¿La Región en ruta al desarrollo sustentable? (III)
- Opinión
3ª parte
Los acontecimientos climatológicos que se suceden por todo el Planeta, se van recrudeciendo conforme los esfuerzos por países y regiones no logran llegar siquiera al mínimo de acciones para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, considerados en la Agenda 2030. Dicha Agenda será revisada en el 2018 durante la 2ª Reunión de su Mesa Directiva en Panamá, junto con el X Foro Ministerial para el Desarrollo de América Latina y el Caribe, convocado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En la región latinoamericana y caribeña, las acciones a favor de la naturaleza tienen ligeros avances, como hemos visto. Es lenta tal mejora porque su economía sigue atada a los petrodólares –aprobados en negociación E.U.- Saudi Arabia- sin prontas posibilidades de cambiar o usar yuanes, muy a pesar de la capacidad de China para comprar todo lo que producimos, pagado con yuanes -que están respaldados por oro-. E.U. ya no puede respaldar su dólar en oro, pero mantiene el control de la Región a base de sus transnacionales y el sobreviviente “consenso de Washington” que llevó a comprar y vender petróleo en dólares o de lo contrario habría represalias. Ahora se basa su presión en el respaldo de los principales productores de petróleo en el mundo, salvo Venezuela que mantiene cierta autonomía en tal sentido.
Libia e Irak se atrevieron a desafiar al petrodólar y vendieron en euros; el resultado fue una terrible conspiración que terminó con los gobiernos que estaban mejorando notablemente las condiciones de vida de sus ciudadanos, llevando incluso, a sus líderes, –Omar Kadaffi y Shadam Hussein, en cada caso- al sacrificio de sus vidas. Sus pueblos siguen envueltos en conflictos locales, como medida para mantener la hegemonía de los estadounidenses sobre el Medio Oriente, donde entran en juego otros asuntos en que sobresalen: el rompimiento del acuerdo E.U.-Irán sobre temas nucleares -impulsado por el Sr. Trump- y la búsqueda de la conservación del control de la Comunidad Europea. Ver: https://mundo.sputniknews.com/radio_telescopio/201710121073093583-iran-acuerdo-nuclear/
Hemos visto en otras oportunidades que la economía China crece vigorosamente y como superpotencia puede afrontar un ataque estadounidense de cualesquiera naturalezas. Incluso, en reunión del 4-Nov-2017, Moscú y Pekín conversan sobre ampliar el acuerdo trienal de swap de divisas nacionales (rublos vs yuanes), con valor de 25.000 millones de Dls. Paralelamente China compra todo lo que Rusia requiere vender, ante las sanciones que se le aplican y aplicarán; por su lado, ofrece China a Irán –sancionada también y acosada en su integridad territorial- comprarle, en yuanes –petróleo, gas natural y otros-. Las dos naciones podrán convertirlos en oro, cuando así lo deseen, ante el respaldo comprobable de China a su moneda, ahora divisa internacional en crecimiento. Ver:
http://www.hispantv.com/noticias/economia/358543/rusia-china-comercio-rublo-yuan-swap
La caída del petrodólar está en ruta. Tal proceso se inició en el 2000, cuando China se integró a la Organización Mundial de Comercio (OMC), ámbito en que tendrán que dilucidarse algunas de las desavenencias en la renegociación del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) que, tras 22 años de vigencia e importantes beneficios para las trasnacionales involucradas, se realiza con sobresaltos mediáticos provocados por el Sr. Trump, en su manera abrupta de plantear temas de alto impacto. Ver: http://www.excelsior.com.mx/nacional/2017/08/31/1185406
Por tanto, los avances en la aplicación de las medidas acordadas para afrontar el avance hacia una economía sustentable o sostenible en la Región es atendida a diversos pasos, según las condiciones internas y externas de cada país. Las internas se relacionan con la ruta escogida por sus gobiernos y hacia donde tienden sus políticas de desarrollo.
Tales políticas pueden estar estratégicamente atadas cien por ciento a los dictados de la economía globalizada, atendiendo las normas de los organismos financieros internacionales que les encausan a servir de mercado a las transnacionales interesadas en el avasallamiento de la producción y el mercado locales. En esta circunstancia –con matices a percibir en cada caso- se encuentran la mayoría de las naciones de la Región.
La crisis de la deuda externa, pretexto para el control pleno de nuestras economías se intensificó en 1982 llevando al fin del modelo de sustitución de importaciones en América Latina y el Caribe, así como su cruce hacia el modelo neoliberal. Fueron las dictaduras militares que se implantaron en los setentas del S. XX, en diversos países de Centroamérica y en prácticamente todos los del Cono Sur, quienes impulsaron su propagación en la Región. México y después otras naciones, se reconocieron sin capacidad de cubrir el servicio de sus deudas, dándose por vencidas ante las normas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y con los bancos trasnacionales acreedores cerrando válvulas del crédito.
Hasta esa fecha, una mayoría de gobiernos regionales -salvo dictaduras del Cono Sur- oponían resistencia para renunciar a sus modelos de desarrollo, que crecían poco o mucho, pero orientados al mercado interno. Sin duda los sistemas productivos estaban trasnacionalizados desde finales de los sesenta, afectando la conformación de los centros de poder nacionales, pero sus gobiernos por lo general continuaban ligados al modelo de acumulación, basado en la sustitución de importaciones.
