Ecuador: Postverdad y racionalidad política

07/04/2017
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Las elecciones ecuatorianas en segunda vuelta han tomado un giro inesperado: el candidato opositor Guillermo Lasso se niega a aceptar los resultados oficiales que dan ganador a su contendor, el oficialista Lenín Moreno, y denuncia un presunto fraude. Desde el punto de vista de un analista político, la situación bien merece nuestra atención, por sus implicancias y alcances.

 

En un análisis desapasionado, se advierte una operación mediático política de la tienda opositora que consiste en instalar un “verosímil” que señala un fraude. Para sus prosélitos, la denuncia pone en evidencia la corrupción de los organismos del Estado y, en el límite, cuestiona la legitimidad del próximo gobierno. Para sus detractores, se trata de una grosería política que no admite el más mínimo contraste con los antecedentes del caso. Estamos ante un escenario en que impera la “postverdad” y para los efectos analíticos, poco importa el “valor veritativo” de los enunciados; nos interesa conocer cómo está operando este dispositivo y develar sus objetivos mediatos e inmediatos; entendiendo que por más irresponsable, errática o caprichosa que pudiera parecer la conducta de un actor político, subyace en ella una cierta racionalidad política.

 

Para poner la cuestión en perspectiva, es bueno recordar que hace ya una década se inició en Ecuador un proyecto político progresista de caracter reformista, mesocrático y con innegables tintes populistas, encabezado por el actual mandatario Rafael Correa y que se ha dado en llamar “Revolución Ciudadana” Este proyecto de modernización desde el Estado ha debido hacer frente a estructuras de poder representadas por elites – verdadera oligarquía – sedimentadas por décadas y que ha encontrado en el rostro visible del banquero Guillermo Lasso una suerte de “liderazgo de circunstancia” ante la coyuntura electoral.

 

Recordemos que el bloque opositor es variopinto, de hecho incluye a social cristianos y social demócratas, entre otros. Su denominador común es una animadversión hacia el partido gobernante, Alianza País. En pocas palabras, el bloque opositor está unido por su “anti-correísmo” Este dato no es menor, pues en definitiva, explica cómo el “verosímil de fraude” está calibrado para deslegitimar un triunfo estrecho – demasiado estrecho – de Lenín Moreno. La operación mediático política impulsada por los opositores, busca instilar en la población el estigma de un “proceso electoral viciado o fraudulento” que disminuya el “espacio de maniobra” - tanto en el plano táctico como estratégico – de la próxima administración.

 

Desde una mirada regional, se advierten ciertas analogías con la estrategia opositora en Venezuela. No obstante, habría que advertir que más allá de cierta retórica común, el proceso político ecuatoriano posee singularidades, históricas y sociales, que lo distancian de sus homólogos bolivarianos. Por de pronto, convendría observar que la economía ecuatoriana, una economía dolarizada, presenta rasgos macroeconómicos de relativa estabilidad, algo muy distinto a la situación venezolana. La institucionalidad democrática de este país andino ha dado muestras de fortaleza en las recientes elecciones presidenciales. Finalmente, no se puede negar el arraigo popular de Alianza País, con un apoyo que supera al conjunto de opositores, después de una década en el gobierno.

 

El desafío político de Guillermo Lasso es capitalizar su “liderazgo circunstancial” e intentar mantener unidas a las fuerzas opositoras; para ello es menester prolongar, lo más posible, la polarización en la sociedad ecuatoriana. Tarea nada fácil, pues se trata de un bloque heterogéneo y volátil, tan volátil como su propia candidatura. El estado de polarización y movilización generado por el “verosímil de fraude”no se puede mantener en el mediano plazo y es más que probable la irrupción de liderazgos alternativos en el seno opositor. Los dispositivos mediático – políticos tienden a comportarse mediáticamente, esto es, conforman “públicos” en tanto mantienen la lozanía de la “seducción” y la fuerza de la novedad, es decir, de la “diferenciación marginal”, pero, ineluctablemente se trata de constructos “efímeros”

 

Desde el punto de vista del presidente electo, el panorama es complejo. El triunfo electoral de Lenín Moreno ha sido exiguo; por lo mismo, su administración debería orientarse hacia la búsqueda de consensos y alianzas. Tal como hemos señalado, la oposición es heterogénea, eso abre la posibilidad de buscar un diálogo con aquellos sectores que no se identifican, necesariamente, con Lasso o que lo han hecho solo en una crispada contienda electoral. En esta era en que impera la “postverdad”, Lenín Moreno, el “hombre de estado” y presidente del Ecuador, tiene ante sí la posibilidad de imponer la racionalidad política y fortalecer la democracia de su país, enriqueciendo su proyecto político a través del entendimiento y el diálogo con todos sus compatriotas.

 

Álvaro Cuadra es Doctor de la Université Paris-Sorbonne. Paris. Francia

https://www.alainet.org/pt/node/184662
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