No dejarlos desgobernar
- Opinión
El 24 de marzo se conmemoró un nuevo aniversario del golpe-cívico militar de 1976, mediante el cual se entronizó en el poder una sangrienta dictadura que secuestró-desapareció 30.000 compañeros y compañeras, además de torturarlos, arrancarles los hijos y robarles los bienes a muchos de ellos. Otros tantos compañeros y compañeras cayeron en combate desigual contra las fuerzas de esa dictadura de los monopolios, uno de cuyos mentores internacionales, David Rockefeller, acaba de morir hace algunos días.
La muerte de Rockefeller, la conmemoración del 24 de marzo y el 2 de abril, día del desembarco militar en Malvinas en 1982, cuya guerra, iniciada ese día, se perdió por la incapacidad de mandos que, habiendo actuado antes en la represión interna, no supieron llevar a cabo la estrategia y las tácticas a seguir para dar batalla contra Gran Bretaña, potencia colonial apadrinada por EE.UU. y la OTAN., son signos del momento político.
Estos tres elementos se conjugan para comprender la hora que vivimos.
Rockefeller, fundador en 1973 de la Trilateral Commissión, entidad apadrinada por los magnates de EE.UU., Europa y Japón, que proclamó y llevó a cabo la ya iniciada hegemonía de los grupos económicos internacionales sobre los Estados- Naciones y estableció el “modelo neoliberal” en lo económico, la desideologización y el pragmatismo como paradigma ideario en relación con la denominada autodisolución de la URSS y los países socialistas del Este, y el tartufismo en el marco de la “real polítik´ esbozada por Henry Kissinger, tuvo en el momento de la dictadura militar a su “hombre” en la Argentina: José Alfredo Martínez de Hoz. Este personaje y su equipo de tecnócratas al servicio del gran capital monopolista modelaron una Argentina vaciada de trabajadores, empresas, metas nacionales y bienes materiales y culturales, entregados al extranjero por monedas, en el marco de la contratación de una Deuda Externa ilegal, impagable y perversa, que nos remonta a los años de la Bahring Bothers en la era cipaya rivadaviana. Hoy, los continuadores de la política entreguista de Martínez de Hoz y sus discípulos “democráticos”, fundamentalmente Carlos Menem y Domingo F. Cavallo, y luego Fernando De la Rua, presididos en lo formal por Mauricio Macri y su comparsa de agentes extranjeros, empresarios mediáticos, corporaciones económico-financieras, funcionarios judiciales y otros, van por todo el cuerpo y el alma de la Nación. El castigo a la clase trabajadora con el hambre, la superexplotación y el desempleo, la recontratación de otra perversa Deuda y el saqueo del territorio y sus recursos naturales, son algunas de sus obras de “cambio”.
Ejecutores
El brazo ejecutor de la política Rockefeller-Martínez de Hoz y sucesores, las Fuerzas Armadas y de Seguridad, hoy se hallan en la nueva disyuntiva de reprimir y contribuir al hambreamiento del pueblo y la liquidación de la nación, o de enfrentar, junto con todos los argentinos bien nacidos, al desgobierno de Macri y sus apoyaturas oficiales y “opositoras”. Las movilizaciones masivas de trabajadores industriales y demás a principios de marzo convocadas por todas las centrales sindicales del país, la de maestros y profesores, científicos y un amplio arco afín del 22 de marzo, y la contundente parada de 800.000 personas en la conmemoración y repudio a aquel 24 de marzo de 1976 son hitos importantes, no los únicos, en relación con la resistencia popular a la liquidación de la Argentina pergeñada por el macrismo. Liquidación que implica despoblamiento territorial en la Patagonia por parte de personeros de potencias extranjeras metidos a ministros, reducción del presupuesto militar para la guerra convencional con potencias ocupantes- o por ocupar- el territorio nacional- caso Malvinas- y a la par aumento del gasto militar para conducir a las Fuerzas Armadas a la represión interna; aumento del armamento y recursos técnicos y humanos de las fuerzas de Seguridad para el fin citado más arriba, que ya ha comenzado a llevarse a cabo, y paralelamente reducción del presupuesto para la Campaña Antártica, el itinerario de la Fragata Libertad, la adquisición de material bélico aéreo, naval y terrestre específico para llevar a cabo la defensa de la soberanía nacional, sumados a la feudalización de provincias como Jujuy, donde tienen prisionera a una militante popular desde hace un año sin cargos serios, y a la manipulación de la Justicia con la complicidad de funcionarios venales, son jalones en el paso del Atila local hacia el seguro despeñadero cloacal donde se dirige.
Pero esto no es todo.
