Conversaciones con el ELN: ¿tienen algún futuro?
- Opinión
Ha sido enredado y complejo lograr estructurar un proceso de conversaciones para terminar el conflicto interno armado entre el Gobierno Nacional y el ELN. Primero, porque las insurgencias en Colombia cada una ha andado su propio camino y a su propio ritmo, por ello lo que ha caracterizado el esfuerzo colombiano de terminar el conflicto armado es lo que los analistas hemos denominado “la paz a pedazos”, un pedazo de paz con cada organización guerrillera y ahora no es distinto en el caso con las FARC, se trata de un pedazo de paz, no importa si estamos hablando del pedazo más grande. Segundo, nos podemos preguntar y porque no se negoció al tiempo con las FARC y el ELN, la respuesta es porque cada una de estas guerrillas tiene su propia dinámica, expectativas y propuestas para concertar con el Gobierno y por consiguiente no era viable hacerlo de manera conjunta.
Una primera reflexión es que se trata de guerrillas distintas, con planteamientos, estructuras organizativas y propuestas diferentes y por consiguiente debemos lidiar con esa realidad. Y no se puede pensar, equivocadamente, que el ELN es una especie de FARC chiquita.
¿Cómo caracterizar, en breve, al ELN? Es una organización guerrillera que en sus orígenes, surge -en 1964- influenciada por la revolución cubana y las tesis de Ernesto Che Guevara y que tiene un componente fuerte de presencia de jóvenes estudiantes, de remanentes de la guerrilla liberal del Magdalena Medio Santandereano, liderada por Rafael Rangel y con una estructura caudillista liderada por Fabio Vásquez Castaño, su primer comandante. Posteriormente tuvo la vinculación del sacerdote Camilo Torres Restrepo, en 1965 y todo el impacto que esto causó, entre otras al fortalecer las tesis abstencionistas al interior del naciente ELN, “el que escruta elige” va a ser una de sus consignas. Su prematura muerte en combate generó, especialmente en sectores de la Iglesia Católica, corrientes de simpatía o solidaridad con esta insurgencia, inicialmente el grupo de sacerdotes conocidos como Golconda. Luego vive la crisis de Anori, empezando los años 70s del siglo anterior, donde sufre un gran golpe militar su más importante columna, es diezmada, son muertos varios de sus comandantes entre ellos Manuel Vásquez Castaño y como resultado se produce la salida hacia Cuba de Fabio Vásquez Castaño; igualmente la captura de Ricardo Lara Parada, otro de sus fundadores; lo anterior da origen a un lento proceso de recomposición del ELN hacia una estructura más horizontal de mando, con tintes altamente federales en cuanto a su autonomía y una guerrilla que cada vez busca más su propio camino, acorde con las realidades regionales -en ese contexto surge y se consolida el Frente Domingo Lain en Arauca-, sin considerarse vanguardia ni representante de ningún proceso de cambio, sino actor del mismo y tomando distancia de la inicial influencia guevarista.
Toda la historia anterior llevó al ELN a ser una guerrilla mucho más miliciana que de cuerpos de ejercito -Pablo Beltrán, el jefe de su equipo negociador del ELN lo define como “somos una guerrilla político-militar… qué hay más niveles de democracia que en un ejército y más disciplina que en un partido”-, muy desconfiada de lo institucional, reacia a cualquier participación electoral y muy proclive a las propuestas movilizacionistas de los sectores sociales y contraria a concesiones o gestos unilaterales; para ellos todos los acuerdos deben ser de tipo bilateral. Es por eso que con el ELN sería recomendable hacer siempre acuerdos por escrito y que puedan ser verificables.