La “gran crisis” que afectó a todo el sistema capitalista desde finales de los sesenta –como dijimos- se buscó neutralizarla en los países mayores de la Región, acentuando la intervención del estado en la economía y, por supuesto, en el manejo de la deuda externa. Gobiernos y grandes empresas privadas entraron a la pista del endeudamiento internacional, que ya mostraba estragos, pero que era alimentada con la instauración y propagación del eurodólar como divisa del mercado mundial.
La estrategia de desarrollo volteó hacia el neoliberalismo. La aplicación en la región de políticas monetarias y fiscales restrictivas (1983-1989) se hizo razón de ser de la vida económica de cada país, en lo particular y de todos en conjunto. El crédito externo fue cancelado por los bancos transnacionales, lo que no detuvo pagar el servicio de las deudas, bajo el guion imperativo aplicado por el FMI y admitido “de mil amores” por las elites de cada nación, omisas en considerar que llevaría al estancamiento económico, configurándose así la denominada década perdida de los ochenta, caracterizada por una inflación “inercial”, misma que llevó a encausar los rumbos productivos hacia el mercado exterior para, a través de exportaciones, conseguir divisas que los bancos transnacionales ya no prestaban.
Como por arte de magia surge una fórmula para enfrentar la restricción monetaria y el déficit financiero cero, en las finanzas públicas: el “Consenso de Washington” que se basó: en el empleo de programas de estabilización “cismáticos”, fundamentados en políticas de ingresos y el uso del tipo de cambio como “ancla” de la inflación; en renegociar la deuda externa bajo los parámetros del Plan Brady, que consistía en una reducción poco significativa del principal y los intereses, una reconversión de la deuda pendiente, en bonos a venderse en el mercado secundario; y la “joya de la corona”: la apertura de la cuenta de capitales, que integró la Región a la globalización financiera, alimentada e impulsada por el capital monopolista-financiero de los centros económicos, fundamentalmente el anglosajón.
Argentina, Brasil y México junto a otros países latinoamericanos y caribeños, encausaron sus empeños en imponer las políticas del “Consenso”, como una obra proyectada para todos. Cada país, sin salirse del libreto, creo sus mecanismos propios. México (1988-1994) aplicó el Pacto de Solidaridad Económica, basado en el control de precios y salarios y en la utilización del tipo de cambio, como ancla antiinflacionaria, logrando disminuir la inflación de tres dígitos a uno solo. El país fue el 1º en la Región firmando el Plan Brady y decretando la apertura de la cuenta de capitales; acelerando y profundizando un amplio programa de privatizaciones de empresas estatales, cuyas consecuencias merecen análisis en otro contexto.
En los noventa (1994) entró en vigor el Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN). Con él México “institucionalizó” la reforma neoliberal y encadenó la economía mexicana al ritmo y curso de la estadounidense. Brasil hizo lo mismo, ya con gobiernos civiles en el poder. Las medidas adoptadas se ajustaron plenamente a los parámetros del Consenso de Washington. La reforma neoliberal tuvo su impulso en la década de los noventa (1990-1992), acelerándose la desgravación arancelaria, eliminando prácticamente los permisos a la importación e iniciando la privatización de empresas públicas. En 1994 se consolidó la reforma: se renegoció la deuda externa (Plan Brady) se creo el Plan Real, basado en el control del tipo de cambio y en una política de ingresos. La inflación se redujo de 42 por ciento en 1994 a 1.8 por ciento en 1998. La tarea estabilizadora fue factible por el abundante ingreso de capitales del exterior. Posteriormente (1995-2003) se aceleró el programa de privatizaciones (petróleo, bancos y telecomunicaciones). En la década de los noventa, la mayoría de los países latinoamericanos consolidaron las bases del modelo neoliberal.
La pieza clave de la reforma fue la apertura de la cuenta de capitales. Mediante ella cobra vigencia el “régimen de acumulación con dominación financiera” (RADF), impulsado por el capital monopolista-financiero de los principales centros capitalistas. Se acepta por diversos analistas que la reacción del capital -su fracción dominante el monopolista-financiero- ante la crisis, fue la de contrarrestar la baja en la tasa de ganancia, mediante el neoliberalismo, en el que se ligan diversos procesos entretejidos: ofensiva generalizada del capital contra el trabajo y el estado del bienestar; globalización económica y comercial, que implica la liberalización de intercambios e impulso de acuerdos de libre comercio; desregulación de mercados de bienes y los financieros; globalización financiera; y la “financiarización” de la economía. Ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Neoliberalismo
Existe relación estrecha entre el semi estancamiento que disparó la crisis de los sesentas y la financiarización. Ésta encarnó un cambio cualitativo del régimen de acumulación, vinculado al proceso de formación de la ganancia, sobre todo de la ganancia financiera -en condiciones de crisis y bajo la dominación del capital monopolista-financiero-. Kripnner (2005:2) lo define como un “patrón de acumulación en el cual la obtención de ganancias ocurre cada vez más a través de los canales financieros, y no a través del comercio y la producción de mercancías”. Ver:
https://es.slideshare.net/conormccabe/greta-krippner-2005-the-financialization-of-the-american-economy (Continuará)
Puebla, Pue. 5-Nov-2017-
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