La actualidad internacional parece estar fraguando una curiosa doctrina que mezcla futbol y política en tiempo de crisis.

En el caso venezolano, tan de moda, el futbol nos facilita la comprensión de un asunto complejo como el referéndum revocatorio. Comparándolo con el penalti, podemos asemejarlos como sanciones que son, uno por falta en el área, y otro por malestar político. Pero ambos ameritan cumplir ciertas precondiciones y requisitos obligatorios para poder concretarse.

Un penalti no es automáticamente un gol, ni desear el referéndum es de por sí mismo su realización. Explico.

Para que ocurra un penalti tienen que darse una serie de hechos: primero que ocurra una falta en el área contra el equipo atacante, segundo que el juez la vea y la señale, tercero que el jugador la cobre y cuarto que haga gol. Aun puede ocurrir que el tirador falle o que el portero evite el gol.

Igual pasa con el revocatorio. El grupo que lo desea debe legitimarse con el 1% del padrón electoral

(fase en que se haya el proceso), luego esa agrupación tiene que movilizar el 20% del electorado para que se active realmente el revocatorio. El árbitro tiene que verificar toda esa información para garantizar la legalidad estricta que un acto de esta naturaleza amerita.

Luego de superadas estas complejas exigencias, se convoca referéndum, y estaría por verse su resultado a la luz de la capacidad de convencimiento y movilización de las partes.

Para rematar, los votos para revocar deben ser más de los que el funcionario revocable saco cuando fue electo.

¡Bastante trecho hay del dicho al hecho!

Así es el futbol: Chile gana la Copa América y al día siguiente la noticia es el anuncio de retiro de Lionel Messi de la selección argentina.

Inglaterra se va de la Copa Europea antes que de la Unión Europea. Pero se va.

España que era campeona cae estrepitosamente como la posibilidad de formar gobierno: 70% votaron contra el gobierno del PP que igual se dice gran ganador.

Vainas raras del futbol que solo se entienden jugando ajedrez.