos existían solamente dos o tres vías de comunicación y los mercenarios habían seleccionado muy bien donde fortificarse, acción con la que pretendían contener nuestras fuerzas.
Una parte de nuestro Batallón, la cuarta compañía, recibió la orden de avanzar hacia Jocuma. Aproximadamente a las doce del día se produjeron encuentros de fuego con las primeras unidades de nuestro batallón. En la zona se encontraban las milicias campesinas del Central, que se habían armado con lo que tenían, escopetas de cartucho, armas cortas, fusiles calibre 22 y habían salido en la mañana a ver como estaba la situación, con el objetivo de presentar resistencia a los invasores.
Estas milicias del central habían tenido intercambio de fuego con los mercenarios, cuando llegaron nuestras unidades se incorporaron a las mismas y participaron en los encuentros posteriores. La compañía Ligera de Combate recibió la misión de avanzar hasta llegar a las posiciones enemigas, lo que teníamos que hacer, a pie, por un terraplén totalmente descubierto. Debido al desconocimiento de la táctica militar, formamos dos hileras que avanzaron por cada lado de la carretera.
Yo iba montado en un jeep que habíamos incautado en el trayecto. Eso era una práctica del momento, el incautar camiones, jeeps y cualquier otro medio de transporte. Se le daban al propietario los datos del que incautaba y la promesa de que se le devolvería lo incautado.
El jeep lo venía manejando el Teniente Jefe de la Compañía, Carlos Martín Alpizar. A su derecha estaba Daniel, el segundo jefe de la compañía, un negrito bajito, fornido, tipo conguito. En aquellos momentos yo no tenía la misión de ser mensajero de la compañía, pues cuando se realizó la movilización el Sargento Mayor no se presentó y entonces me designaron en ese puesto, de ahí la razón de que yo viajara en el jeep.
También estaba en el vehículo otro compañero que era nacido y criado en la Ciénaga, específicamente en la zona del Central Covadonga y aunque hacía diez años que no visitaba la misma, la conocía perfectamente, por lo que fue designado como práctico de la zona. El mismo se llamaba Primitivo Filgueiras, tenía más de cincuenta años y había sido militante del Partido Socialista Popular.
Recuerdo que el día del entierro a las víctimas del ataque a los aeropuertos, Fidel declaró el carácter socialista de nuestra Revolución y dijo que los norteamericanos lo que no podían soportar era que habíamos hecho una revolución socialista en sus propias narices. Cuando el Comandante en Jefe terminó la comparecencia, comenzamos a pedirle a Primitivo que nos hablara del socialismo, pues todos estábamos intrigados de cómo funcionaba eso. El con su conocimiento teórico, por haber sido militante del Partido Socialista y con sus palabras de obrero y campesino, nos explicó de forma sintética, pero clara, que cosa era el socialismo.
En el jeep, además de los ya mencionados, viajaba en la parte de atrás un muchacho joven, de pelo largo, con barbita, que pertenecía a las milicias campesinas del lugar. Las dos hileras de combatientes de nuestra Compañía caminaban por los costados del terraplén, el jepp iba por el centro. Habíamos avanzado una distancia apreciable cuando vimos que venía volando bajito un avión B-26, procedía del mar y por la dirección que llevaba se dirigía hacia el Central.
Inicialmente nosotros no le prestamos mucha atención al avión. Siempre he pensado que ese mismo B-26 pasó por encima de nuestra columna cuando estábamos llegando al Central Covadonga. En aquel momento hizo un paneo con las alas, lo que interpretamos como una señal de saludo. Después, conociendo que los invasores habían pintado sus aviones con las insignias de Cuba, llegamos a la conclusión que ese avión era de los mercenarios y no nos había atacado cuando volaba hacia el central porque allí había muchos medios de defensa antiaérea y ellos los habían detectado.
En aquel momento nuestra unidad marchaba por la carretera, totalmente desprotegida, pues no contábamos con medios de defensa antiaérea cercanos, éramos un blanco fácil sobre aquel terraplén, por lo que el piloto decidió atacarnos con el fuego de sus ametralladoras. El B-26 contaba con ametralladoras en la torreta y en las alas por lo que la lluvia de balas era un espectáculo semejante a un fuerte aguacero que viene avanzando hacia donde uno se encuentra, así mismo era la balacera que venía sobre nosotros.
