La filosofía, la educación y el rescate de los valores (XI)
- Opinión
11ª parte
En buena medida el “encajonamiento” de Althusser y Foucault dentro de los estructuralistas fue sin su consentimiento. Ambos impugnaron la codificación de su pensamiento dentro de tal corriente. Solo Lévi-Strauss lo formalizó, en reflexión explícita sobre el estructuralismo como método. En la práctica son enfoques subjetivistas en un afán de encontrar nueva orientación para la investigación, que se construya en base a correlaciones efectivas entre diversas partes de las disciplinas involucradas.
La escuela en boga mucho debe a los pensadores de todos los tiempos. Se concentra el reconocimiento en los estructuralistas, que en el caso latinoamericano y caribeño se enriquece, a partir de Freyre con diversos investigadores sociales que expusieron sus tesis, buscando que estas surgieran desde lo local, como ocurrió en México con Horacio Flores de la Peña, Fernando Carmona, Ifigenia Martínez, Alonso Aguilar Monteverde junto a múltiples pedagogos que durante el S. XX y de generaciones más recientes, que siguiendo la pauta de nuestros maestros, continuamos en la búsqueda de soluciones que sin ser privativas de escenarios locales, atiendan a los requerimientos crecientes de una población que se mueve entre la pobreza y la miseria, con condiciones alarmantes de abandono en cuanto a salud y educación para todos, buscando condiciones de equidad primero y de ahí evolucionar a la igualdad y solidaridad social.
México es apenas un impulso local, con tenencias a integrarse al estructuralismo latinoamericano y caribeño. Este contabiliza, describe y examina a uno de los más fértiles procesos en las ciencias sociales del siglo XX (economía, antropología y educación), que mereció gran circulación y asentimiento entre expertos, interesando a encargados de políticas públicas con influencia en ellos, y en todos los interesados en el desarrollo económico, social y político de la región, partiendo de tareas conjuntas realizadas en la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe (CEPAL) desde las épocas en que participábamos a nombre de nuestros países y el comando allí estaba en manos de uno de los más connotados científicos sociales: Raúl Prebisch.
Análisis muestran (Octavio Rodríguez 2010) que los estructuralistas latinoamericanos comparten ciertas posiciones metodológicas, tomando esencialmente en consideración características reales de las situaciones que se analizan, antecedentes históricos descollados, en oposición a un análisis partiendo de postulados generales y abstractos cuya aplicabilidad se presume independiente del lugar, la época y la historia. El método estructuralista demanda laboriosas consideraciones sobre el contexto y precedentes del problema específico que se observa. Este impacta en la vida toda de un país y de modo específico en su proceso educativo. Ver: https://www.cepal.org/es/publicaciones/1952-estructuralismo-latinoamericano
Por aquellas décadas de los 50 y 60s del S. XX, científicos sociales de la Región –los mencionados y otros más- desarrollaban desde diversas concepciones, la Teoría de la Dependencia, que se presentaba como puerta al desarrollo regional económico, político y social, basado en cambios sustanciales de la forma de atender los requerimientos de los pueblos y comunidades de la Región, siempre en base al enfoque metodológico desarrollado dentro de la CEPAL. Prebisch, a quien se deben contribuciones de gran importancia en la teoría del desarrollo económico, hizo aportes relevantes en temas de orden social. Autores tan diversos como Celso Furtado, Fajnzylber, Theotonio dos Santos y Medina Echavarría lo utilizaron y consolidaron su desarrollo. Este rumbo estricto, como otros señalados en economía, educación y otras ciencias, surge de apoyos libres, sin coordinación previa, fructificando en un desarrollo en cascada, entre numerosos científicos sociales.
Factor de consideración fue la guerra fría que ponía en evidencia el desarrollo de la URSS mediante el -primer intento de manejar racionalmente una experiencia de desarrollo económico a través de la planificación estatal centralizada- (Primer Plan Quinquenal-1929) que en calidad de instrumento revolucionario, definió su crecimiento económico y social, adoptado en buena parte por la Revolución Mexicana, después por el Estado Hindú, completamente por la República Popular China y las repúblicas populares de Europa Oriental. Ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Plan_Sexenal
El pensamiento marxista no escapaba, sin embargo, de ese esquema general de raciocinio. Para Marx, la modernidad se identificaba con la revolución democrático-burguesa, versión clasista e histórica de un modelo cuyas pretensiones universales derivaban de su origen de clase: la ideología burguesa. Los pensadores no críticos aceptaban su sociedad como la Sociedad, forma final e ideal de sociedad en general. Para Marx, representaba solo un periodo del desarrollo global de la humanidad. Marx tuvo simpatía por la tesis populista de que Rusia tendría un camino propio —comunidades rurales o MIR ruso— para ir al socialismo, sin transitar por el capitalismo. Empero, ni él ni Engels construyeron puntual y plenamente la idea teórica de soporte general a tal ruta de desarrollo socialista.
