La política exterior mexicana y sus vicisitudes (I)

12/09/2016
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Primera parte

                                                

A través de los tiempos, la política exterior mexicana cruza por diversas vicisitudes. Invariablemente responde a las necesidades de una nación que nace y se va desarrollando ante el acoso constante de los imperios, primero los que invadieron-.conquistaron el vasto territorio de Mesoamérica, que en su parte sustancial era dominado por los Mexicas con sede en la Gran Tenochtitla, quienes acopiaron las ciencias y las artes de las grandes culturas que poblaron el territorio que se extiende  aproximadamente, de la mitad de México al sur del Trópico de Cáncer, más los territorios de Guatemala, Belice, El Salvador, el poniente de Honduras y Nicaragua y la zona noroeste de Costa Rica. Esta riqueza cultural y territorial se fue desdibujando en los tiempos presentes, sobre todo la territorial, como veremos.

 

Antes de la incursión armada española, en esta región se desarrollaron rasgos culturales que cubrieron una extensión geográfica, inclusive fuera de los dinámicos límites del su área cultural como: la práctica del juego de pelota, el sacrificio humano, el empleo de dos calendarios -uno ritual de 260 días y otro civil de 365- el cultivo del maíz, base de la subsistencia mesoamericana. Solo el cultivo del maíz, que es base de la alimentación nuestra, perduró, los demás se diluyeron, si bien el calendario azteca-maya tenía las mismas características y aún ajustes más precisos, que el Gregoriano vigente, pero no respondía al interés de los imperios vigentes.

 

El desarrollo de la civilización mesoamericana se trunca por la Invasión-Conquista española (siglo XVI). Sin embargo, numerosos pueblos indígenas descendientes de los portadores de las altas culturas mesoamericanas resisten y viven hasta nuestros días, si bien esos pueblos indígenas constituyen parte importante de los sectores más vulnerados de las naciones donde viven, son símbolo de orgullo y base de las excelencias culturales que dan atractivo, incluso turístico, a la nación . Ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Portal:Mesoam%C3%A9rica

 

Trecientos años pasaron bajo tutela del imperio español en que se implantan formas de esa cultura, amalgamada con las autóctonas. En esos tiempos las relaciones con el exterior se hacían a partir de determinaciones y manejos del imperio español.

 

En los albores del S. XIX, se gestan movimientos sociales de indios, mestizos y criollos, para aprovechar condiciones muy complejas de dicho imperio –invadido por Napoleón, colocando a un pariente de éste como emperador de España-. Se busca afanosamente la independencia en Nueva España mediante la acción de fuerzas con una alta raigambre indígena-mestiza y, por otro lado, los criollos en alianza con españoles avecindados aquí. Los unos decretaron la abolición de la esclavitud, gabelas y papel sellado, expedido el 6-dic-1810 en Guadalajara (hoy Jalisco) por Miguel Hidalgo y Costilla), reiterado por José María Morelos, Chilpancingo, Gro. 5-Oct-1813, adelantándose a determinaciones de líderes sudamericanos y estadounidenses.

 

Al consumarse la independencia, se inician las determinaciones respecto a las relaciones con el exterior. La más relevante el Congreso Anfictiónico de Panamá al que acude México al llamado de Simón Bolívar (22-junio al 15-julio-1826) que nos acerca a las naciones del Continente, recién liberadas del yugo español. José Manuel de Herrera fue nombrado ministro de Relaciones, el 1º que ocupó esa cartera en la historia de México- quien impulsó lineamientos generales para la política exterior de la Regencia: obtención del reconocimiento a nuestra Independencia por las potencias importantes; el logro de su ayuda económica dado el estado grave de las finanzas. Se consideraba que las relaciones exteriores estaban marcadas por la naturaleza, la dependencia, la necesidad y la política. Así, se buscaron contactos inmediatos con Estados Unidos y Guatemala, Inglaterra y Rusia. Con Cuba, Puerto Rico, Filipinas y las Marianas, porque se trataba de países que habían dependido económicamente de Nueva España. Con la Santa Sede, España, Francia y los estados hispanoamericanos.

 

México, cercenado por intereses del imperio inglés en el sur (todo Centroamérica) y perder la administración de Filipinas, Guam, Puerto Rico, Cuba que pasan a la jurisdicción de España tras la independencia y ésta las pierde en la guerra con los Estados Unidos (1898),  afronta aciagos tiempos durante casi la mitad del S. XIX, sufriendo la afrenta de ver cercenado su territorio, más de la mitad del mismo en la injusta invasión-guerra de 1846-48. En esta incursión militar yanqui –en su afán de expansionismo- se pierden 2, 378,539.45 km2 de territorio, anexado a los Estados Unidos. Queda a México una porción inferior -menos de  dos millones de Km2-. En esa época el país tenía 19 estados, solo 7 aportaron armas y dinero, agravando el conflicto. Falta de nacionalismo y unión nacional, más la traición de Santa Anna, llevan a perder la guerra que, por otra parte, fortalece el nacionalismo mexicano. Lo ocurrido y la diferencia de desarrollo económico y lo atractivo del “sueño americano” para los mexicanos, hicieron, entre otras causas, que las relaciones México y E.U. fueran embrolladas y así se mantienen en la actualidad.