Nos tiramos del jeep. Los compañeros que avanzaban caminando por la carretera se lanzaron hacia las cunetas buscando protección. Allí encontraron, para más desgracia, una cerca de alambre de púas que la bordeaba a todo lo largo. La vegetación del lugar estaba compuesta por unas matas muy pequeñas, más bien arbustos, que no ofrecían una adecuada protección para la lluvia de balas que les venía encima, pero el instinto de conservación es tremendo, detrás de aquellos arbustos se trataron de proteger los miembros de nuestra compañía.
El jefe de la compañía se quedó medio petrificado, con el timón en sus manos, mirando el avión que se le venía encima. Daniel, el segundo al mando, lo cogió por la camisa y lo haló hacia el lado derecho, logrando sacarlo del jeep. Yo me tiré de cabeza para guarecerme detrás del jeep, que se encontraba en la mitad derecha del terraplén. Primitivo, que iba al lado mío se tiró hacia la izquierda del jeep. El compañero de la milicia campesina también se lanzó hacia el lado derecho. El único que quedó hacia el lado izquierdo fue Primitivo.
Cuando el avión terminó de pasar sobre nosotros, los compañeros, en una acción que no resultó efectiva pero propia del instinto de repeler la agresión, le hicieron fuego con los FAL y hasta con las subametralladoras, cuyo alcance nunca permitiría darle al avión. Inmediatamente, previendo el retorno del avión, se plantea salir del medio del terraplén y metemos en unos matorrales existentes a la derecha, que eran mucho más altos que los arbustos de la carretera.
Aunque resulta increíble y todavía no me explico cómo pude hacerlo, cuando venía la balacera y me tiré del jeep, pasé entre dos pelos de alambre de púas cuya separación era de aproximadamente cincuenta centímetros. Yo llevaba al cinto dos porta depósitos de metralleta, que tienen un volumen apreciable, además de mi pistola 45, con el porta depósito de los cargadores. El único percance que tuve fue un pequeño número siete en la pata del pantalón realizado con la punta de una de las púas del alambre. Ese pantalón lo guardé por años como recuerdo de lo ágil que yo era en aquellos tiempos. Para salir por dentro de los pelos del alambre de púas, por el mismo lugar donde había entrado, dos compañeros tuvieron que halar el alambre para aumentar el espacio, pues no había forma humana de que yo pudiera repetir la proeza.
En ese momento, cuando nos encaminábamos de nuevo hacia el jeep, nos percatamos que Primitivo esta tendido en el medio del terraplén, gravemente herido. Había recibido un impacto de calibre cincuenta en el vientre y uno de calibre treinta en el pecho, pero aún estaba vivo. . El avión, además de tener ametralladoras calibre cincuenta al frente, contaba con la torreta de cola, donde una ametralladora calibre 30, barría el lugar por donde este había pasado.
Inmediatamente el jefe de la compañía mandó a dos milicianos que en una camioneta llevaran los heridos al hospital existente en el Central. Como consecuencia de aquel ataque el enemigo nos causa tres o cuatro bajas, además de Primitivo que falleció estando en el hospital, es decir que murió en el mismo lugar donde nació.
RODOLFO RODRIGUEZ FERNANDEZ
Milicias Nacionales Revolucionarias
Bon 339
En el aeropuerto se nos entregó el armamento y montamos en unos camiones para trasladarnos al Central Australia, donde permanecimos hasta el domingo 17 de abril. Aproximadamente a las 12:00 AM se recibió el primer el primer llamado de Playa Larga por medio de una planta de radio existente en el lugar, perteneciente a una empresa de construcción. Al recibir el alerta todo el batallón se puso en movimiento. Como no contábamos con transporte, utilizamos para trasladarnos dos camiones que estaban en el Central cargando azúcar, los que tuvimos que vaciar. Alrededor de la 1.00AM nuestro Batallón salió para Playa Larga.
Durante el trayecto tuvimos que detenernos 2 o 3 veces, porque los cienagueros de esa zona querían armas y acompañarnos. Aquella actitud del pueblo fue algo que nos alentó para seguir adelante. Todos sabíamos que aquella era la invasión que nuestro Comandante en jefe había anunciado el día anterior, 16 de abril, en el sepelio de los héroes caídos el sábado 15 en los bombardeos de Ciudad Libertad y San Antonio de los Baños.
