Argentina: cuando el odio entra en campaña

11/07/2017
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Foto: CELAG
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Génesis del odio: Yegua

 

El origen del odio al kirchnerismo no fue claro. Sin embargo, pueden rastrearse sus comienzos en los comentarios que se dejaban en los espacios virtuales de los diarios de mayor circulación, Clarín y La Nación. El odio fue in crescendo y quedó al descubierto en las proclamas de los “cacerolazos” –llevados adelante por sectores medios y altos- durante el gobierno kirchnerista. Allí los carteles que llevaban los “caceroleros” decían “yegua”, “¡no te vayas con Chávez! Andáte con…chuda” o “histérica” entre otros. Lo que evidenciaban los mensajes era que el foco estaba puesto en su condición de mujer, “quién se cree que es (una mujer) para hablar por cadena nacional, para cortarme la novela o el fútbol, o bien para ostentar poder” eran algunos de los imaginarios reinantes. Una mujer electa presidenta en dos oportunidades consecutivas incomodaba bastante, tanto por su condición, como por sus políticas.

 

Militantes de las redes

 

La disputa por la Ley de Medios que el kirchnerismo presentó ante el Congreso significó el punto más álgido de virulencia mediática, el cual encontraría en las redes sociales un terreno fértil para hacer circular sus discursos de odio. Las frases agresivas sobre los proyectos clave de la gestión anterior, como las leyes de identidad de género o actos emblemáticos en defensa de los Derechos Humanos, fueron impugnadas y criticadas anónimamente desde las redes.

 

Poco a poco comenzó a instalarse una reprobación hacia la militancia, a la que se tildó de ociosa, de fanáticos o de “ñoquis”. El mejor ejemplo del odio hacia la militancia fue expresado por Maia Ferrua[1], ex funcionaria del Ministerio de Modernización, quien se burló en redes sociales del femicidio de Micaela García, militante del Movimiento Evita, una agrupación vinculada a la anterior gestión.

 

Los actos multitudinarios fueron criticados con repugnancia. Primero por la asociación de pobreza e ignorancia. Se buscó deshumanizar a los y las participantes, que eran presentados como “ganado”. Luego, fueron vinculados con oportunistas que “participaban por el chori y por la coca” o “se embarazan para cobrar un plan”. El periódico Clarín en 2009, titulaba: “La fábrica de hijos: conciben en serie y obtienen una mejor pensión del Estado” para referirse a las mujeres de bajos recursos que perciben el beneficio de madre de 7 hijos [2]. Finalmente todo se redujo a su condición social, a su estética o a su color de piel: “por negros” y “kukas, que no quieren trabajar”.

 

Construyendo enemigos

 

La llegada al poder de Cambiemos tuvo como principal plataforma de campaña las redes sociales, con un discurso estructurado sobre el ataque al gobierno anterior. Se lo tildó de populista y despilfarrador. Un conjunto de promesas de Cambiemos sostenían que “el cambio” mantendría la mayoría de los beneficios que el gobierno anterior había otorgado, es decir que la re-estructuración no conllevaría despidos y devaluación. Que la inflación bajaría, que mantendrían el presupuesto para la ciencia, que se “llegaría” a la pobreza cero y, a la vez, que se eliminaría el impuesto a las ganancias. Como sabemos, todas promesas incumplidas con agravamiento de indicadores sociales negativos.

 

Los buenos augurios, sumados a una campaña colorida y desideologizada, lograron atraer al votante apuntando al individuo en lugar del colectivo. Sin lugar a dudas parte de las clases medias que recuperaron su poder adquisitivo gracias al consumo promovido por el kirchnerismo fueron sensibles a un hastío producido y reproducido por los medios. Los mismos sectores que en la crisis del 2001 cantaban “piquete y cacerola, la lucha es una sola” disolvieron su solidaridad tras haber recuperado su poder adquisitivo y afirmarse en nuevas expectativas de consumo. Comenzó a instalarse una nueva subjetividad que hizo posible que el derecho del peatón a transitar por las calles sea más importante que cualquier otro derecho (laboral o social) vulnerado. La apelación del macrismo a una nueva subjetividad consumista, ecologista y New Age no se corresponde con la tradicional derecha culta y de élite argentina, sino con un nuevo sentido común de las capas medias que ponen –paradójicamente- sus intereses y esperanzas en el macrismo.

 

El macrismo desde el gobierno encontró en la figura de CFK a la responsable directa e indirecta de todos los males. Toda explicación del ajuste neoliberal del macrismo es justificado a partir de la figura de la ex mandataria, o algo tan etéreo e intangible como “la pesada herencia”. Así, la falta de inversiones, la toma de deuda o los despidos son efectuados con nula responsabilidad gubernamental o política.

 

Derechos y humanos

 

En 2014, cuando todavía gobernaba la capital porteña, Macri afirmó que de resultar electo presidente acabaría con “el curro de los Derechos Humanos” -probablemente se trate de la única promesa que intentó cumplir-. El gobierno de Cambiemos significó una reactualización de la teoría de los dos demonios e intentó desmantelar el consenso social en torno al genocidio perpetrado por la última dictadura militar. Distintos funcionarios han puesto en duda el número de desaparecidos, cuestionado a las referentes y activistas -madres o abuelas de Plaza de Mayo-. Sin ir más lejos, el pasado 24 de marzo, aniversario número 41 del último golpe de Estado, las redes sociales comenzaron a difundir una imagen de algunos diputados oficialistas posando con un cartel que rezaba “Nunca más a los negocios con los derechos humanos”. En el plano internacional, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la diplomacia internacional han denunciado la arbitraria detención de Milagro Sala, quién ya lleva más de un año privada de su libertad. Ese odio construido en relación a la militancia y hacia los sectores populares se articula en la figura de Milagro Sala, mujer, con rasgos indígenas y dirigente social.

