La máquina de muerte nazi
- Opinión
Tan sólo un golpe de suerte basta, la virtud puede esperar, no importa tanto. Esa claridad la tuvo un hombre mediocre que buscaba saborear un triunfo en el encanto del mundo burgués. La imagen del film cuyo título es el mismo nombre: Hitler - A Career, 1977 de Joachim Fest y Christian Herrendoerfer, es un “Documental que analiza el talento para la manipulación, la psicología y la propaganda que hizo Adolf Hitler para casi conquistar el mundo”. El talento del demagogo, del encantador de serpientes que dice con tono enérgico pero modulado lo que la masa quiere escuchar y soluciona grandes preocupaciones: sus angustias, sus miedos, sus problemas económicos, etc. A las dificultades que sufre la población hay que encontrarles salida para ganar sus afectos, Hitler se las encontró. Hitler era un hombre mediocre y de escasos recursos y levantado con grandes miedos encausados en una supuesta amenaza judía.
Hitler logró construir una gran máquina de muerte. Como hombre mediocre y de bajos recursos empezó desde abajo y se hizo a lo largo de los años. Fue un soldado raso sin notoriedad. Luego salió a probar suerte en el mundo capitalino, admiraba y deseaba el mundo burgués en especial la vida bonachona. Entre sus sentimientos estuvo la paranoia, el gran miedo hacia el mundo judío, del que hizo una de sus plataformas de lucha. Es un Hitler del hombre corriente y más bien, lo reiteramos, mediocre. Entre sus dotes estaba el de gran orador enérgico, lo que llamamos un encantador de serpientes, era un gran demagogo y de ello se dio cuenta al probarse, al abrirse camino en las filas del partido político que luego cuajó en el Nacionalismo Nazi.
Como buen demagogo decía de las cosas que querían ser escuchadas por la gran masa: interpretó los miedos, las miserias de las gentes más pobres. Prometió vencer a los enemigos que infundían miedo, prometió horizontes de bienestar. Los enemigos fueron los judíos y los comunistas. El horizonte era la felicidad en un buen trabajo que garantizara calidad de vida. Por un lado se mostraba una cara de la guerra, del combate, y otra de felicidad de un mundo mejor que estaba por venir y mientras tanto bastaban los festejos, los comedores comunitarios que saciaban el hambre, apariciones constantes en plaza pública que hacían cercano al mesías salvador. Fue así como se confeccionaba ese fenómeno de muerte hitleriano llamado Nazismo, se confeccionó con pan y circo.
La propaganda fue arte y denominador común de dominio nazi.
Hitler planeaba, cuidaba cada palabra de sus discursos, sabía de los silencios que debía guardar para generar suspenso, sabía hacer entonaciones de manera tal que conectaran con la vibra de sus escuchas, de sus masas. La disciplina y el orden fueron inculcados, los desfiles a mostrar de sus ejércitos eran de hechizo geométrico, la noche era preferida para lucir la bota militar con sus antorchas, las mismas que sirvieron, en un supuesto accidente, para encender en llamas el parlamento alemán, así acallaba la voz de lo que había de democracia y de una vez concentraba más y más poder.
Hitler no estuvo solo, en las elecciones del gobierno alcanzó más del 43% de los votos, todo un pueblo lo encarnaba, era su horizonte de una vida mejor prometida. Desde niños, jóvenes y mujeres se alistaban en los ejércitos de muerte para proyectar el hombre ideal, la raza aria perfecta. Esa propaganda nazi hizo de la disciplina uno de sus valores, torrentes de hurra y aplausos iban para el gran líder, la gran bestia de la muerte. Largas filas de sus ejércitos causaban respeto en los expectantes, la geometría los hechizaba. La distancia guardada hacia el gran líder nazi creaba ese halo de misterio tan necesario para los efectos de la idolatría en quien ya tenían como a un dios.
Alivio a la paranoia fue su obsesión por la guerra, se propuso destruir al enemigo interno, toda una carnicería llevada a cabo por esa máquina sofisticada de la muerte (las cuentas son de 6 millones de judíos asesinados y 45 millones de alemanes muertos al terminar la Segunda Guerra Mundial). Esa gloria, ese horizonte de esperanza prometido se le devolvió en el reflejo de la muerte y terror de todos esos cadáveres, de esa destrucción que encontraba a su paso. Su vanagloria no soportó tanta derrota y el suicidio fue su consejero antes que caer preso por los ejércitos victoriosos de los británicos, de los estadounidenses y de los rusos.
La lección aprendida no nos deja bien librados. La bestia asesina no surgió de la nada ni en un antes, ni durante ni en un después, fue gestada, alimentada por un pueblo multitudinario que pagaba con aplausos, hurras y con su presencia masiva en la plaza pública a ese ser paranoico henchido de poder que prometió un horizonte de bienestar y declaratoria de muerte a sus enemigos. El demagogo dice lo que el pueblo quería escuchar, el mismo se hacía sentir cercano a los otros para poder convencer. Conviene entonces abrir bien los ojos y nuestro cerebro para sacar a ese fascista que hay en cada uno de nosotros. Esos facilismos que endosamos a los otros creyendo que resolverán los problemas, nuestros problemas, son las preferentes dictaduras y el rechazo por las democracias que en el mundo moderno cada vez toman más fuerza y ponen en peligro lo poco que hay de derechos civiles ganados, acaba de suceder en Francia con el menos malo y derechista Macron.
Hoy más que nunca vivimos la política del engaño, en las elecciones gana quien encarna los antivalores, quienes hacen de la mentira un arma, un instrumento para destruir a sus enemigos, su principio es el todo vale. Las campañas se han dado cuenta del alto valor de la desinformación, tienen gran capacidad para meterse en los tabloides, en la gran prensa, pues consideran que los medios son malvados y perezosos. La mentira es más rentable, la idea es distorsionar la verdad, ellos son expertos en la traición, explotar el odio de las masas y dirigirlo hacia el opositor asegura la estrategia ganadora y favorece los intereses de las gentes más adineradas. La moral y la ética son desechadas, y quienes la practican son considerados tontos.
Allí la psicología de masas es usada para manipular a las gentes que son idiotizadas. El principio oscuro y sucio del marketing político es el todo se vende y todo se compra, todo se negocia. Mentir y mentir, negar y negar es su brújula, mientras más confundas mejor, echar mano de la rabia de los resentidos del Sistema, coger la furia de los votantes y usarla a favor, el odio mueve más que el amor, esto aconseja el famoso asesor norteamericano Roger Stone de quien se dice llevó a Trump a la presidencia. Para ellos el sistema político es un pozo ciego, sucio y oscuro. Construyen, fabrican un candidato para gusto de las mayorías igual a como se hace con cualquier producto del mercado.
Mauricio Castaño H.
Historiador
Colombia Kritica
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