Cuando llegamos a la entrada de Playa Larga, un lugar conocido como el Cartel del INRA, debido a que en el mismo existía una valla que anunciaba la Zona de Desarrollo Agrario LV 7, los camiones se detuvieron y se ordenó bajar de los mismos. El Jefe del Batallón, Capitán José Ramón Cordero mandó que 20 hombres (yo era el No 17) fueran a rescatar los 5 compañeros que desde hacía cuatro días se encontraban como observadores en Playa Larga y a la vez operaban la planta de radio.
Antes de que pudiéramos salir para cumplir la orden se escuchó un intercambio de disparos aproximadamente a 100 metros de donde nos encontrábamos. Esta acción la estaban desarrollando los compañeros del pelotón de apoyo, que en un pequeño camión de volteo se habían adelantado al resto del Batallón, ellos fueron los que tuvieron el primer contacto con los mercenarios.
La oscuridad y desorganización no nos permitió percatarnos inicialmente de lo que sucedía, de ahí que el capitán Cordero ordenó nos desplazáramos hacia la derecha, con el objetivo de acercarnos a la orilla de la carretera que conduce a Caletón y Buenaventura, donde estábamos más protegidos y podíamos contestar el fuego del enemigo. Durante toda la noche estuvimos en posición de tendido respondiendo, de la mejor forma posible, los disparos que se hacían desde el otro lado de la carretera.
Desde Buenaventura había salido un camión plancha con mujeres, niños y algunos hombres que estaban en un “mortuorio”. Al llegar al Cartel del INRA el camión dobló hacia la carretera por donde nosotros habíamos venido (hacia el Central Australia). Ráfagas de ametralladora calibre 30 y 50 disparadas por los mercenarios volcaron el camión, sus ocupantes cayeron en la carretera muertos y heridos, entre ellos se encontraban varias mujeres y niños.
Algo digno de resaltar es que durante las 4 horas más o menos desde que llegamos y amaneciera, bajo el rigor del combate, sonando los tiros a derecha e izquierda, acostados en la carretera. Varias veces se cantó el Himno Nacional y al terminar este se escuchaban decenas de gritos de “Patria o Muerte” y “Viva Fidel”.
Al salir el sol me uní a los compañeros Víctor Rodríguez Valdivia y Vidal Cortés, así como otro compañero cuyo nombre no recuerdo, pues no era del Batallón 339. Este portaba una metralleta Belga y después conocimos que era instructor de milicias de la zona.
Poco a poco se fue conformando el grupo que quedó aislado en el Caletón de Buenaventura. El mismo estaba compuesto por 42 milicianos, 7 miembros de la Marina de Guerra Revolucionaria, entre los que se encontraban el negro King y el cabo Cortés. Estos 7 marineros eran tripulantes de las lanchas S.V.C 1 y S.V.C 3 además de tener asignada la custodia del yate “El Bravo”, que era utilizado por nuestro Comandante en jefe cuando visitaba la Bahía de Cochinos. También formaron parte del grupo algunas jóvenes, casi niñas, que estaban alfabetizando a los cienagueros, entre las que se destacaron Martha Chang Danger y Amparito Pérez, ambas de la ciudad de La Habana. Puedo decir que aquel grupo se comportó con la valentía propia del revolucionario cubano.
En el Caletón de Buenaventura nos mantuvimos todo el día 17 hasta las 12.00 horas del 18, en que por falta de información y comunicación, en cierta medida nos afectó la preparación artillera para el asalto a Playa Larga. A las 12.00 horas, junto a las alfabetizadoras, nos trasladamos en un pequeño camión hacia Santo Tomás, para llevarse todo el grupo el camión tuvo que dar dos viajes. En horas de la mañana del martes 18, cuando los mercenarios iniciaban su retirada hacia Playa Girón, regresamos nuevamente hacia Buenaventura.
En la noche del día 18 de abril capturamos un mercenario, que según declaró era marino mercante del barco Houston, el cual se encontraba escorado en Punta Salinas. El miércoles 19 preparamos dos botes con el propósito de abordar dicho barco, pero por falta de combustible no pudimos salir hasta alrededor de las 5 de la tarde.
Al llegar a la playita de Punta Salinas tuvimos una escaramuza con mercenarios que se encontraban atrincherados en el lugar. Como resultado del combate resultó muerto el teniente del Ejército Rebelde Cecilio Miranda, destacado en la zona desde hacía algunos meses. Miranda se comportó como un verdadero héroe, un ejemplo de valentía, pero la sorpresa y la posición que tenían los mercenarios les dio a estos demasiada ventaja.
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