América Latina en la "Era Trump": ¿fuera de la historia?

23/12/2016
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En 1989, el profesor universitario Francis Fukuyama, doctor en Ciencias Políticas en Harvard, despertó la atención académica por su artículo “¿El fin de la historia?” y saltó a la fama con su libro “El fin de la historia y el último hombre” (1992), al que siguieron una serie de artículos y sus últimas obras: “Los orígenes del orden político” (2011) y “Orden político y decadencia política” (2014).

 

El profesor Fukuyama fue miembro del equipo de Planeamiento Político del Departamento de Estado de los EE.UU. y está vinculado, entre otras entidades, con Rand Corporation, National Endowment for Democracy (NED), Inter-American Dialogue y The New America Foundation, instituciones que funcionan como “think-tanks” para la promoción de la democracia norteamericana, en estrechas relaciones con la CIA y las Fuerzas Armadas de los EE.UU. Últimamente Fukuyama se ha dedicado a los estudios sobre América Latina.

 

Pero las ideas de Fukuyama no son tan simples como a menudo se repite y difunde. En realidad, este profesor explícitamente es un seguidor del filósofo alemán G.W.F. Hegel (1770-1831) y del ruso Alexandre Kojève (1902-1968); y, por tanto, el término “fin de la historia”, que ocupa el centro de la concepción, no tiene que ver, en modo alguno, con una especie de paralización de ésta, sino con el supuesto de que la historia es un proceso que culmina en un estado superior de vida, que tampoco es el comunismo previsto por Karl. Marx.

 

Su visión carece de la genialidad y profundidad de Hegel, para quien la historia culmina en la conciencia y realización de la libertad alcanzada por el espíritu universal en occidente.

 

Fukuyama es un simple panegirista del sistema norteamericano, y su idea central es que, luego del derrumbe del bloque socialista, en el mundo no hay ninguna alternativa al régimen económico y político que ha triunfado en occidente, de modo que el “fin de la historia” y el paso a la “post-historia” se presenta con el arribo a un nuevo estado de la humanidad, en el cual la democracia, el liberalismo económico y político, y los valores de la cultura consumista (léase la globalización capitalista neoliberal) -a cuya vanguardia se ubican precisamente los EE.UU.- se imponen de manera definitiva, como un verdadero “Estado universal hegemónico”, según el concepto forjado por Kojève.

 

Para Fukuyama, ni las religiones militantes, ni los nacionalismos son capaces de crear alguna alternativa para este momento histórico superior y final de la humanidad, en el que únicamente será necesaria la búsqueda interminable de soluciones técnicas para la satisfacción de las exigencias de los consumidores, sostiene. Según él, tampoco se acabarán los conflictos internacionales, pues seguirán “en” y “desde” el Tercer Mundo, con países que se encuentran “empantanados” en la historia, en su prehistoria.

 

En otro artículo publicado en 1999 (“Pensando sobre el fin de la historia diez años después”), asegura: “nada de lo que ha sucedido en la política o la economía mundiales en los últimos diez años contradice, en mi opinión, la conclusión de que la democracia liberal y la economía de mercado son las únicas alternativas viables para la sociedad actual”.

 

Sin embargo, la situación se altera a raíz del triunfo de Donald Trump. En un nuevo artículo publicado por el Financial Times (11/noviembre/2016) titulado “US against the world? Trump´s America and the new global order”, Fukuyama advierte que el orden liberal está en riesgo por los “nacionalismos populistas” y las “mayorías democráticas llenas de ira y energía”.

 

Es evidente, asegura, que el triunfo de Trump, se debió a la América rural y pueblerina, junto a los trabajadores sindicalizados que han sido golpeados por la desindustrialización, y hasta el “voto culto” que anhela identidad nacional; un triunfo en la línea del Brexit en Gran Bretaña y que es previsible en Francia por el ascenso del Frente Nacional con Marine Le Pen.

 

De repente, entonces, el “fin de la historia” se ha visto afectado: Trump cuestiona el libre comercio y anuncia el retorno a la Norteamérica auténtica, blanca, interna, proteccionista, industrial; las derechas nacionalistas avanzan en Europa, resurgen China y Rusia, y despiertan aquellas clases “enojadas” contra un orden liberal que no les benefició (solo aprovechó al 1% en los EE.UU.); de modo que hay el “peligro” de que opere un cambio de la “internacional liberal” a la “internacional populista liberal”, un cambio de “era” que puede ser “tan trascendental como la caída del muro de Berlín en 1989”.

 

Si la historia de la humanidad está como ahora lo advierte Fukuyama, entonces nuestra América Latina ha tenido razón, y no las potencias de occidente, con EE.UU. a la cabeza; y, además, la región está en el verdadero camino de la historia humana.

 

A raíz del derrumbe del bloque socialista, también en América Latina parecía no haber alternativas a la globalización transnacional y neoliberal, de modo que se instalaron gobiernos que siguieron al pie de la letra el Consenso de Washington y los condicionamientos del FMI a través de las Cartas de Intención.

 

Pero ese camino cambió desde 1999 y prosiguió en los siguientes años con la sucesión de gobiernos progresistas y de nueva izquierda, en los cuales las masas “enojadas” encontraron la expresión de sus intereses, al punto que se hizo posible cuestionar el libre comercio y el neoliberalismo que, a partir de las décadas finales del siglo XX, convirtieron a América Latina en la región más inequitativa del mundo.

 

El “atentado” contra la historia (el “orden liberal”) por parte de los gobiernos progresistas, sistemáticamente ha sido enfrentado por las fuerzas opositoras a esa ruptura: el imperialismo, el capital transnacional, el empresariado de derecha, los políticos tradicionales y los medios de comunicación privados al servicio de todos estos intereses. Ninguna oposición ha sido descartada, incluyendo las estrategias de los golpes de Estado blandos.

 

Ahora, la “era Trump” (Fukuyama) bien podría servir para que en América Latina se refuercen las estrategias propias contra la globalización neoliberal puesta en jaque por los “nacionalismos populistas” en las grandes potencias, con EE.UU. a la cabeza.

 

Pero, al mismo tiempo, no desaparecen los peligros sobre la región y especialmente contra los gobiernos progresistas que aún quedan, derivados de las amenazantes posturas de Trump, que recuerdan las políticas que Theodore Roosevelt (1901-1909) tuvo para América Latina en su tiempo.

 

Así es que esa América Latina “empantanada” en su prehistoria (Fukuyama) tiene en sus poblaciones llenas de “ira, enojo y energía”, las riendas para construir otro tipo de historia, que salve a la humanidad del “fin de la historia” resumida en el orden liberal. Hasta Fukuyama es capaz de sostener: “Las élites liberales que han creado el sistema tienen que escuchar a las voces de ira fuera de las puertas y pensar en la igualdad social y la identidad como temas de primera gama que deben abordar”.

 

[22/diciembre/2016]

 

- Juan J. Paz y Miño Cepeda es historiador, investigador y articulista ecuatoriano.

 

Firmas Selectas de Prensa Latina

[http://bit.ly/2infLyE]

 

https://www.alainet.org/pt/node/182566?language=en
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