José Carlos Mariátegui y el bicentenario de Marx

22/05/2018
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Probablemente en todos los países del mundo se recuerde el 2018 como el Año del Bicentenario de Carlos Marx. El Titán de Tréveris, en efecto, nació un 5 de mayo de 1818; pero este año en el mundo, no se le recordará sólo por su día de nacimiento, sino también por su año, por su vida infinita y por su obra incontrastable.

 

Marx dejó un legado para todos

 

Es bien conocido el hecho que Marx no pudo –como quiso siempre- vivir en Europa. Estuvo en su etapa juvenil, en Alemania, Francia y Bélgica pero fue expulsado del viejo continente y obligado a vivir en Londres, en la capital del Imperio Británico desde donde lideró una obra que los gobernantes de tierra firme consideraron contraria a sus más augustos intereses.

 

“El Moro”, como también se le llamara, supo encontrar en las islas británica un clima de paz que le permitió pensar, escribir y trabajar para legar a la humanidad un ejemplo imperecedero de lo que es capaz una vida cuando se entrega, sin aspaviento alguno, a los verdaderos intereses de los pueblos. Esa vida, sin embargo, no estuvo exenta de penurias infinitas, de penalidades diversas y de miseria constante. Marx -que podría haberse ganado la vida burguesamente- dio su vida por la causa del proletariado.

 

Los que han hablado de Marx antes y ahora, coinciden en asegurar que fue un hombre completo: periodista, filósofo, abogado, economista, político, pensador, revolucionario; pero, por encima de todo, un hombre de cultura. Su formación académica le permitió conocer la historia de sus antepasados, y por eso supo de la vida del esclavo Terencio, que alcanzó su libertad después de muchos años de crueles sufrimientos. Pero conoció también el mundo griego y el romano: la historia de la humanidad en su más prístina trasparencia.

 

No fue casual que escogiera a Espartaco -el esclavo que se alzó contra el Imperio- cuando se trató de elegir al hombre que admiraba. De monumental cultura, Marx aspiró el pasado, lo recreó con vigor y esperanza, y lo proyectó hacia el futuro para preservar –como el Titán Prometeo- el destino de los hombres.

 

Mucho se ha escrito ya –y mucho más se escribirá- pretendiendo dibujar en el escenario de nuestro tiempo la imagen de este hombre que, sabio como pocos; fue modesto como nadie, y nunca quiso vincular su nombre al legado que dejara para la posteridad.

 

Los peruanos que han hablado de él, lo han hecho con soltura y fluidez. Pero ninguno ha dejado de vincular su herencia con la de José Carlos Mariátegui, el primer marxista de América. Y es que, para nosotros, ambas figuras se complementan, y se proyectan como un solo haz para alumbrar la conciencia de millones en todo el continente. Es útil evocarlos ahora, cuando en los próximos días, recordaremos los 124 años del nacimiento del Amauta, ocurrido el 14 de junio de 1894

 

Coincidencias en la historia

 

Marx y Mariátegui tuvieron elementos de extrema afinidad. Por eso, en un estudio titulado “Confluencias en la historia”, me permití asegurar que volver a Marx y a Mariátegui era –como decía Goethe- abrir un libro de siete sellos. Pero no porque sus vidas pertenezcan al pasado, sino porque reflejan un mundo ya vivido, que retorna en nuestro tiempo al escenario de nuestras luchas, y asoma como un vigoroso reto para los hombres de hoy y de mañana.

 

Pero los peruanos advertimos que Marx y Mariátegui tuvieron coincidencias básicas que los perfilaron en la historia a partir de un sesgo imborrable: los dos arribaron al dominio del socialismo científico y lo convirtieron en una concepción del mundo y de la vida, en teoría y en doctrina, pero también en guía para la acción.

 

Los dos, fueron consecuentemente internacionalistas. Nunca juzgaron los hechos de un país desconectados del escenario mayor, ni de los acontecimientos de su tiempo. Ambos tuvieron una concepción mundial de la política, y nunca se dejaron encerrar entre los estrechos límites trazados a partir de fronteras creadas artificialmente por los hombres.