Los acuerdos de la administración macrista con Gran Bretaña en cuanto a llevar a cabo acciones militares conjuntas y renunciar a la recuperación de Las Malvinas y el mar Argentino, la instalación de bases norteamericanas en Ushuaia y Misiones, el intercambio de información con un Israel alineado con EE.UU., la OTAN y toda la parafernalia bélico-científica del ‘occidente’, y el ataque a la Venezuela Bolivariana y a todo gobierno opositor a la recreación del modelo trilaterálico renovado, significan una bofetada a la soberanía popular argentina, a nuestros hermanos indolatinoamericanos y caribeños, a la integridad nacional, a los habitantes bien nacidos del país y también a los organismos armados militares y de seguridad, que el gobierno pretende reutilizar para rematar la Patria y reprimir a sus habitantes.
El ‘trapo rojo’ del que tanto hablaban los represores y torturadores de ayer en su sacrosanta lucha contra el comunismo, hoy se ha convertido en la bandera de remate de la Nación y su gente. Y no precisamente a las “hordas rojas”, sino a los saqueadores capitalistas imperiales que sin esfuerzo se apropian de lo ajeno.
El otoño del macrismo
La Argentina, según quien esto escribe, perdió dos guerras: -una contra los enemigos internos de los trabajadores y el pueblo conformados como ejército de ocupación colonial contra su propia población, a la que escarnecieron y asesinaron a mansalva sirviendo a intereses extranjeros y locales: -otra, la de la nación toda contra un país representante del capitalismo imperial depredador cuyos máximos exponentes, luego de cuasi terminado el trabajo de exterminio de los mejores hijos del pueblo por los uniformados locales, incentivaron a estos a retomar parte inalienable del territorio nacional, las Islas Malvinas y adyacentes, para luego traicionarlos y arrojarlos a la anomia. Sin doctrina, ni medios ni moral para llevar a cabo lo que siempre les correspondió: la defensa del territorio y los bienes de la Nación frente a la agresión colonial y neocolonial externa de los representantes del capital monopolista, los militares, repudiados por todo el pueblo por sus fechorías represivas, se dedicaron a enmascararse en el dolce far niente o alguna misión de policía internacional vía ONU u otra sigla.
A los 30 mil secuestrados-desaparecidos y demás asesinados durante la dictadura cívico militar y su prolegómeno, la Triple A, se le sumaron entonces, luego de la guerra de Malvinas, las 1704 bajas de las Fuerzas Armadas: 649 muertos y 1802 heridos y lisiados de guerra. El ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, algunos de cuyos muertos habían participado anteriormente en la represión contra su propio pueblo, perdieron 194, 55 y 375 hombres respectivamente, muchos de ellos aviadores que hundieron navíos enemigos. Soldados, suboficiales, oficiales, y algunos integrantes de Prefectura Naval y Gendarmería y también civiles, traicionados por los poderosos locales y sus aliados ‘internacionales’, conforman la masa de malmatados o heridos en Malvinas, que siguen ocupadas por la OTAN y Gran Bretaña en particular.
El desgobierno de Macri y compañía es el emblema de la continuidad neocolonial e imperial en nuestro país. Así como los ciudadanos comunes resisten los embates de los liquidadores de la Nación, los uniformados no estarían precisamente celebrando las andadas de los entregadores nacionales. Una pancarta de diputados de ‘Cambiemos’, todos ellos simpatizantes de la feroz dictadura cívico militar reaccionaria que enlutó la argentina de los 70 y principios de los 80, exhibió el mismo 24 de marzo la leyenda: “nunca más a la interrupción de orden democrático”. Esta leyenda tiene dos lecturas. Una, la que sostiene que es una forma de minimizar el sangriento golpe contra la ciudadanía de 1976 y desnaturalizar la lucha de los organismos de Derechos Humanos y el kirchnerismo por propiciar y llevar a cabo el castigo a los culpables. La otra, que advierte subyacentemente sobre una posible acción militar contra el ‘orden democrático’ de ‘Cambiemos’, un verdadero orden neocolonial que los uniformados, según algunos analistas y militares, no están dispuestos a apoyar en una nueva aventura represiva.
Se aproxima el 2 de abril. Macri ‘voló’ literalmente a Holanda el 24 de marzo mientras miles repudiaban una vez más a la dictadura instalada en 1976. ¿Regresará para el 2 de abril con fuerzas suficientes y suma desfachatez para asistir a los actos del día del desembarco militar argentino en Malvinas? Y si aguanta el chubasco ¿qué le deparará esa semana signada por un paro el 7 de abril llamado por todas las centrales sindicales- posterior a otro paro del 30 de marzo-arrancado por un pueblo hartado que impondrá el silencio a la máquina y emitirá el bramido de la furia? ¿Qué hará cuando un torrente de trabajadores inunde las calles de las grandes ciudades y los campos de los despojados y arrasados por el latifundismo sojero del país?
No dejarlos desgobernar. El ejemplo de San Martín y sus homólogos locales e indolatinoamericanos, que prosiguen en el tiempo en la figura del Comandante Hugo Chávez, muerto pero no muerto, es lo que moverá a unos y a otros a la acción y el sacrificio.
El viento del otoño macrista, que precede al invierno, ya está comenzando a barrer las hojas secas de la Historia.
26/3/2017
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