Trump bombardea Siria
- Opinión
Un giro que puede cambiar la política en el Medio Oriente y el Mundo
El nuevo presidente de EE.UU. acaba de dar un gran giro político al atacar a Siria.
Cuando era candidato Donald Trump condenó la intervención de su país en Siria y dijo que, cuando llegase a la Casa Blanca, iba a colaborar con el Kremlin en la lucha conjunta contra el Daesh (Estado Islámico de Irak y Siria).
Ahora Trump ha bombardeado directamente al gobierno sirio. Obama solo atacó a grupos armados pro-Bin Laden, pero nunca al gobierno oficial de Damasco.
Su argumento es que las cosas han cambiado tras que se ha producido una masacre con gases letales, cuya autoría es atribuida a Assad, aunque él la niegue.
El ataque se ha centrado en golpear a la base aérea de Shayrat, cerca de Homs, la tercera ciudad siria en cuyas inmediaciones se produjo la matanza con sustancias venenosas prohibidas por la convención mundial de armas bioquímicas.
Al momento de escribir esta nota los buques de guerra norteamericanos Ross y Porter habrían lanzado 59 misiles Tomahawk, de los cuales unos 36 –según autoridades rusas y sirias- habrían caído fuera del blanco militar. Hasta ahora no hay un número determinado de víctimas pero la agencia Reuters y el diario británico The Guardian mencionan de al menos 9 civiles muertos, 4 de los cuales son niños.
Hillary Clinton, la saliente Secretaria de Estado y antigua rival de Trump que sacó casi 3 millones de votos más que él en las presidenciales estadounidenses, ha saludado dicho cambio y pide que se preparen ataques contra más bases de Assad.
Y, precisamente, esa había sido una de las grandes diferencias entre Trump y Clinton durante la campaña electoral.
El nuevo mandatario había asumido su cargo cuestionando la política externa que Hillary había impulsado al propiciar los ataques en Libia para cambiar al régimen nacionalista. Ahora Trump hace algo que los demócratas no se atrevieron a hacer: bombardear directamente al gobierno sirio, el cual, aunque muchos cuestionen, detenta la representación oficial internacional de Damasco en las Naciones Unidas.
El nuevo giro se da justo cuando Rusia viene de sufrir un ataque contra una estación de metro en San Petersburgo, el cual ha dejado 50 víctimas, incluyendo unos 14 muertos.
En vez de propiciar su antigua línea de hacer que Washington y Moscú se coaliguen contra el supuesto “enemigo terrorista musulmán” común, Trump lanza misiles contra el único gobierno externo que Putin defiende militarmente y con todo.
Lo acontecido se da en el contexto en que Trump llama a endurecer la política hacia Corea del Norte amenazando que si China es incapaz de doblegar a Kim, él no va a tener ningún reparo en hacerlo. Con ello la nueva administración republicana deja entrever que estaría dispuesto a contemplar un mega-ataque preventivo contra Pyongyang a fin de erradicar su arsenal nuclear, aunque el problema está en que Washington no puede conocer exactamente todas esas facilidades y los nor-coreanos, que antes han propiciados derrotas militares a EE.UU., poseen miles de bombas que pueden lanzar con sus cañones de largo alcance y misiles, muchos de los cuales pueden producir decenas o cientos de miles de muertos si son disparados al gran Seúl, donde residen unos 20 millones de sudcoreanos, al Japón o a las bases norteamericanas de Okinawa o Guam.
El ataque de Trump se da cuando él está en China queriendo presionar a su mayor rival comercial a endurecer su política ante Siria y Corea del Norte, aunque Beijing sigue sin apoyar tal tipo de acciones.
Se viene demostrando lo iluso que era cree que con Trump se abriría una etapa de paz mundial, de reconciliación con Rusia y de progresiva retirada de las tropas norteamericanas del Medio Oriente.
Si bien Trump ha prometido propiciar menos guerras que sus antecesores, su orientación lleva a más conflictos. Al querer mudar la embajada de su país en Israel de Tel Aviv a Jerusalén y al querer trastocar el acuerdo nuclear con Irán, Trump que acaba de atacar al gobierno de Siria muestra que podrá ser tan o más halcón que su predecesor.
No por casualidad el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu ha aplaudido el ataque afirmando que es una señal contra Damasco, Teherán y Pyongyang.
El Reino Unido y la oposición militar siria han saludado un ataque que Rusia condena como “violación de la ley internacional”. Los insurgentes sirios que pensaban que Washington les iba a cortar su apoyo financiero y logístico, ahora ven los sucesos como un posible punto de quiebre que podría hacer que Washington pase de aceptar darle carta blanca a Rusia para seguir protegiéndoles.
Y mientras tanto la guerra siria se complica.
Washington no quiere dejarle la vía libre a la alianza Moscú-Teherán-Damasco y no permitirá que ésta se imponga en Siria. La OTAN va a seguir apuntalando a los grupos sirios armados y financiados por ésta.
Turquía, cuyo presidente ansía ganar un referendo que le de plenos podres, ve una oportunidad para querer debilitar a los nacionalistas kurdos de Siria tan ligado a la guerrilla que el PKK hace en su propia república.
Al Qaeda y Daesh seguirán maniobrando en esa pugna para buscar evitar seguir sufriendo pérdidas y reagruparse.
Y mientras tanto, la Siria donde vivió Abraham, donde está la tumba de Juan Bautista y cuya lengua nativa era el arameo de Jesús y sus apóstoles, sigue viviendo la peor carnicería del siglo XXI. La mayoría de sus 17 millones de habitantes se encuentra refugiada, mientras que el número de muertos bordea el medio millón de personas. Alepo, la ciudad continuamente habitada más antigua del planeta, y otras urbes y monumentos históricos de la humanidad yacen en ruinas.
Esta serie de intervenciones son gasolina echada al fuego, la cual seguirá produciendo rebeliones en toda la región y nuevos atentados como los que Londres o Moscú han sufrido en los últimos días, y Estocolmo hace unos instantes.
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