La Argentina carece de marcos conceptuales, públicos y privados, para ingresar en una senda de desarrollo consistente. En general no hay una visión espacio temporal, tanto de los problemas cotidianos como de los que atañen al futuro. Después de superar los 30 años de democracia continuada, la (in) cultura política se naturaliza en modalidades electoralistas o de corto plazo. No se detecta, asimismo, una evaluación critica del ámbito regional y global, medianamente compartida, como insumo básico para la necesaria elaboración de un Proyecto de País.

En este contexto, proliferan perspectivas sectoriales (no sistémicas), de crecimientoeconómico (no sustentables) y aproximaciones recurrentes de los problemas (coyunturales), a partir de los síntomas. De hecho compartimos, junto a otros países latinoamericanos, una primarización productiva, extractivista y exportadora de los recursos naturales, independientemente del su orientación política (Gudynas, 2011). Esta evolución es consistente con el privilegio a modelos de agricultura industrial -de escala- que generan crecientes pasivos ambientales y sociales.

El presente diagnóstico responde a causas domésticas e internacionales. Entre las primeras podemos citar una identidad nacional inconclusa, un fuerte desbalance poblacional y una estructura agraria no resuelta (Loewy, 2011). Nada es independiente -además- del proceso de globalización, acelerado en el último cuarto del siglo XX, que desnaturalizó la política como herramienta de cambio y la autonomía individual y colectiva de las comunidades (Bauman,2006). Este cuadro se complementa, por otra parte, con la ratificación de la división internacional del trabajo entre países periféricos y centrales (Svampa, 2013).

Fuente:

Revista Estudios Rurales, Vol 5 No.8 Pag: 141-150,

Universidad de Quilmes