La Revolución rusa complicó la explicación de cómo surgiría el socialismo como nuevo régimen político y económico, con componentes propios de un modo de producción diferente, dentro de una sociedad que no maduró la revolución burguesa ni se movía en la modernización. Su influjo impactó, desde la Segunda Guerra Mundial, en varias partes del mundo no desarrollado, que buscó realizar esa modernización, que las burguesías colonizadas y dependientes –por lo general inexistentes en esos países- no habían alcanzado.
Esta modernización buscaba consumarse bajo la dirección de la clase obrera y su partido, acorde a la ideología de los regímenes de "democracia popular" en el poder. Lo grave era que en la mayoría de esos países, no había una clase obrera que condujese tal proceso político, económico y social, menos una industria que apoyara la producción postcapitalista. Los regímenes de transición al socialismo buscaban combinar su economía estatal -en parte socialista- con el mercado y formas de producción anteriores. Problemática que el pensamiento dialéctico aspiraba descifrar.
En el fondo, el estalinismo había sido un revés a la dialéctica marxista-hegeliana. Se apoyaba más en el positivismo al tornar el régimen soviético en un modelo magistral a practicar por los nuevos regímenes revolucionarios. Sus fundamentos eran: crecimiento económico apoyado en la industrialización de base, subsidiariamente, en la industria de bienes de consumo; partido único o coalición de partidos democrático-populares controlados por el Partido Comunista; reforma agraria y repartición del ingreso que apuntalara mayor igualdad social; cultura popular que valorara el folklore, las expresiones del trabajo y la construcción del socialismo.
Como tales postulados no se daban en el llamado Tercer Mundo se deseaba que, en la mayor parte de esos países, se concluyera la revolución burguesa, con participación de los partidos comunistas. China, Corea, Vietnam y Cuba –en su momento- rompieron tal principio, provocando crisis en el estalinismo y una intensa discusión en el campo marxista. Ver: https://juanjolouthar.wordpress.com/2014/05/29/la-permanencia-del-sistem...
Paul Baran (1957) probó que la gestión socialista del excedente económico de las economías subdesarrolladas garantizaba una mejor distribución de renta junto a un crecimiento económico más rápido y equilibrado. Los modelos soviético, yugoslavo (que no incorporó varios atributos del primero), el chino, que partía de condiciones económicas nuevas y finalmente, el cubano y el argelino se convirtieron en materia de estudio para una concepción socialista más plena y compleja, constituyéndose en nuevas proposiciones de gestión socialista del desarrollo económico. Diversos grupos buscaron convertir estas experiencias históricas en "modelos" aparentemente superiores de transición al socialismo, convirtiéndolo en un ejercicio intelectual importante pero más futuro que alentar el debate sobre el socialismo como transición de un capitalismo subdesarrollado y dependiente hacia un nuevo modo de producción post capitalista. La dificultad del debate se veía agravada por el hecho de que tales regímenes se establecían en una economía mundial capitalista. La propia URSS no podía desarrollarse según su voluntad y estaba obligada a condicionar su desarrollo a las exigencias de la guerra fría impuesta por Estados Unidos. El desenlace es bien conocido, con la disolución de la URSS y la conformación de la economía globalizada. Ver: https://es.scribd.com/document/294068796/Paul-Baran-La-economia-politica...
Hasta antes de Baran la visión del subdesarrollo era de ausencia de desarrollo. El "atraso" se explicaba por las trabas que en ellos existían para su pleno desarrollo y modernización. Para la década de los 60 del S. XX, estas tesis pierden notabilidad por la incapacidad del capitalismo de repetir experiencias triunfantes de desarrollo en sus ex colonias, sobre todo en las que iniciaban su independencia a partir de la 2ª Guerra Mundial. Aun países que presentaban tasas de crecimiento económico bastante elevadas, como Los países latinoamericanos y Caribeños, cuya independencia política se logró a principios del siglo XIX, tampoco salían a flote debido a la hondura de su dependencia económica, política y social de la economía transnacionalizada. Su crecimiento económico –a veces considerable- solo acentuaba la concentración de la riqueza en unos cuantos, acumulando miseria, analfabetismo y condiciones de salud y educación que crea amanuenses para los capitales provenientes del exterior. Urgía avanzar en caminos de análisis con los pies en la realidad local. (Continuará)
Puebla, Pue.-1º - Oct. – 2017
Correo electrónico: v_barcelo@hotmail.com
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