 

Los dos se definieron de manera categórica y radical ante el tema de la Revolución Social como un paso ineluctable para alimentar el progreso y el desarrollo de los pueblos. Alentaron –es verdad- la lucha por las reformas en el marco de la sociedad capitalista, pero subrayaron que ellas tenían siempre un límite; y que para acabar con la opresión capitalista y el trabajo asalariado, no bastaban; que era necesario un cambio radical y violento de la estructura de dominación vigente.

 

“La Revolución no sólo es necesaria –dijo Marx en “La Ideología Alemana”- porque la clase dominante ni puede ser derrotada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba, salir del cieno en que está hundida y volverse capaz de fundir la sociedad sobre nuevas bases”. Y Mariátegui siguió escrupulosamente el mismo derrotero

 

El Amauta sostuvo, en su momento: “Una Revolución no es un Golpe de Estado, no es una insurrección, no es una de aquellas cosas que aquí llamamos Revolución. Una Revolución no se cumple sino en muchos años. Y con frecuencia tiene periodos alternativos de predominio de las fuerzas revolucionarias y de predominio de las fuerzas contrarrevolucionarias… La idea de la Revolución es lo que ha salvado al proletariado del rebajamiento”.

 

Y un cuarto elemento en común fue la identificación de ambos con la lucha social. Marx jamás se desligó del combate de los trabajadores. Y siempre saludó con entusiasmo los avances de la clase obrera en materia de unidad, organización, conciencia y lucha. Y esos pasos guiaron también el sendero de Mariátegui, que se empeñó siempre en seguir el rastro de la clase obrera en cada una de sus acciones.

 

Sus escritos referidos al movimiento obrero, su ligazón con la lucha de los trabajadores, su aporte ideológico y político al movimiento obrero y su voluntad por fundar y forjar la Central Única de los Trabajadores Peruanos –la CGTP- así lo acreditan

 

Además de estas coincidencias que podríamos considerar cardinales, Marx y Mariátegui fueron –ambos- periodistas. Trabajaron las tareas de la prensa con la más alta responsabilidad. Editaron publicaciones y escribieron innumerables artículos orientados a forjar conciencia en los lectores. Los dos fueron, también, dirigentes políticos que creyeron fervorosamente en la necesidad de forjar un Partido del Proletariado que luche por llevar al Poder a esa clase y forjar una sociedad de nuevo tipo.

 

Mariátegui alcanzó a publicar en vida dos de sus libros más importantes: “La Escena Contemporánea” y los “7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana”; pero dejo listo para ser publicado otro, de excepcional importancia: “Defensa del Marxismo”, una polémica con el socialista belga Henri De Mann.

 

Este libro debió ser impreso en vida del Amauta, pero las dificultades materiales del periodo, no lo permitieron. Salió a luz en Chile en 1934, pero en nuestro país fue considerado “subversivo” hasta finales de los años 60 del siglo pasado. El, señala sin duda, un derrotero ideológico de muy alto nivel; y precisamente por eso, un núcleo de estudiosos del Amauta lo re editaron ahora, con motivo del Bi Centenario, y lo presentaron el 4 de mayo en la ciudad de Huamanga, la capital del martirizado departamento de Ayacucho.

 

Homenaje compartido

 

Por estos, y otros muchos elementos compartidos, no debiera sorprender a nadie que los peruanos hayan puesto especial énfasis en la relación ideológica y política registrada entre Marx y Mariátegui, en la celebración del Bi Centenario del autor de “El Capital”.

 

A la afinidad de ambos se debió por cierto el hecho que el evento central del Bi Centenario haya sido precisamente un Simposio dedicado a estudiar a Mariátegui a la luz de las ideas de Marx. Y que en él, se haya registrado la intervención de 18 expositores que en seis mesas consecutivas, abordaron el tema los días 4 y 5 de mayo.

 

En realidad, el evento se instaló el jueves 3 de mayo en el edificio Juan Santos Atahualpa, del Congreso de la República, gracias al patrocinio del parlamentario de Nuevo Perú, Alberto Quintanilla Chacón. En esa circunstancia, el escritor Eduardo Gonzales Viaña, el Presidente del Comité Peruano del Bicentenario, Gustavo Espinoza y dos destacadas personalidades del mundo intelectual, Víctor Mayorga y Gustavo Pérez Hinojosa, sellaron valiosas opiniones.

