Situación desastrosa sin solución a la vista

06/07/2017
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La situación de nuestro país se asemeja a las series que sustituyeron a las ridículas telenovelas, pero con similitudes, sobre todo porque las temporadas se van multiplicando para mantener a ese público cautivo que ansía ver qué sigue. Aquí pasan cosas malas, graves, gravísimas y habría que inventar otro superlativo para describirlas.

 

Un sector de la población se encuentra en permanente peligro: de deslaves, de sufrir atentados, de ser víctima de extorsiones y de las acciones de los sicarios, de asaltos violentos. Otra parte de la ciudadanía debe enfrentar a diario el riesgo de transitar por las calles y las carreteras, en donde la señalización debería ser ¡cuidado, peligro de muerte!, debido a los derrumbes, los hundimientos o los barrancos que hay que sortear en el trayecto, además de la irresponsabilidad de conductores de todo tipo que incrementan las numerosas contingencias.

 

El mercado de la terminal, un espacio importante para el comercio, está totalmente vulnerable, la posibilidad de incendios y otros factores de riesgo determinan que muchos hogares no logren obtener sus medios de subsistencia y otros no puedan adquirir productos a precios accesibles.

 

La ciudadanía que supuestamente está en libertad y que tiene condiciones económicas medianamente aceptables vive rodeada de cuerpos de seguridad, garitas, alarmas y toda clase de prevenciones para intentar resguardarse de la inseguridad que, a pesar de las cifras reportadas por las autoridades que muestran un decrecimiento de los crímenes, a diario se reportan muertes violentas en casi todos los sectores y en la mayoría de los departamentos.

 

Las alertas sobre la situación en que se encuentra el sistema penitenciario han sido permanentes, casi como los diagnósticos del estado del país, que muestran las enormes desigualdades que tienen a las mayorías en absoluto abandono y en condición de supervivencia, pero que poco se informa de esta tragedia, pues, como siempre ha sido así, nadie tiene interés ni sensibilidad porque sea la prioridad de las administraciones de turno; en fin, que pobres y miserables han sido por generaciones.

 

El capítulo de la corrupción y la impunidad siguen desarrollándose, dada su alta importancia y el interés que generan en círculos de opinión. Es indispensable, efectivamente, que se continúe con esa batalla en contra de quienes han saqueado al Estado y siguen, sin temor, haciendo negocios a costa de las arcas públicas. Este fenómeno que cobró notoriedad cuando se mostraron los alcances que tuvo y los involucrados en el mismo, no es de nuestra exclusividad, pero las descaradas, constantes y descomunales acciones de los ambiciosos criminales nos destacan en relación a lo que ocurre en otros países, como también, afortunadamente, la persecución sin tregua que se ha impulsado desde la Comisión Internacional contra la Impunidad y el Ministerio Público en contra de élites delincuenciales.

 

La impunidad, otro cáncer que nos carcome, no ha podido ser eliminada. Se reconoce por los expertos que ha sido muy leve y lenta la mejoría.

 

Pero, entre todo, la alarma en rojo que debemos atender es la encendida en el sistema penitenciario. Se expresa en las frecuentes fugas y amotinamientos. Más de 16 reos y muchos elementos de la PNC han muerto. Es particularmente alarmante que los amotinamientos se presenten en el Centro Correccional para Menores, con resultados trágicos.

 

La peor noticia es que no hay autoridad que asuma, ni gobierno que tome decisiones. Vamos a la deriva.

 

PD. Mi solidaridad con mis colegas Miguel Ángel Alvizúrez, Marielos Monzón e Iduvina Hernández.

 

Guatemala, 6 de julio de 2017.

 

- Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, es directora de la Agencia CERIGUA

 

https://www.alainet.org/pt/node/186636
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