 

Rudas batallas se escenifican entre fuerzas conservadores –en busca de un príncipe extranjero para gobernarnos- y liberales, yendo al encuentro de la conformación de una nación libre y soberana. La Guerra intestina de tres años (17-Dic-1858 a 1º -enero-1861) o guerra de Reforma, se dio para sostener la Constitución de 1857 -el país se organizaría como república representativa y federal, con poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. Se incluían: la abolición de fueros, desamortización de bienes eclesiásticos y civiles, libertad de enseñanza en su artículo 3º. Las garantías individuales incorporadas, daban a cada ciudadano, libertad e igualdad ante la ley-. Por otro lado, como hoy, la iglesia y los grupos más retrógrados se oponen y buscan una nueva Constitución, pero pierden en política y en la guerra.

 

Las raíces de la política exterior mexicana, que da lustre a nuestro país en sus relaciones internacionales, están inmersas en este período, bajo la presidencia de Benito Juárez, vigoroso liberal impulsor de la defensa del territorio y de la capacidad de decisión del gobierno, para afrontar las vicisitudes con el exterior. Modernamente puede afirmarse que el objetivo principal de la política exterior, es secundar las políticas internas en busca del desarrollo socioeconómico, sustentable del país. Ello se establece para apuntalar acontecimientos históricos que vive el país en cada etapa. Principios imprescindibles de ésta política surgen de la crónica lucha por proteger la integridad territorial, el derecho de sus habitantes para usufructuar sus recursos en beneficio de todos, así como fortalecer la autonomía frente al exterior.

 

La invasión francesa de Napoleón el pequeño (1862-67) fue una reacción del imperio para cobrar deudas –el gobierno Juarista había decretado suspensión de pagos de la deuda externa- acudiendo en Alianza las flotas: española, inglesa y francesa. Al final de las negociaciones de “la Soledad”, solo los franceses persisten y se internan al territorio nacional. Sus intensiones iban más allá del cobro, estaban interesados en sentar una “cabeza de playa” en nuestro territorio y desde aquí acosar y someter a los Estados Unidos. Inician su incursión con un sonado fracaso en Puebla (5 de mayo de 1862), hasta instaurar un efímero imperio con Maximiliano, que terminaría fusilado en el Cerro de las Campanas (Qro. 1867).

 

En el porfiriato (1877-1910) La política exterior, guiada por el ministro de Relaciones Exteriores Ignacio L. Vallarta fue opuesta a la que se ejerció en la 1ª mitad del siglo: vaga, idealista, que no admitía negociación (como el caso de Texas). Díaz tuvo objetivos concretos: lograr el reconocimiento estadunidense con acciones pragmáticas y acomodaticias. Si el fin era el desarrollo económico y este demandaba estabilidad y orden, habría que tener a los yanquis de socios y no enemigos. Así no solo se sorteaba el conflicto, sino se contaría con capital y la tecnología del vecino para el desarrollo económico. Ambas cosas las consiguió a la ves. Ver: Daniel Cosío Villegas. Estados Unidos contra Porfirio Díaz. México; Buenos Aires: Ed. Hermes, 1955. p. 506. • www.cidac.org (Centro de investigación para el desarrollo A.C.) 

 

El equipo de Díaz , concibió una política exterior que discernió que Estados Unidos (ya imperio) no era monolítico, había diversos grupos con opuestos intereses. Habría que atraer a los adecuados para quebrantar a los otros. Admirable postura, ante la poca información disponible. Gracias a estas concepciones, el gobierno mexicano tuvo una diplomacia exitosa. Cosío Villegas, tras investigar año y medio de diplomacia México-Estados Unidos, consideró: “pocas dudas pueden caber de que en la lucha diplomática, México resultó vencedor y Estados Unidos vencido“. La experiencia ganada en la difícil negociación con el imperio, que no cejaba en presionar con más intervenciones, impulsó la práctica de una política exterior, para transformar a Europa en fuerza moderadora de la influencia de E. U. En el sur de Latinoamérica era clásico escuchar a catedráticos y hombres del poder, repetir –60s del S. XX- que México había sabido “ponerle el cascabel al gato”, como elogio al manejo de la relación con el imperio.

 

Mientras en México se desarrollaba la Revolución Mexicana (1910 a 1920), en Europa se desencadenó la 1ª Guerra Mundial  (1914 a 1918) conflicto  con grandes repercusiones políticas y económicas, en todo el mundo, incluidos el Caribe y Latinoamérica. Al final de cuentas, hubo consecuencias positivas para México y otros de la Región: mayor demanda de petróleo y otros recursos mineros que las potencias europeas en guerra, requerían; lo que dejó un beneficio económico. Una consecuencia política, fue que Venustiano Carranza, al rechazar propuesta del gobierno alemán para aliarse con él, fueron sentadas las bases que definieron directrices y principios de la política exterior de México, a través de la doctrina Carranza: La no intervención, la defensa a la autodeterminación y el reconocimiento de la igualdad jurídica de los pueblos. En 1930, se formuló la Doctrina Estrada, que plantea que el reconocimiento de un país, independientemente de las acciones internas del mismo, fundamentado por el principio de la libre determinación, que trata sobre el derecho de los pueblos para aceptar, mantener o sustituir a sus gobiernos o autoridades. Al condicionar el reconocimiento de un gobierno se viola la soberanía de otras naciones e implica un tipo de intervencionismo. (Continuará)

 

Puebla, Pue. 11-Sep.-2016-

 

v_barcelo@hotmail.com

https://www.alainet.org/pt/node/180205

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