 

Ajuste y represión

 

Mauricio Macri asumió en diciembre de 2015. El 29 de enero de 2016, entre 85 y 100 jóvenes de la murga “Los Auténticos Reyes del Ritmo” ensayaban en la villa 1.11.14 cuando se presentó la Policía Federal y la Gendarmería Nacional. Dispararon balas de goma. Siete personas resultaron heridas, entre ellos tres menores de edad. Recientemente, once gendarmes fueron citados a declarar por el incumplimiento de sus deberes y el ejercicio de violencia injustificada. Nahuel Berguier, abogado de una de las víctimas afirmó que “pasada la primera vuelta electoral de 2015, comenzó a imperar en las fuerzas de seguridad un clima de revancha, que se denotó en el aumento inmediato de las denuncias de violencia institucional, las razzias, las vejaciones. Es un discurso que se elabora y promueve desde el gobierno, siendo replicado en el accionar de las estructuras intermedias y en los bajos rangos de las fuerzas de seguridad. Hay que recordar que después del hecho, salió Bullrich a reivindicar la actuación de estos agentes, y hasta se sacó fotos con ellos” [3].

 

Protesta social

 

Julieta Quirós, antropóloga y especialista en organizaciones sociales y sus métodos de protesta, considera que la versión oficial de Cambiemos ha reeditado la imagen estigmatizante de la protesta social, haciendo hincapié en ‘los métodos’ de la protesta o sus efectos colaterales. “Esa operación de demonización e irracionalización de la protesta es condición de posibilidad para la represión” [4], sostiene Quirós. Así, fueron justificadas las represiones a docentes, manteros, extranjeros, pueblos originarios, mujeres, estudiantes, trabajadores, sindicalistas o artistas.

 

Mientras parte de la política de derechos humanos de la gestión kirchnerista fue reservar la represión para una última instancia, un sentido común progresista veía con beneplácito esta postura. En los últimos tiempos, este sentido común se trastocó y desde los medios se fogoneó el hastío a el “caos” de la protesta. La empatía con el manifestante fue dejada a un lado y la primera plana de los periódicos o las imágenes en programas de TV se la llevaba el caos del tráfico en la ciudad.

 

Desde la asunción de Macri cuatro gremios fueron intervenidos, lo que representa una clara confrontación con el sector sindical en un contexto de caída del salario real, inflación y despidos masivos. A menos de dos meses para las elecciones legislativas de agosto de 2017, es el propio presidente el que instó al jefe de gobierno porteño de Cambiemos, Horacio Rodríguez Larreta, a reprimir una protesta social. Precisamente porque desde el laboratorio de Durán Barba –principal asesor político del macrismo- estimaron que el rédito sería mayor al perjuicio que la represión suponía. El 28 de junio, manifestantes –en su mayoría cooperativistas- cortaron la avenida 9 de Julio en las puertas del Ministerio de Desarrollo Social. No se trataba de desestabilizadores sino de referentes de distintas organizaciones sociales que buscaban mediante este método obtener visibilización para negociar unas medidas concretas, las cuales habían expuesto sin éxito ante la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley. Los reclamos incluían tarifas diferenciales para las empresas recuperadas, sostener los emprendimientos de las cooperativas frente al creciente desempleo y la declaración de la emergencia alimentaria.

 

Tal vez lo más grave sea que las escenas de policías de civil arrastrando de los pelos a manifestantes, cooperativistas o desocupados no generaron un repudio masivo. Por el contrario, vastos sectores de la sociedad aprobaron o justificaron el accionar policial priorizando su interés individual a transitar la ciudad sin ser demorados. Estas escenas ya se evidenciaron en la represión a docentes ante el intento de instalar una carpa itinerante frente al Congreso -un domingo, sin daños colaterales a transeúntes- luego de reiterados paros. El método de la huelga fue impugnado por un discurso que consideraba que no era el método adecuado. En vísperas electorales y gracias a la movilización, miles de docentes obtuvieron al fin un aumento del 24%.

 

El rechazo y el odio en marcha

 

El odio está en marcha. La construcción del odio, del rechazo y del hastío –promovida desde Cambiemos- busca reorganizar el campo político e impactar en las próximas elecciones. Allí se enfrentan dos liderazgos que necesitan consolidarse electoralmente: Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner. El quid de la cuestión parece apuntar a la exPresidenta y a un electorado que está en proceso de redefinición cultural y, parte de éste, asediado por las malas condiciones económicas.

 

Notas

 

[1] http://www.politicargentina.com/notas/201704/20385-echaron-a-la-funcionaria-pro-que-se-burlo-del-asesinato-de-micaela-garcia.html

 

[2]https://www.clarin.com/ultimo-momento/fabrica-hijos-conciben-serie-obtienen-mejor-pension_0_Sk6l6QqCTFx.html

 

[3] http://www.agenciapacourondo.com.ar/violencia-institucional/represion-murga-en-el-bajo-flores-citan-indagatoria-gendarmes-implicados

 

[4] http://www.revistaanfibia.com/cronica/codigos-de-la-calle/

 

Bárbara Ester

Investigadora CELAG

@barbaraestereo

 

Fuente: http://www.celag.org/argentina-cuando-el-odio-entra-en-campana/

 

 

 

 

https://www.alainet.org/pt/node/186724?language=en
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