 

Ellas fueron complementadas, y en buena medida compartidas, en los días sucesivos por Dorothea Ortmann, Humberto Ñaupas, Raimundo Prado, Vicente Otta, Francisco Chaparro, Arturo Ayala, Nelson Manrique, Katherine Sarmiento, José Luis Ayala, Luis Gárate, Ricardo Portocarrero, Héctor Béjar y Eduardo Arroyo.

 

Las tareas del Simposio se desarrollaron en la Casa Museo José Carlos Mariátegui y contaron con una nutrida y calificada concurrencia.

 

Los congresistas Alberto Quintanilla, en el acto inaugural; y Manuel Dammert, en el evento de clausura, abordaron con particular relevancia los temas del debate.

 

Se trató, ciertamente, de un debate amplio; pluralista y muy democrático, en el que se abordaron los temas de una manera responsable y seria. Las intervenciones aportaron elementos de reflexión que pusieron en alto el nivel ideológico y académico de los expositores. Aunque se registraron diferencias de opinión en algunos aspectos puntuales, es claro que nadie soslayó la trascendencia de la obra de Carlos Marx, ni desconoció en absoluto, el papel de Mariátegui en su expresión peruana del socialismo.

 

El fin del Simposio estuvo marcado por un emotivo acto celebrado en la explanada situada ante el monumento a José Carlos Mariátegui, en la séptima cuadra de la avenida 28 de Julio. Allí fue colocada una pequeña ofrenda floral destinada a resaltar los apreciables vínculos existentes entre el fundador del Socialismo Científico, y el Primer Marxista de América

 

Es bueno remarcar el hecho que estas intervenciones –virtualmente todas- ayudaron a refrescar el pensamiento de los expositores y aludir al concierto continental, hoy que en nuestra América se libra duras luchas contra el Poder Imperial.

 

El proceso emancipador latinoamericano, la defensa de Cuba, el derrotero de la Revolución Bolivariana de Venezuela, la artificial crisis desatada contra la Nicaragua Sandinista, la ofensiva reaccionaria contra el proceso boliviano liderado por Evo Morales; y, en general, la ofensiva yanqui contra los pueblos de América Latina, colocan a todos ante nuevos retos y grandes tareas.

 

En forma paralela se registraron en el Perú otros eventos también significativos: las organizaciones comunistas existentes en el Perú –el Partido Comunista Peruano y el Partido Comunista del Perú “Patria Roja”- celebraron una velada en la sede de Miro Quesada 360. Allí, Flor de María González –la Secretaria del PCP- y Alberto Moreno, Presidente del PC del P. expusieron opiniones centrales referidas a Marx y a Mariátegui.

 

Y en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos –en la Ciudad Universitaria- bajo el patrocinio colectivo de la Federación Universitaria y de núcleos juveniles que funcionan en las Facultades de Ciencias Sociales, Letras, Derecho y Economía; así como diversos docentes universitarios, abordaron los mismos temas ante un numeroso auditorio estudiantil.

 

Pero como se ha dicho, a Marx el 2018 no hay que recordarlo un día, ni un mes. Hay que tenerlo presente siempre y honrar su memoria con una práctica política coherente y consecuente.

 

Los homenajes a Marx y a Mariátegui continuarán en las próximas semanas y meses en distintos lugares del país; sin lugar a dudas con el mismo espíritu, en el empeño por retomar banderas de clase y enarbolar los pendones del proletariado en un mundo particularmente sugerente, como el que hoy vivimos.

 

En el Perú, como en América y en el mundo, la huella de Marx señala el camino por el que transitan nuevas generaciones de luchadores en procura de construir lo que demandara Mariátegui: Un Perú Nuevo, dentro de un Mundo Nuevo.

 

Gustavo Espinoza M.

Presidente del Comité Peruano del Bicentenario de Marx

https://www.alainet.org/pt/node/193027
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