El ELN es la insurgencia que históricamente fue más renuente a procesos de conversaciones con los gobiernos -fue la única que no participó en los intentos pioneros realizados durante el gobierno del presidente Belisario Betancur- y por primera vez llega a unas conversaciones en el marco de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, en buena medida jalonada por las FARC, durante el gobierno de César Gaviria, en las conversaciones de Caracas y Tlaxcala. Es a mediados de los años 90s cuando, por iniciativa propia, comienza a proponer la posibilidad de salidas concertadas con los gobiernos y empieza a plantear la Convención Nacional como una estrategia de participación social -que comienza a materializarse en el Pre-Acuerdo del Palacio de Viana en España con el Gobierno Samper y luego en la reunión con personas de la sociedad civil de Puerta del Cielo en Alemania-, estrategia que va a ser central en su propuesta y que hoy día explica porque el primer punto de la agenda es la Participación, aunque ahora ya no reivindique la Convención Nacional.
En cuanto a las fuentes, ilegales por supuesto, de financiación, el ELN siempre ha considerado el secuestro y la extorsión como mecanismos que cumplen este objetivo -paradójicamente lo consideran éticamente aceptable, aunque critiquen y se opongan éticamente al tema del narcotráfico-, lo cual plantea un desafío complejo a los gobiernos y sociedad contemporáneas que por supuesto no pueden aceptar que este grave delito tenga este tipo de justificación. Esto, sin embargo, debe ser tenido en consideración dentro de cualquier proceso de búsqueda de acuerdos.
Considero que una equivocación recurrente por parte de los Gobiernos es considerar la concertación con una guerrilla, simplemente como el resultado de un balance de poder -cuántos fusiles u hombres/arma representa, para saber qué se negocia- y en ese sentido siempre se ha dado la tendencia a considerar al ELN como una guerrilla de menor importancia y así mismo su proceso de búsqueda de acuerdos. Esto, si se repite en esta ocasión, puede ser el camino a un fracaso de estas conversaciones.
El que haya posibilidad de éxito o no de las conversaciones con el ELN depende mucho de la habilidad de los dos equipos negociadores para lograr una metodología o un sistema de participación social en el proceso -que incluya definir quiénes son los sectores que participan, en qué proporción y cuál es el alcance de esa participación-, que permitan que los eventos de participación local -que seguramente serán bastantes- que se vayan a promover, tengan claro cómo construyen sus conclusiones y hacia qué instancia se canalizan las mismas, dentro de un sistema que vaya de lo local a lo Nacional. Esto no siempre es de fácil manejo para los gobiernos, que tienen miradas muy centralistas y elitistas de la política y una cierta minimización de la importancia de la participación social y sus potencialidades. El ELN tiene el desafío de mostrar en la práctica, no sólo en lo discursivo, que es una organización cohesionada.
No es imposible llegar a acuerdos con el ELN, pero requieren de una disposición y una metodología de trabajo entre las delegaciones fluida, que asuma con seriedad a la contraparte y los temas de la agenda. Pero creo que hay una potencialidad muy importante y es que si se logra un rol protagónico de la sociedad civil, el ELN es una organización propensa a escuchar a los sectores sociales y sus propuestas, especialmente los populares, así como a la comunidad internacional.
Por lo tanto, no es un camino de rosas -con seguridad habrá varias crisis-, ni un proceso de conversaciones express, lo que vendrá con el ELN, pero tampoco es un imposible si hay decisión política de actuar con seriedad -que no puede confundirse con esperar que simplemente la contraparte diga si- y de darle la importancia que esta organización guerrillera tiene.
Seguramente varios sectores pueden preguntarse si tiene sentido gastar energías y capital político en un intento de construir acuerdos con esta insurgencia, pero frente a esto no hay duda que se debe hacer el esfuerzo y seguramente el Presidente Santos que se ha jugado a fondo con el tema, va hacer lo máximo posible en esa dirección. Ojalá igualmente lo haga el ELN.
Alejo Vargas Velásquez
Profesor Titular Universidad Nacional
Revista Sur Semana 44 del año 2016 Bogotá Colombia Número 6
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